La colonización de nuevos espacios en áreas previamente deshabitadas; la destrucción de ecosistemas, el cambio climático, las migraciones masivas de refugiados motivadas por guerras o por motivos económicos, la exposición de un número creciente de seres humanos a hábitats silvestres mediante prácticas como turismo aventura, senderismo, canotaje o paseos por la naturaleza, así como el contacto con de especies exóticas utilizadas como mascotas o aprovechadas como alimentos pronto ocasionó la aparición de nuevas epidemias causadas por enfermedades previamente desconocidas (enfermedades emergentes) o la reaparición de enfermedades que ya habían sido controladas (enfermedades reemergentes).
“...el daño al tejido social bajo la forma de marginación, pobreza, malas condiciones de vivienda, hacinamiento o guerras es otro factor importantísimo en la génesis de epidemias y pandemias, las cuales encuentran en el deterioro de las condiciones de vida un ambiente fértil para su desarrollo…” “...el daño al tejido social bajo la forma de marginación, pobreza, malas condiciones de vivienda, hacinamiento o guerras es otro factor importantísimo en la génesis de epidemias y pandemias, las cuales encuentran en el deterioro de las condiciones de vida un ambiente fértil para su desarrollo…”
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Imágenes del 2020, a 3 años de la pandemia del Covid-19. Barrio Toba de Rouillón.
Foto: Celina Mutti Lovera / Archivo La Capital
La aparición de la epidemia de SIDA a finales de los años ´70 parece marcar el punto de inflexión. El surgimiento de esta enfermedad, seguido pronto de la aparición de otras muchas enfermedades previamente desconocidas, como SARS, Nipah, Hendra, Ébola, Chikungunya y Marburgo, así como la reemergencia del dengue y la fiebre amarilla en el mundo subdesarrollado y la extensión de la enfermedad de Chagas-Mazza como problema sanitario a los países ‘desarrollados’, fogoneada por migraciones de infectados y donaciones de sangre infectada demostraron sin duda y de modo dramático la perenne vigencia de la Infectología y de la Medicina Tropical.
La tuberculosis, el dengue, el cólera, la fiebre amarilla o la leptospirosis son ejemplos de enfermedades reemergentes que muestran signos de expansión tras haber sido controladas durante mucho tiempo. En este sentido, la aparición de cepas hospitalarias multirresistentes constituye también un ejemplo de enfermedad emergente.
Entre las enfermedades emergentes dignas de mención, el síndrome pulmonar por hantavirus, la hepatitis C, el síndrome urémico hemolítico por E. coli enteropatógena o la aparición de casos de leishmaniasis cutánea o visceral son ejemplos recientes, y con impacto en Argentina.
Asimismo, y ya a nivel global, la aparición de graves epidemias causadas por coronavirus, así como la extensión del área geográfica afectada por el dengue brindan un excelente ejemplo de lo dicho.
Los coronavirus son una familia de virus que pueden causar enfermedades respiratorias. Hasta recientemente estos virus recibían poca atención por cuanto se consideraba que causaban enfermedades leves. Clásicamente se conocían cuatro coronavirus patógenos para los humanos (llamados HCoV 229E, NL63, OC43 y HKU1). Estos virus son endémicos en todo el mundo y representan del 10 por ciento al 30 por ciento de las infecciones banales del tracto respiratorio superior en adulto, las que se engloban en la denominación genérica de “resfrío común”.
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Imágenes del 2020, a 3 años de la pandemia del Covid-19. Personal de Salud se desinfecta.
Foto: Celina Mutti Lovera / Archivo La Capital
Sin embargo, en 2003 un nuevo coronavirus causó una grave epidemia de enfermedad respiratoria en humanos. Esta enfermedad fue llamada Síndrome Agudo Respiratorio Severo (SARS) y surgió en China cuando el virus causante – denominado SARS CoV- logró saltar la barrera entre especies, transmitiéndose desde pequeños mamíferos infectados a humanos. La epidemia de SARS fue muy alarmante debido a que cursaba con una mortalidad cercana al 10 por ciento de los casos y tenía una extrema contagiosidad.
