El “súper” ministro no tiene tiempo, ni recursos. En cuanto al primero pensemos que si Sergio Massa logra domar los fantasmas alcanzaría apenas a consolidar un 4 por ciento mensual de inflación y el cierre anual se ubicaría entre 75 y 80 por ciento para 2022. Si, en cambio, no lo logra y todo sigue como hasta hoy, se consolidaría un 6 por ciento por mes y el balance inflacionario anual estaría en torno al 90 por ciento. Ni hablar si la cosa sale mal. Buscar culpables y no centrarse en las causas no ayudaría porque con estos niveles de inflación los precios aumentan por cualquier cosa.
La disputa por la conducción económica en el Frente de Todos dejó sin cabeza la cartera más sensible del Gabinete. El debate público fue altamente destructivo en lo político y en lo económico no logró algo central que es evitar que se siga regalando la energía en Argentina. Nadie duda que esta crisis tiene causas económicas reales, pero la disputa política fue determinante en consumir la confianza, uno de los ejes centrales de cualquier sistema económico.
En cuanto a recursos, todo plan de estabilización necesita dólares para ser posible y Argentina no puede endeudarse o le costaría demasiado. Quizás en este punto podamos testear si aportan algo los supuestamente aceitados contactos con Washington de Sergio Massa. La otra opción sería financiarse con impuestos que requerirían tiempo y mayorías legislativas que el oficialismo no posee de manera automática
¿Qué puede hacer?
Buscar capitalizar sus virtudes políticas en una crisis de origen político. Porque hasta hoy en lo económico la comunicación con la ciudadanía ha sido muy deficiente. Y hacia adentro, en el gobierno, la coordinación y comunicación entre áreas de gestión no alcanzaron a coordinar lo mínimo en dos años. En este punto el apoyo interno del resto de los miembros de la coalición debería ser notoria o explícita si quieren terminar mejor esta experiencia política.
En lo puramente cambiario y financiero Massa está obligado a ir adaptando el cepo para resguardar su activo más preciado: los dólares de las reservas. Y para eso no se puede centrar sólo en controles, Massa debería necesariamente mejorar la demanda de pesos con una tasa de interés mínimamente positiva. Lo que hoy está en juego es la degradación terminal del peso argentino para que emerja por descarte el delirante proyecto de dolarización. Es inentendible como el gobierno continúa cuestionándose el uso de la tasa de interés en plena corrida como la sucedida la semana pasada. Es un hecho que solo en Argentina puede suceder.
¿Qué no debería hacer?
No hay que ser monetarista para afirmar que en un régimen de alta inflación como el nuestro, la emisión monetaria generaría mucha inflación, porque en Argentina hoy todo se ajusta al instante. Tampoco hay que ser heterodoxo para observar que un ajuste es impracticable con los niveles de ingresos que tienen las familias. El talento que requiere nuevamente esta crisis es el de poder administrar con escasos recursos la inevitable devaluación del peso mientras se contiene el frente social buscando paliativos. Es la única manera de ir cortando el elemento más importante que tiene la inflación actualmente que es su propia inercia. Massa está forzado a ir devaluando el oficial para que no le consuman más dólares. Pero tiene que hacerlo de manera tan ordenada que no puede dejar de verse como un desafío mayúsculo debido a nuestra historia en estos procesos de crisis.
(*) Federico Fiscella es magíster en economía, docente de la Universidad de Rosario. Analista económico y financiero.
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