La Cumbre de la Celac presentó contornos bastante alejados de la intrascendencia a la que este tipo de eventos parecía estar condenado hace unos pocos años. Luego de una etapa de virtual desguace de estos mecanismos de diálogo y concertación política, esta Cumbre intentó ser el puntapié inicial de revitalización de instancias similares, y así parece haber sido interpretado por los representantes políticos que se dieron cita en la capital argentina. Al mismo tiempo, lo más trascendente en términos políticos es el retorno al entramado regional del presidente Luiz Inácio Lula Da Silva. Luego de la retirada brasileña de la Celac en enero de 2020 por parte de su antecesor, Jair Bolsonaro, la presencia de Lula —con su capital político en alza— permite sumar densidad a un proceso de interlocución regional que enfrenta no pocos desafíos, tanto internos como externos.
Ante todo, puede decirse que el éxito de la Cumbre se debe al momento político regional que es favorable para los gobiernos de centro-izquierda en sus diferentes vertientes, en lo que se interpreta como una nueva "marea rosa" que continúa aquella que sucedió en los primeros quince años de este siglo. En esos años, mecanismos como Unasur y su Consejo de Defensa Sudamericano servían tanto como ámbito de resolución política regional, al mismo tiempo que permitían dar una voz distintiva a la región en el concierto global. Tras el interregno de gobiernos conservadores en la mayoría de los países de la región, que condenaron a la insignificancia este tipo de mecanismos, la reciente Cumbre permite pensar en que no sólo se ha dado un paso decisivo para recuperar esa voz, sino que también se permite dar continuidad a proyectos que, hace tan solo un lustro, estaban constreñidos a ámbitos de debate político tales como el Grupo de Puebla. Por tanto, en ausencia de actores regionales como Unasur —cuyo retorno es una prioridad tanto para Lula como para el presidente argentino Alberto Fernández—, la Celac se constituye como el único interlocutor regional. Al tiempo que se espera que su fortalecimiento institucional refuerce otros mecanismos regionales como el retorno de Unasur o el mismo Mercosur, sobre todo con la llegada de Lula.
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Foto del final de la cumbre de la Celac con todos los presidentes y cancilleres presentes.
Fuente: www.cancilleria.gob.ar
No obstante lo anterior, existieron claroscuros que se hicieron presentes al interior de la Cumbre. El clima festivo de retorno a la unión regional estuvo tamizado por crisis locales que motivaron la ausencia de algunos mandatarios de relevancia. En algunos casos, primaron las tensiones sobre temas de agenda puntuales con nuestro país, mientras que en otros el factor relevante fue la agitada política interna nacional. Dentro del primer grupo podemos ubicar a Ecuador, en una disputa política por una ex funcionaria del gobierno de Rafael Correa asilada en la Embajada argentina en Quito, imputada por corrupción, cuyo caso habría generado rispideces con el presidente Guillermo Lasso. También en este primer grupo se ubica México, que si bien estuvo representado por su canciller Marcelo Ebrard (un peso pesado del oficialismo mexicano y virtual presidenciable), suscitó interrogantes con la ausencia de AMLO. Mucho se especuló respecto de las disputas políticas entre Argentina y México en torno a la última elección del presidente del BID y a las consiguientes secuelas que dejó dicha disputa. Otra ausencia motivada en tensiones bilaterales es la de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, fundamentada en la crítica hecha por el gobierno argentino a la situación de derechos humanos en aquel país. Esto, que en su momento puso obstáculos a la asunción de Alberto Fernández como presidente pro-témpore de la Celac, fue parcialmente subsanado con el compromiso argentino de apoyar al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, políticamente afín al presidente nicaragüense. Si bien efectivamente Gonsalves fue elegido presidente pro-témpore del organismo, las tensiones subsisten, en tanto otras voces, como la del presidente chileno Gabriel Boric, también se han hecho eco de la situación política en el país centroamericano.
Por su parte, la presidenta peruana Dina Boluarte enfrenta un escenario convulso que conjuga protestas sociales, represión policial y creciente deslegitimación política tras su asunción como consecuencia del intento de autogolpe por parte de su antecesor, Pedro Castillo. Además de este escenario interno, la crisis peruana repercute en posiciones regionales disímiles. En tanto algunos países de la región, como México, sostienen que Pedro Castillo ha sido la víctima de la situación, y que debía regresar al poder; otros, como Gabriel Boric se centran en la violación de derechos humanos, dejando la cuestión de la gobernabilidad provisionalmente de lado.
Por otra parte, la ausencia de Nicolás Maduro, justificada por él mismo como reacción a "maniobras de la derecha neofascista", presenta aristas que se vinculan con la dinámica política argentina, inmersa en una intensa campaña pre-electoral. En efecto, las incógnitas sobre la posible participación de Maduro en la Cumbre fueron insumo para una oposición nacional que encuentra en los "gobiernos populistas" uno de sus pocos puntos de coincidencia. Por ello, esto fue utilizado para proponer una vinculación directa del gobierno argentino con regímenes autoritarios, incluso mediante amenazas judiciales contra el propio Maduro. En este sentido, la confirmación de la ausencia del mandatario venezolano intentó ser capitalizada políticamente por este sector, a pesar de que la percepción internacional de Maduro ha experimentado un cambio, motivado en las necesidades energéticas de las grandes potencias como consecuencia de la guerra ruso-ucraniana, pero también del incipiente diálogo entre gobierno y oposición con miras a la normalización política en el país caribeño.