Esta epidemia pudo contenerse fácilmente mediante la implementación de simples medidas de salud pública, puesto que el enfermo de SARS no contagia antes de desarrollar fiebre. Sin embargo, 8098 personas resultaron infectadas y 774 murieron, con un costo global estimado de entre 30 mil a 100 mil millones de dólares. Claramente, esta epidemia estuvo causada por el contacto con especies animales silvestres o exóticas usadas como alimento o como mascotas.
Pocos años después, otro virus emparentado con el SARS repitió el salto entre especies: En 2012 se detectaron casos de insuficiencia respiratoria con una elevada mortalidad en Arabia Saudita. Esta enfermedad recibió el nombre de síndrome respiratorio del Medio Oriente (MERS) y se identificó a un coronavirus como responsable el cual fue llamado MERS-CoV. Se trata de una enfermedad extremadamente grave, puesto que entre 50 y 89 por ciento de los pacientes requieren asistencia respiratoria mecánica y la letalidad ronda el 36 por ciento.
Esta enfermedad se caracteriza por una transmisión esporádica de animales a humanos y causa cadenas limitadas de propagación humana, en muchos casos debida a transmisión intrahospitalaria. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), hasta noviembre de 2019, MERS-CoV han ocurrido 2494 casos y 858 muertes, la mayoría en Arabia Saudita. Algunos murciélagos parecen ser el reservorio de esta enfermedad, aunque la transmisión a humanos se produce a partir de un huésped intermediario infectado, típicamente camellos o dromedarios.
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El 31 de diciembre de 2019, las autoridades chinas informaron la aparición de un brote de neumonía en la ciudad de Wuhan, relacionada con el antecedente de exposición en un mercado comunal donde se ofrecían animales vivos. Ello llevó a sospechar la presencia de un nuevo coronavirus zoonótico patógeno, y en enero de 2020 los investigadores del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghai y la Escuela de Salud Pública confirmaron esta hipótesis.
Como en el caso del MERS, el origen del SARS CoV-2 parece deberse al salto entre especies de un coronavirus que infecta murciélagos, requiriendo la participación de un huésped intermediario que podría ser el pangolín para terminar afectando humanos. De hecho, este virus es en un 98 por ciento idéntico a un coronavirus hallado en murciélagos de la región donde surgió la pandemia.
En lo que hace a la creciente extensión geográfica afectada por el dengue, los motivos que favorecen esta extensión son múltiples y complejos pero pueden resumirse en dos factores principales: por una parte, el cambio climático y la deforestación crean un ecosistema mucho más simple que favorece la proliferación del mosquito transmisor. Por otro lado, las políticas neoliberales que destruyen empleos impulsan las migraciones internas y la urbanización irracional bajo la forma de viviendas precarias, ambientes que favorecen a la vez el desplazamiento de personas infectadas por el dengue y el desove y la proliferación de mosquitos del género Aedes.
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Imágenes del 2020. Aún en aislamiento, en breve reabrían los shoppings de Rosario y la Pcia.
Foto: Héctor Río / Archivo La Capital
En todos los casos de enfermedades emergentes o reemergentes, el factor común son siempre la superpoblación, la destrucción de ecosistemas y el hacinamiento, los que redundan en una mayor exposición a enfermedades por contacto directo con animales infectados o favoreciendo la proliferación de vectores que transmiten enfermedades.
De este modo, mientras más y más daño causamos al planeta con nuestra actividad industrial y ecocida, más y más enfermedades nuevas iremos encontrando al contactar con patógenos que hasta entonces permanecían aislados en áreas remotas. Los hantavirus, el HIV, los virus Hendra, Marburgo, Chikungunya, Zika, Nipah y numerosas virosis hemorrágicas constituyen un ejemplo perfecto.
En el mismo sentido, el daño al tejido social bajo la forma de marginación, pobreza, malas condiciones de vivienda, hacinamiento o guerras es otro factor importantísimo en la génesis de epidemias y pandemias, las cuales encuentran en el deterioro de las condiciones de vida un ambiente fértil para su desarrollo. No en vano un viejo aforismo médico afirma que la pobreza no es saludable.
(*) Antonio Montero / Médico infectólogo, doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Investigador Independiente del Consejo de Investigaciones de la Universidad de Rosario. Ex Investigador Científico del CONICET. Director Científico del Centro de Medicina Tropical y Enfermedades Infecciosas Emergentes de la Facultad de Ciencias Médicas, UNR…