Las plataformas de crowdfunding o micromecenazgo nacieron para financiar proyectos artísticos y resultan familiares desde hace años en ambientes de la cultura. En el último bienio se popularizaron a raíz del parate impuesto por la pandemia, ya que permiten realizar aportes o donaciones a través de internet, y ahora en la Argentina uno de sus fines –seguramente impensado por los creadores– es reponer lo robado en hechos de violencia e inseguridad. Rosarinos que recurrieron a esta estrategia tras sufrir despojos cuentan aquí sus experiencias para recuperarse a corto y mediano plazo desde el punto de vista material, con los correspondientes efectos anímicos de recibir solidaridad en momentos críticos, aun de personas desconocidas y en forma masiva.
La banda Cortito y Funky presentó hace unos dias su nuevo disco Memorias, disponible además en distintas plataformas junto con un corto audiovisual. "Durante el primer día de rodaje, nuestro equipo técnico sufrió un robo al finalizar la jornada. En las semanas siguientes, muchas personas hicieron un gran aporte para recuperar lo perdido e hicieron posible la culminación de este video. Gracias, lo colectivo siempre es más fuerte", se ve en una placa al final del clip. Es que a mediados de abril parte del equipo de jóvenes músicos y de la productora Broda fue asaltada en el barrio Las Heras, de zona sur. En 30 segundos cuatro delincuentes armados se llevaron el auto donde había valiosas pertenencias y herramientas de trabajo como computadoras, lentes, cámaras y sets de maquillaje (objetos cifrados cuando se produjo el hecho por encima del millón de pesos).
El baterista Camilo Corradín recuerda que de inmediato apelaron a la aplicación Cafecito para recaudar fondos. "Armamos cafecitos de 150 pesos y luego lanzamos una rifa a 500 pesos con 20 premios de todo tipo, que se sorteó en mayo. Nos fue bien porque juntamos unos 400 mil pesos en total, pero no nos alcanzó para recuperar el total de lo robado", reseña uno de los integrantes de Cortito y Funky, grupo que fusiona funk, disco, soul y rock desde 2017.
Memorias, el nuevo EP/película de Cortito y Funky
Cafecito es una plataforma de crowdfunding o financiamiento colectivo con una cuenta enlazada a Mercado Pago que permite recibir dinero de aportantes. No tiene costo de uso pero sí cobra una comisión del cinco por ciento por cada transacción. Fue creada por un programador web argentino de 25 años y debe su denominación a que el valor simbólico que se estipuló para donar es el de un café (50 pesos, aunque esta cifra fijada por defecto puede ser mayor por decisión del usuario). El diminutivo en el nombre de la app no es casual ya que el sistema se basa en pequeñas transferencias de muchas personas, incluso ajenas al solicitante, montos que una vez sumados pueden derivar en miles de pesos. Un ejemplo sobresaliente es el del influencer porteño Santiago Maratea, que emprende distintas colectas con fines benéficos en las que recauda millones.
Mecenas anónimos o con nombre propio encuentran en el entorno tecnológico que caracteriza a la época una vía para ejercer la solidaridad. En ese sentido Corradín explica que ante el violento robo que sufrió su banda, la plataforma les permitió una acción urgente de cara a reponerse del golpe y tuvieron muy buena respuesta del público. “Es como una rifa tradicional, lo único que no se puede es elegir el numerito”, agrega el baterista de 21 años. Ya no más los talonarios que se cortaban en dos partes, una de las cuales se recibía a cambio de entregar un billete, o los festivales a beneficio; ahora todo es tan inmediato como etéreo, aunque a su vez queda registrado en la web.
El fotógrafo rosarino Mariano Basavilbaso ignoraba la existencia de esta modalidad de colaboración cibernética cuando a fines de 2021 le contó angustiado a una amiga que le acababan de robar la cámara y la computadora arriba de un colectivo de larga distancia. Venía a pasar las Fiestas desde Buenos Aires, donde está radicado hace dos años, y le sacaron la mochila del portaequipaje de mano. “Mi amiga me aconsejó crearme una cuenta en Cafecito y compartí lo que me había pasado en Facebook e Instagram. Se fue replicando entre colegas, amigos y familia, de boca en boca o mejor dicho de pantalla en pantalla”, sonríe el documentalista que le atribuyó a cada aporte el valor de 200 pesos y en pocos meses recaudó en total 600 dólares.
