La clase de educación física es el espacio donde el cuerpo no solo adquiere protagonismo, también es puesto a prueba. Lejos de ser una disciplina neutral, en sus horas circulan prácticas y saberes que pueden reforzar patrones hegemónicos de salud, belleza, valores y roles de género. Y por tanto, un territorio donde la implementación de la educación sexual integral (ESI) adquiere una relevancia especial.
Desde la mirada de los especialistas una de las claves está en la revisión de las prácticas como punto de partida para romper y avanzar hacia nuevas perspectivas. Esta es la propuesta de Educación física: rupturas y avances. Propuestas para implementar la ESI, una obra de Editorial Homo Sapiens, que ofrece una serie de textos compilados por los docentes Jorgelina Marozzi, Andrea Raviolo y Facundo Boccardi.
El libro apunta a revisar la historia de la educación física en perspectiva de género y a reflexionar sobre la urgencia de desarmar normas corporales disciplinantes y excluyentes aún vigentes. En este sentido, dar lugar a ciertos interrogantes es necesario: ¿Continúa la educación física operando en favor de la normalización y el disciplinamiento de los cuerpos, reproduce con sus prácticas el valor de la competencia, el liderazgo y la fortaleza del varón? Si esto es un hecho, ¿cómo dar lugar a la diversidad corporal y romper con la dicotomía flaco sano / gordo enfermo? O cómo educar para deconstruir esos patrones hegemónicos de belleza y salud. Y sobre todo, cómo dar por tierra con aquellas prácticas que discriminan y excluyen a los cuerpos que no se ajustan a las normas impuestas.
Propuestas concretas
Para reflexionar sobre estos temas La Capital dialogó con Jorgelina Marozzi, licenciada en psicología, docente en el profesorado de educación física en la Universidad Provincial de Córdoba y una de las compiladoras del libro. La formadora cuenta sobre el estado actual de la disciplina respecto de la implementación de la ESI y hace foco en esta obra destinada a la docencia, donde se ofrecen propuestas metodológicas con el objetivo de lograr clases inclusivas y más placenteras.
—La educación física no es una disciplina neutral. ¿Este libro es una invitación a apreciarla críticamente?
—Sí, totalmente, se trata de posicionarnos desde una mirada crítica y desde el enfoque de la ESI. En la educación física hay perspectivas críticas que también apuestan a clases inclusivas. Este enfoque lo que viene a hacer es revisar prácticas que se han dado durante mucho tiempo en la educación física por posturas tradicionales, la idea es mirarlas críticamente para hacer otras propuestas.
—De hecho parte del título del libro dice “rupturas y avances”. ¿Para avanzar habrá que romper?
—La idea es esa, primero mirar y hacer ciertas rupturas para después proponer. La primera parte del libro son textos teóricos y críticos, y la segunda parte son propuestas mas didácticas para implementar la ESI en las clases.
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El grupo de profesores que compiló el libro presentó la obra en la ciudad de Córdoba. El trabajo contiene herramientas para los docentes.
—¿Incorporar la ESI en esta área curricular supone desarmar los preceptos sobre los cuales se erigió la educación física moderna? Por ejemplo, la idea de normalización y el disciplinamiento de los cuerpos.
—Tal cual, desarmar fundamentalmente preceptos sobre el cuerpo, sobre los géneros, sobre la misma educación física y qué se entiende de ella, sobre la enseñanza del deporte. Se trata de rupturas en distintos niveles, hay muchas cuestiones a revisar. Si bien la disciplina a ido cambiando, perviven ciertas matrices fundacionales que continúan presentes, como la condición esencialista de los cuerpos y una matriz deportivista, sobre todo en el nivel secundario. El esencialismo de los cuerpos tiene que ver con no poder mirar el cuerpo como una construcción, es muy difícil percibir la construcción de género si se tiene una concepción biologicista de los cuerpos y las identidades. Esto tiene que ver con esa idea de que si nacés con vulva sos nena y punto, y eso define tu trayectoria en la vida y también deportiva.
—¿Crees que hubo una evolución en la educación física respecto a estos preceptos o continúan siendo hegemónicos?
—Creo que cuesta mucho romper. Hay profes con otras miradas que lo intentan, pero todavía cuesta. No en el plano del discurso, porque ahí se pliegan a una educación física inclusiva, pero luego en la práctica perviven estas otras matrices por sobre el discurso que se sostiene.
—La clase de gimnasia (como se le decía) también es el lugar donde circulan saberes y prácticas que refuerzan el ideal de cuerpo femenino y masculino. ¿Cuánto se ha avanzado en la revisión de estas prácticas?
