Las elecciones del domingo en Avellaneda dejaron un claro triunfo de Juntos por el Cambio pero la baja participación encendió una señal de alerta en toda la dirigencia política, que dibuja en su mesa de arena sus cálculos para 2023.
Por Mariano D'Arrigo
Las elecciones del domingo en Avellaneda dejaron un claro triunfo de Juntos por el Cambio pero la baja participación encendió una señal de alerta en toda la dirigencia política, que dibuja en su mesa de arena sus cálculos para 2023.
El radical Gonzalo Braidot cosechó el 75 por ciento de los votos para completar el mandato de intendente de Dionisio Scarpin pero sólo votó el 48 por ciento del padrón.
De 22.861 personas habilitadas, 8.175 se inclinaron por el candidato de Juntos por el Cambio, 2.513 por el del PJ, Aldo Antonio González, 167 votaron en blanco y se registraron 296 votos nulos.
En la meca de Vicentin observan dos factores.
Uno es el desinterés: en general, la ciudadanía está enfocada en sus problemas cotidianos y presta poca atención a la política.
“Fue una elección muy planchada de ambos lados, sin condimento electoral. Más allá de las recorridas y las visitas, no hubo movilización de aparatos. En comicios anteriores se llegó al 80 por ciento del padrón”, señalan desde el entorno del alcalde electo.
El otro es la sensación generalizada de resultado cantado. La ciudad del departamento General Obligado es un bastión histórico del radicalismo. La gobernaron Delki Scarpin (padre de Dionisio), el ahora senador departamental Orfilio Chacho Marcón y el compañero de fórmula de Carolina Losada.
Ahora es el turno del ex presidente del Concejo Municipal y ex intendente interino, que había logrado en las Paso el 72 por ciento de los votos. Un detalle: también en las primarias la participación fue bajísima. Votó el 47% del total.
De todos modos, desde el norte provincial sostienen: “No fue un voto en contra de la política. Si mirás las redes sociales no aparecen críticas. Hay desinterés, y la clase política jugó a bajar la emotividad de la elección”.
El interrogante es si las elecciones en la localidad vecina a Reconquista reflejan movimientos más profundos en las placas tectónicas de la sociedad. Sobre todo, si pueden replicarse, y con mayor fuerza, durante el año próximo.
Aun con sus diferencias metodológicas, los estudios de opinión pública coinciden en que el humor social combina distintas dosis de pesimismo, decepción y frustración.
Una posibilidad es que el malestar contra la dirigencia que se incuba en la sociedad se exprese con una retracción mayor del electorado.
Ese fenómeno ya se viene registrando en Santa Fe. Entre 2017 y 2021, por comparar dos elecciones de medio término, la asistencia electoral bajó de 75 a 69 por ciento. El voto en blanco pasó de 1,8 a 2.8% y los anulados se mantuvieron constantes: 2,9 hace cinco años y 2,8 en las últimas legislativas.
Otra opción es que algún candidato logre capitalizar la bronca contra la política. Esa es la apuesta de Javier Milei, quien recuperó terreno después de sus derrapes y es seguido de cerca tanto en el Frente de Todos (FdT) como en la oposición.
“Si las Paso se mantienen es una mala noticia para Milei, porque vas a tener más opciones en Juntos por el Cambio. Puede ser que tengas un Horacio Rodríguez Larreta y también una Patricia Bullrich, y un radical más de centroizquierda y otro más inclinado a la derecha”, indican en la principal coalición opositora.