“Cuando me fui a bajar en la terminal de Rosario mi mochila no estaba: le avisé al chofer, que paró el micro y revisó el pasaje. Como no encontró nada hice la denuncia pero hasta ahora no tuve respuesta ni de la policía ni de la empresa. Sin embargo con ahorros y lo que junté en la aplicación compré un equipo nuevo”, detalla Mariano, fotógrafo en el Instituto Malbrán. Califica los aportes recibidos como “una gran ayuda, algo zarpado” y dice que le recuerda al 2001, “cuando en la época del trueque se generaban formas de cooperativismo. Hoy que está todo carísimo y frente al hecho de perder herramientas de trabajo a precio dólar hay nuevas formas de ayudarnos entre todos, de hacer algo propositivo. A mí ese apoyo me hizo bien anímicamente en un momento tan desesperante”.
La misma “corriente de energía” sintió el poeta y performer Agustín Ullman, asaltado en la vía pública el 1º de marzo, cuando inició una colecta digital por fuera de plataformas que descontaran una comisión de las donaciones. “Tuve un ataque de odio y además me llevaron lo que tenía encima, hasta la camisa y una conservadora”, rememora el artista de 30 años, conocido en el ambiente como Agustín Quedate. “Era de noche y volvía a pie a mi casa desde el Macro (Museo de Arte Contemporáneo) cuando en la zona del Parque España cinco varones me golpean y me roban. Como no tenía mis llaves, le toqué el timbre a mi mamá todo ensangrentado. Necesitaba acceder a mi medicación porque soy VIH positivo, entonces desde el celular de ella pedí ayuda a través de un posteo de Instagram”, rememora.
“Conté la situación y habilité dos medios para colaborar por transferencia. La solidaridad fue impresionante y me ayudó a salir a flote. Hubo quienes se acercaron a darme dinero en persona, gente totalmente desinteresada que al día de hoy me sigue preguntando cómo estoy, aunque yo ya quiero cerrar ese capítulo. Lo cierto es que hubo bondad en la urgencia”, resume el joven, que pudo reponer todo lo sustraído y con lo que le sobró decidió hacerle un regalo a la madre. Cada paso que daba con el dinero obtenido lo publicaba en sus redes para transparentar y a modo de agradecimiento, subraya.
“Fue shockeante y hermoso el apoyo, no pensé que el posteo iba a ser tan viral: el 70 por ciento de la gente que me ayudó era desconocida. Como me donaban dinero, a su vez les donaba poesía”, finaliza sobre el ataque homodiante que también le trajo como contrapartida reparación material y emotiva, aunque los responsables del robo –al igual que en los otros casos mencionados– no han sido ubicados a la fecha.
Aplicaciones que recaudan fondos para acciones solidarias y causas sociales
El artista Juan Pablo Di Lenarda envió por WhatsApp un mensaje privado a sus contactos: “Claudia, una compañera trans de 32 años, necesita cinco mil pesos para costear la fumigación de la casa que está construyendo en un asentamiento irregular”. En 40 minutos reunió el dinero para pagarle al encargado de la desinfección y un extra para artículos de higiene y limpieza. Fue a través del sistema de cafecitos virtuales. No es el único caso en el que causas sociales de mayor o menor envergadura consiguen solventarse gracias a ésta y otras plataformas de financiación colectiva.
“La aplicación Cafecito está preparada para emprendedores independientes, gente de la cultura, quienes producen bienes intangibles y brindan servicios. Yo la frecuento por mi trabajo como artista y tengo un perfil”, cuenta Juan Pablo, poeta, activista LGBTTIQ y gestor cultural. “Cuando Claudia, a quien conozco desde chiquito, me comenta que tenía el terreno lleno de ratas y plagas, me resultó práctico hacer una convocatoria y que la gente pudiera ir viendo el porcentaje de progresión del objetivo”, agrega.
Influencers y organizaciones sin fines de lucro también apelan a estos circuitos digitales para llevar adelante sus proyectos o auxiliar a personas y colectivos en situaciones de emergencia.