Desde Indeso Mujer consideramos que aplicar el enfoque de género permite percibir el diferencial de poder y las responsabilidades que implica. Asimismo, favorece a la interiorización de los preceptos de respeto y empatía en niñas y niños; contribuye también a formar seres humanos respetuosos de las diferencias, de las minorías y de las poblaciones más vulnerables. Comprender a las personas como sujetos con derechos implica, además, reconocer que están insertas en un contexto cultural y social que genera desigualdades en la posibilidad de ejercer dichos derechos.
Los derechos humanos son aquellos que todo ser humano posee y que debería poder disfrutar simplemente por su condición de ser persona. Se basan en el principio fundamental de que todas las personas poseen una dignidad humana inherente y tienen igual derecho, sin importar su sexo, raza, color, idioma, nacionalidad de origen o clase, ni sus creencias religiosas o políticas.
A pesar de cumplirse 70 años de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, casi 40 años de la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra las Mujeres, y más de 20 años de la Declaración y Plataforma de Acción de Beijing: ningún país en el mundo ha conseguido la igualdad total entre géneros. “La prevalencia de la violencia extrema contra las mujeres, junto a las múltiples formas de discriminación estructural y los estereotipos de género que han afectado de forma histórica a las mujeres, se manifiestan en numerosas desigualdades en el empleo, la educación, la salud, la participación política, entre otros aspectos de nuestra vida”, sostuvo Patricia Tappatá Valdez, directora del Centro Internacional Para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH-Unesco).
Para revertir estas desigualdades es fundamental la formación en perspectiva de género desde un enfoque de derechos humanos, desde los espacios formales y no formales. Es necesario que les profesionales que intervienen en diferentes ámbitos (salud, desarrollo social, justicia) estén capacitades desde ésta lógica y trabajen de manera integral e interdisciplinariamente para acompañar la escucha y abordaje con perspectiva de género, garantizando el desprendimiento de sesgos y estereotipos vinculados a las características que se reconocen como propias de “las víctimas”, para escuchar a las subjetividades reales.
Esto permite desprenderse de la expectativa de ciertos estados emocionales o posiciones subjetivas para ir al encuentro con mujeres que han atravesado, a lo largo de su vida, diferentes modalidades de tramitación de las violencias sufridas. En este contexto, una intervención profesional —con perspectiva de género— daría la posibilidad de construir o deconstruir una trama, la trama de lo vulnerado, en condiciones que restituyan derechos y no los continúen vulnerando.
ESI y derechos
Desde Indeso-Mujer reivindicamos la educación sexual integral (ESI) como una herramienta imprescindible para lograr el respeto de los derechos de las mujeres y disidencias a una vida sin subordinaciones, inequidades y violencias. Profundizar su incorporación y apropiación requiere de un trabajo en red desde los diferentes ámbitos; logrando remover diversos obstáculos y resistencias tanto personales como institucionales.
Consideramos que no es posible lograr un abordaje integral de la sexualidad a partir sólo de los esfuerzos individuales. Por ello, resulta vital su efectiva implementación en todo el sistema educativo, en todos los niveles; que se incluyan en el ámbito de la salud y los espacios de desarrollo territorial-comunitario; que en el ámbito legislativo se logre una ampliación y reglamentación de derechos; y que en el ámbito judicial se incorpore la perspectiva de género.
La reflexión sobre nosotres en el trabajo en ESI es ineludible; y muchas veces movilizante y transformador porque interpela nuestros sentimientos, emociones, nuestro vínculo con nosotres y con les otres. Pone de relieve la enorme dificultad que solemos tener para reconocer nuestro cuerpo como nuestro territorio físico, emocional y como nuestro canal de comunicación con el mundo. Posibilita cuestionar los estereotipos y jerarquías entre géneros, que sostienen profundas desventajas y violencias hacia mujeres y diversidades, como así también prevenir situaciones de violencia y abuso.
Los talleres de ESI son maravillosas oportunidades de revisión y transformación, de incorporación de lentes de género desde las vivencias, el cuerpo en juego y en movimiento.
Si queremos vivir una vida libre de violencias, sin discriminaciones, más justa y equitativa, tenemos que partir por repensar nuestro sistema educativo, las políticas públicas y la formación de les profesionales que intervienen en las diferentes áreas. La Ley Micaela ha sido un paso muy importante, pero es sólo el comienzo, agendándose como urgente la revisión de prácticas en todos los estamentos. Tanto la implementación de la Ley Micaela como la educación sexual integral son un desafío de toda la sociedad, un compromiso del Estado y una deuda pendiente para todes.