"Quiero llevar una manta sin nombres, un año en el que no haya muertos". Gladys Gonzáles, presidenta de la Organización de Familiares Enfrentando al Sida (Ofes) y principal impulsora de la ceremonia de las mantas que se lleva adelante cada 1º de diciembre, enunció ese deseo en 2018. Luego pasó la pandemia, siguió contando ausencias cada año, cumplió sus 80 y, aunque no pierde la fe, cree que "eso es casi una utopía". Las 30 mantas, una por año, llevan nada menos que los nombres de quienes convivieron con el virus del VIH en los últimos 30 años y son su propia historia. El nombre de su hija María José es el primero que aparece y años más tarde debió escribir el de su nieto Joel, de apenas 6 años. "Pero también están los de muchos otros que conocí y pasaron por mi casa", dice la mujer, que ya no puede concurrir a ese homenaje que ella impulsó. Es más, en este Día Mundial de Acción ante el Sida decidió dejar las mantas como legado a la ciudad y a su memoria colectiva. Una jornada en la cual, además, como cada año habrá testeos rápidos y gratuitos en efectores públicos.
Gladys hizo de su casa, junto a su esposo Hugo, un espacio de lucha contra el sida en tiempos donde "había que pelear por todo porque no había ni programas, ni medicamentos, ni atención adecuada". Incluso cuando entre otros familiares propuso iniciar el homenaje de las mantas, encontró resistencias.
"La enfermedad era un estigma, nadie quería mostrarse como familiar de un muerto de sida", recordó a La Capital en la previa de la pandemia, cuando participó de la ceremonias en la plaza Montenegro, el lugar donde cada año se reunían y desplegaron los lienzos. Habló de los tiempos en que los pacientes con VIH eran atendidos en tremendas condiciones en los sótanos del Centenario y cuando el laboratorio apenas los atendía una vez a la semana.
Para Gladys, estos 30 años son un ciclo. Incluso la última semana, la organización que fundó fue declarada institución distinguida de la ciudad en el Concejo a través de un proyecto de la edila del bloque Rosario Progresista, Susana Rueda.
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"Ya tengo 80, creo que mi sueño de la manta blanca (sin nombres de fallecidos) es casi una utopía y me parece que esta es una fecha de cierre, porque los familiares hemos cumplido", dice desde su casa, de donde sale poco por la edad y por un impedimento para caminar. Aunque desliza, como una esperanza, que "si hay manta blanca, claro que lo vamos a salir a decir".
No solo porque el nombre de su hija y su nieto formen parte de esa historia, sino por muchos otros. Gladys no deja de decir que para ella, "las mantas son algo sagrado" y lo argumenta: "Muchos han pasado por mi casa, uno llegó a estar más de cinco años viviendo con nosotros; los conozco y cada uno significó una ausencia y dolor, una espina más".
30 muertos al año
Ahora el destino de las mantas de estas tres décadas será la ciudad y el lugar no será la plaza, sino el Centro de Especialidades Médicas Ambulatorias (Cemar). "Qué mejor que un espacio de la salud municipal, donde siempre los familiares fuimos bien tratados y con quienes trabajamos tantos años", recuerda.
Damián Lavarello, director del Programa Municipal de VIH, Infecciones de Transmisión Sexual y Hepatitis Virales, no deja de señalar lo "elogiable" de la decisión de Gladys y agrega: "Ella es muy consciente de que estamos frente a una epidemia que se transformó en endemia y que significa en la ciudad un promedio de entre 30 y 40 muertes anuales, y no baja de allí".
Como Gladys, el especialista reconoce que él tampoco cree llegar a ver "la manta blanca". "Ciertamente son muertes evitables, de personas con diagnóstico tardío o bien con un diagnóstico y un tratamiento iniciado, pero que presentan otras complicaciones, en algunos casos alcoholismo o consumos problemáticos, o condiciones de vida que hacen que no tengan adherencia a los tratamientos".
Sucede que, como muchas otras enfermedades, con un tratamiento adecuado el virus del VIH puede hacerse imperceptible, pero no hay vacuna ni tratamiento que lo elimine por completo. "Estas son infecciones que, como en el caso de la tuberculosis, hasta que no aparecen vacunas o cambios muy relevantes en la vida de las personas, sigue habiendo muertes", dice Lavarello e insiste en el "difícil trabajo de prevención y testeo que aún se sigue llevando adelante".
Así, este jueves, a las 19, las 30 mantas pasarán a ser parte del acervo de la Municipalidad, que será la encargada de custodiar y preservar nada menos que la lucha de los familiares y la memoria de quienes convivieron con el virus del sida y murieron.
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Por última vez se repetirá la ceremonia en la esquina de Moreno y San Luis con el propósito de recordar, pero también de convocar a celebrar lo vital con la presencia de casi una decena de artistas de la ciudad, como Roberto Valentin, Cecilia Petrocelli, Marcelo Maraghello, Marianela Morelli, Claudia Degiorgi Benuzzi, Claudia Iannelli, Domingo José Galvano (Dome) y May Sax.
"Ahora ellos van a ser dueños absolutos de ese legado", recalca Gladys, aunque no deja de decir que "ojalá" ese recorrido colectivo que se plasmó en las mantas pase a ser parte de instituciones rosarinas, como el Museo de la Memoria o el Museo de la Ciudad, para "preservar toda esa historia".