—También creo que falta. Como dije antes, hay docentes que proponen otras cuestiones pero a nivel general se sigue educando con esa matriz deportivista que tiene que ver con cierto ideal de “cuerpo para”, entonces se sigue reforzando cierta estética corporal para lograrlo y competir, y eso sigue estando presente. Incluso se aplican parámetros que tienen que ver con el deporte de alto rendimiento en la escuela, y eso dificulta el poder pensar cuál es el objetivo de la educación física escolar. El ideal corporal también tiene que ver con un modelo que seguimos sosteniendo socialmente, por eso cuesta tanto romper. Sobre esta cuestión hay en el libro un capítulo dedicado al gordo-odio, y el tema de la exclusión de aquellos que no cumplen con los estándares sociales y corporales que se necesitan para tener éxito en la práctica de determinadas actividades. Si no hay una revisión de las prácticas, la clase de educación física termina reproduciendo y fomentando estos estándares, por eso hay que repensarlas para una mayor inclusión y para que el placer sea para todas las personas que están en la clase, no solo para aquellas que cumplan con el estándar estético corporal y de rendimiento. La clase de educación física tiene potencia para proponer otras cosas.
—Este orden estético y heteronormativo actualmente está siendo cuestionado por las adolescencias. ¿Pueden los docentes de educación física dar respuestas desde la didáctica a estos cuestionamientos?
—Estos cuestionamientos no se si se dan tanto en la clase de educación física, porque en todo caso lo que sucede es que no se participa, y eso vuelve a reforzar que el que no rinde queda afuera. No se si ese empoderamiento y esa crítica se está dando tanto al interior de las clases. No veo que haya un cuestionamiento aún a la didáctica de la educación física.
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Portada del libro de Homo Sapiens.
Formación docente
—En el caso de la formación docente, ¿el estudiante del profesorado de educación física tiene que desaprender a educar cuerpos femeninos y masculinos hegemónicos?
—Sí, de hecho hay un esfuerzo muy grande no solo desde el espacio de ESI sino desde las otras materias del profesorado. Se trabaja en varios espacios para deconstruir un modelo, algo necesario para después avanzar. Recién después de mirar sus propias trayectorias educativas los estudiantes del profesorado pueden hacer ciertos planteos. Desde la formación docente hacemos un esfuerzo para que los alumnos miren sus propios procesos formativos y puedan cuestionarlos. Desaprender lo que aprendieron es difícil, a veces los estudiantes hacen lecturas y análisis, pero luego a la hora de plantear una práctica están reforzando lo mismo. Esa es una formación muy fuerte y desaprenderla lleva su tiempo.
—Una de las prácticas que persiste en educación física es el reforzamiento de la binariedad, en el sentido de establecer ciertas prácticas exclusivas para varones y otras para mujeres. ¿Porqué la dificultad en romperla?
—Eso continúa a pesar de los esfuerzos desde el Ministerio de Educación y desde las universidades por cambiarlo. Esa es una tradición muy fuerte. Por ejemplo, en todas las escuelas públicas de Córdoba los grupos están unificados, la enseñanza es por curso, pero en muchas escuelas de gestión privada aun se mantiene la organización de la clase en forma separada para varones y mujeres, y eso cuesta modificarlo porque implica cambiar esa visión esencialista que se tiene de los cuerpos. Hicimos una investigación sobre esto para saber cuáles eran las principales resistencias a las clases mixtas y vimos que cuesta mucho mirar a los adolescentes como un grupo con diferencias individuales. Se los sigue viendo generizados, los varones por un lado y las chicas por el otro. Lo que se percibe son las diferencias entre lo que pueden hacer los varones y lo que pueden hacer las chicas. La visión esencialista es inherente, ser mujer es poder hacer esto y de esta manera, y ser varón es poder hacer esto otro, generalmente una actividad donde se requiere de un mayor uso de la fuerza. Esa concepción del cuerpo diferenciada también se reproduce y se refuerza socialmente cuando las familias llevan a las niñas a hacer determinadas actividades y a los niños a hacer otras. Entonces hay que cuestionar este binarismo y los estereotipos impuestos por distintos lugares.
—El libro también le da un lugar al trabajo con personas con discapacidad y ofrece propuestas para una educación física inclusiva
—Las personas con discapacidad eran los que se quedaban afuera de la clase. En el libro este tema tiene un lugar especial porque también es verdad que puede requerir ciertos modos de mirar la clase diferente en función de qué discapacidad se trate. Por ejemplo, si pensamos en personas con ceguera qué particularidades podría tener esa clase. Nos interesaba no hablar de la discapacidad en general, sino también pensar en propuestas específicas para abordar una clase cuando hay una persona con una determinada discapacidad que afecte lo corporal. Todas las personas tienen que estar incluidas.