¿Cómo se evalúa la calidad universitaria? ¿Existió una década dorada universitaria entre 1955 y 1966? Estos son algunos de los interrogantes que se disparan en 100 preguntas sobre la educación superior argentina, el último libro de Mariano Echenique publicado por Homo Sapiens Ediciones.
Docente, doctor en ciencias de la educación de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y subsecretario de Educación Media en Universidad de Buenos Aires (UBA), Echenique plantea en el libro un recorrido ameno por la historia de la universidad argentina, sustentado con estadísticas y debates acerca del presente y el futuro de la academia. En el prólogo, Atilio Borón destaca que el libro desmiente supuestos tales como el carácter “injusto” de la gratuidad universitaria o la “invasión académica” de estudiantes latinoamericanos en las universidades argentinas.
Según cuenta Echenique a La Capital, el texto surgió al encontrar —en su trabajo como profesor en carrera docente en la universidad— que muchos de sus estudiantes no conocían la historia de la educación superior, la Reforma Universitaria o la Noche de los Bastones Largos. “Ahí me propuse hacer un libro que sirva para volver sobre cuestiones básicas, hechos históricos y polémicas que se vuelven a repetir como si se discutieran por primera vez, desde el arancelamiento a si la formación docente debe ser universitaria o terciaria”, repasa el autor.
—¿En la selección encontraste muchos “lugares comunes” al analizar la universidad argentina?
—Totalmente. Por ejemplo, se repite la cuestión de la politización de los alumnos, que es algo que aparece en los años 80, y 30 años después, como si fuera una gran novedad, se dice “acá hay demasiada política en las aulas” o “los docentes bajan línea”. Hay 30 años de diferencia, pero en realidad los argumentos son iguales. Lo mismo con el tema de la gratuidad, que se discutió en los 90 con el arancelamiento y ahora vuelve con el tema de que la gratuidad “es injusta”. Otro tema es el de los extranjeros: me sorprendí al ver que en 1978 el rector de la Universidad de La Plata dijo que había demasiados extranjeros en la universidad y que había que limitar su número porque le quitaban el trabajo a los profesionales argentinos. Bueno, 40 años después se vuelve a escuchar el mismo argumento. Hay varios temas recurrentes y como no hay una revisión del pasado se discute todo desde cero.
—¿Hay algún tema donde lo que se instaló como lugar común, o zoncera como diría Jauretche, no se condice con la realidad?
—Sí, la primera es la cuestión de que “nadie que nace pobre llega a la universidad”, como dijo la ex gobernadora bonaerense María Eugenia Vidal. Los números marcan que hay un 15 por ciento más o menos de estudiantes que vienen de hogares pobres. Y cerca de un 20% de estudiantes que reciben beca de una universidad o del Ministerio de Educación nacional. Los pobres llegan a la universidad, aunque no en la proporción que deberían llegar. Y otra zoncera es que hay demasiados estudiantes extranjeros, cuando en realidad son 89 mil de un total de 1.240.000. Además hay el doble de extranjeros en posgrado con respecto al grado, y como el posgrado es pago al final resulta que nos ayudan a que tengan más recursos las universidades nacionales.
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—Al inicio del libro decís que no es políticamente neutral tu análisis. ¿Por qué esta salvedad?
—Hago esa salvedad porque creo que es una cuestión de honestidad decir que uno habla desde su propia experiencia. Muchas de las cosas que viví fueron producto de que pasé la mayoría de mi vida en la universidad, ya sea como estudiante, docente, investigador y ahora como funcionario. Esa experiencia tiene un impacto en mí y a su vez yo tenía un compromiso desde chico, ya desde la escuela secundaria, como militante político. Con lo cual veo las cosas con mis propios anteojos que yo mismo elegí ponerme a los 14 años cuando empecé la militancia. Lo cual no implica que yo no haya abierto mi cabeza y no haya podido entender y matizar muchas cosas a lo largo del tiempo. Quizás si me preguntás en qué abriste más tu cabeza en este análisis histórico de la educación superior digo el período de Onganía, que es terriblemente paradójico porque por un lado hubo represión, Cordobazo, estudiantes muertos en la manifestaciones y Noche de los Bastones Largos. Pero por otro lado se crearon 17 universidades. Algunas eran previas, pero se les dio estatus de universidad nacional o se fusionaron con otras que ya existían. Hubo una expansión federal universitaria muy importante con el Plan Taquini. Después uno puede decir que en la matrícula hay períodos donde se creció más, como en el primer peronismo y en el gobierno de Alfonsín. Esos fueron dos períodos donde se dio un fenómeno inverso: casi no se creó ninguna universidad pero subió mucho la matrícula.
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El docente Mariano Echenique.
—El vínculo del peronismo con las universidades también es un tema que se aborda en el libro.
—Eso es súper interesante, porque el peronismo pasa del antireformismo en el primer período, con un fuerte enfrentamiento con estudiantes y docentes, a un entendimiento bastante claro en el período del 73 hasta la muerte de Perón, donde Perón y Balbín acuerdan la gobernabilidad de las universidades y donde se vota en conjunto la Ley Taiana, con muchos avances en distintos aspectos que son interesantes. Y el símbolo quizás de ese acercamiento fue que el rector de la UBA cuando estaba proscripto el peronismo era Julio Olivera, un demócrata cristiano, que fue secretario de Ciencia y Tecnología de Perón.
—¿Arancel e ingreso irrestricto creés que son debates abiertos?
—Yo los veo en la sociedad bastante saldados. No hay a nivel social una demanda de gente que diga “están estudiando demasiados chicos y chicas en las universidades: pongamos un examen”. Creo que no hay, como se hablaba en los 90, un pedido por el examen de ingreso. Y con el arancelamiento tampoco. Lo que más me preocupa quizás es que el mensaje de terminar con la gratuidad de la educación esté en un paquete, que lo veo solamente en la propuesta de los libertarios de Milei. Ahí aparece en un cuestionamiento muy general desde una doctrina que dice que “toda educación debería pagarse porque tiene un costo”. Pero no sé si un Milei presidente se animaría a decir “a partir de ahora estudiar en las universidades nacionales va a salir cien dólares”, porque lo veo como parte de una retórica de doctrina más que de medidas de gobierno.
—Sobre el final hacés la pregunta si la universidad es o fue machista. ¿Qué encontraste allí?
—Lo que encontré es que las mujeres han avanzado muchísimo en el número de estudiantes, son amplia mayoría entre las personas que se gradúan, empatan en el número de docentes y no docentes, pero en los cargos de gestión de gobierno a medida que se va subiendo en las autoridades son un tercio y en los rectorados son solamente el 7 por ciento. Hay una preferencia cultural de que las autoridades más importantes deben ser varones. Eso se ve, por ejemplo, en el hecho de que en las tres universidades más grandes (Buenos Aires, Córdoba y La Plata) solamente una tuvo una rectora mujer, que es Carolina Scotto en Córdoba. Eso es algo muy impactante y ni hablar en el hecho de que el colegio Monserrat de Córdoba se haya hecho mixto hace 25 años, hacia fines de los 90. Y que muchas madres defendían que sea solo de varones, aún teniendo hijas mujeres. Es muy impactante el hecho de que no hace tantos años existiera una rebelión de padres contra la presencia de mujeres en una escuela secundaria pública.