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Simpatizantes de Jair Bolsonaro irrumpen, toman y destrozan el edificio del Congreso Nacional en Brasilia, enero 2023.
Foto: Eraldo Peres / Archivo AP
La enumeración de las ausencias presidenciales es, en realidad, un listado de los temas más álgidos que enfrenta la región, que conforman una agenda pendiente, y que ciertamente tamizaron el clima optimista en el ámbito de la Celac. Las distintas posiciones en torno a estos temas, que son inevitables en el marco de un foro numeroso, se constituyeron en divisiones que impidieron avanzar en declaraciones más fuertes y en consensos declarativos. Esto se relaciona, principalmente, con la necesidad de priorizar la unidad regional sin cortapisas ni exclusiones.
En este sentido, uno de los grandes temas de la Cumbre fue la democracia y sus riesgos, un tema presente si tomamos en cuenta el accionar de las llamadas neoderechas y su relación con la asonada bolsonarista dos semanas atrás en Brasil. Si aquí hubo coincidencias contundentes en cuanto al repudio, en la cuestión de las credenciales democráticas de algunos países (Venezuela, Cuba, Nicaragua) no hubo mayores avances en cuanto a la crítica a su situación interna. Esta falta de consensos continúa siendo una incomodidad para los gobiernos progresista, quedando solo Boric como una voz solitaria en este aspecto, más allá de las mencionadas posiciones de nuestro país con respecto a la situación política nicaragüense o venezolana en ámbitos interamericanos. Está claro que señalar estas falencias no implica la exclusión, y menos aún en un foro que carece de cláusulas democráticas, pero no señalarlas deja un flanco abierto hacia un sector conservador para el cual todas las izquierdas son populistas y, por definición, antidemocráticas.
Por otra parte, si el apoyo regional al proceso político venezolano plasmado en la declaración final expresa la victoria del principio de no injerencia en esta cuestión, el silencio en la cuestión política de Perú confirma las divisiones previas, ya mencionadas, en torno a este tema. Más allá de la complejidad de la situación interna en el Perú y de las voces que en el transcurso de la Cumbre llamaron a detener la represión policial/militar contra los manifestantes, la ausencia de mención de estos temas confirma que lo imperativo es la unidad, y que la discusión política vendrá después.
Todo lo antedicho da cuenta del ambiente político que enfrenta la nueva "marea rosa". Fuertes restricciones externas producto de la guerra ruso-ucraniana y nocivas consecuencias de la pandemia, se suman a fuertes enfrentamientos políticos con la centro-derecha y la presencia de una derecha radical que gana cada vez mayor competitividad electoral.
Sin embargo, más allá de los desafíos pendientes, el documento final llamado Declaración de Buenos Aires representa el armado de un consenso complejo en más de cien puntos contenidos en 26 ejes. Estos abarcan desde la situación política en Haití hasta la cuestión de la colonialidad en Puerto Rico y Malvinas, pasando por el abordaje de temas de índole cultural, educativa y económica en pos pandemia, tales como seguridad alimentaria regional y dimensión sanitaria. Es interesante notar que, aunque los ejes son meramente declarativos, presentan de alguna manera los temas de agenda más importantes en los cuales trabajará la región en conjunto. Además, se vislumbran iniciativas un poco más concretas, las cuales podrían en un futuro cercano formar parte de esquemas de negociación más amplios. Por ejemplo, la “Iniciativa Bridgetown”, presente en el primer eje, se centra en cuestiones de deuda pública y financiamiento pos pandemia, pero con la mirada puesta en la urgencia climática. De esta manera se refuerza la centralidad de la agenda medioambiental dando continuidad a la COP 27 y profundizando la ecuación deuda x ambiente. Asimismo, el cambio de enfoque en el tema migratorio, desde una mirada securitaria que primó en el período pandémico, hacia otro que reconoce a la migración como un proceso social que contribuye positivamente al desarrollo social, cultural y económico.
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Alberto Fernández da la bienvenida al primer ministro de San Vicente y las Granadinas, Ralph Gonsalves, en su arribo a la Cumbre. Además, fue elegido como próximo presidente pro-tempore de la Celac.
Foto: Gustavo Garello / AP
También serán importantes las interacciones con terceros actores, no olvidemos que la Celac es el interlocutor válido hacia socios extra regionales. En julio de este año se realizará la Cumbre Celac-Unión Europea. Además del remonte de los esquemas latinoamericanos, se produjo un cambio de enfoque en parte derivado de la guerra en Ucrania, pero también del reconocimiento del cambio del sistema internacional actual y de la necesidad de la inclusión de nuevos actores por parte de la Unión Europea.
En definitiva, la VII Cumbre de la Celac actuó en varios ejes: sirvió como ámbito para el relanzamiento de las relaciones entre Argentina y Brasil, dio marco al retorno de este último al concierto regional y dio cuenta de la voluntad de la región de reforzarse institucionalmente. Los desafíos mencionados de un mundo que enfrenta tormentas perfectas en todos los ámbitos estimulan, al mismo tiempo que aceleran, la necesidad de que la región cuente, definitivamente, con una voz propia que contribuya a la solución de estos temas, para sí misma y para el mundo.
La nota fue coescrita por:
(*) Gisela Pereyra Doval es doctora en Relaciones Internacionales, investigadora del Conicet, y profesora de Problemática de las Relaciones Internacionales de la FCPolit, UNR (@DovalGisela)...
(**) Emilio Ordóñez es investigador en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales (CEPI) de Rosario. Analista internacional en el portal Fundamentar.com y columnista radial (@eordon73)...