La trama recién se está desplegando, pero de confirmarse los hechos quedaría patente la hipocresía de que el presidente que se decía feliz de terminar con el patriarcado puertas adentro reproducía sus peores prácticas. Otra imagen para el álbum de fotos tóxicas de Olivos.
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En la opinión pública repercutieron más los reprochables comportamientos privados de Fernández que el proceso judicial que investiga el montaje de un sistema multimillonario para favorecer a brokers de seguros con contratos de organismos estatales, entre los que figura el esposo de la histórica secretaria del ex jefe de Gabinete de Néstor y Cristina Kirchner.
La sociedad parece acostumbrada a ver a presidentes envueltos en casos de corrupción que tienen como beneficiarios a allegados del poder, pero que un mandatario golpee a su mujer es una línea roja que no está dispuesta a tolerar. Punto para el movimiento feminista.
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La conducta de Fernández y el papel de dos organismos asociados a la cultura de lo “políticamente correcto” como los desmantelados Inadi y el Ministerio de la Mujer ponen aún más a la defensiva al progresismo en plena contraofensiva conservadora.
El desafío, nada sencillo, de los sectores que se ubican del centro a la izquierda del espectro político es despegar la agenda de la igualdad de la experiencia del Frente de Todos y volver a legitimarla a los ojos de las mayorías. En lenguaje maradoniano, Alberto se equivocó y debe pagar, pero el progresismo no se mancha.
Eso no significa que se haya construido una mayoría de argentinos y argentinas que avalen la derogación de leyes como el matrimonio igualitario, la identidad de género y de interrupción voluntaria del embarazo, hitos en la ampliación de marcos de libertad para las personas.
Sí implica que los hechos presuntamente cometidos por Fernández, la baja performance de organismos que suelen ser un blanco recurrente de la artillería libertaria y el sobregiro en ciertos debates demandan políticas más eficaces, transparentes y eficientes para terminar, o al menos aplacar, distintas formas de violencia.
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La filtración de las fotos de Yáñez revelan, de mínima, una falla en la custodia de material sensible en el juzgado a cargo de un integrante del grupo de funcionarios judiciales, políticos y empresarios que viajó a Lago Escondido y fue señalado por Fernández por cadena nacional.
A eso se suma la proliferación de otros videos en los que se escucha a Fernández pidiendo muestras de cariño con tono adolescente. El morbo y la chimentización de la política a pleno.
Desde el comienzo del gobierno del Frente de Todos era un secreto a voces en el mundo de la política el estilo de vida licencioso de Fernández. Una situación vivida con pánico primero y resignación después por los peronistas, y cierto regodeo por los entonces opositores. Todos tenían claro que el teléfono de Fernández era una bomba de tiempo, sólo faltaba saber cuándo iba a explotar.
En el balance final, Fernández parece haber tomado lo peor de las distintas presidencias desde 1983: la economía de Raúl Alfonsín, el ejercicio de la autoridad de Fernando de la Rúa y la ética de Carlos Menem.
La factura reputacional es todavía más alta porque en los tortuosos cuatro años en que fue inquilino del poder Fernández utilizó su ficha limpia judicial como un mecanismo para diferenciarse del macrismo, pero sobre todo como arma en la guerra fría interminable con el cristinismo.
Es una lección para los gobiernos que vienen: poner la vara moral tan alta puede ser riesgoso si no se tiene la capacidad para superarla.
El peronismo, frente a una situación crítica
Lo cierto es que cada chat que sale a la luz es un ladrillo que cae en el Muro de Berlín del peronismo, que se enfrenta a un duro fin de ciclo, que obliga a renovar liderazgos, actualizar su doctrina y a llevar a cabo la tarea más ardua: reconstruir el lazo de confianza con la sociedad.
“Es una situación muy critica y muy difícil de remontar para el peronismo. Por un tiempo va a afectar fuertemente la legitimidad social. Hay que asumirlo y no meterlo bajo la alfombra”, dice una dirigente provincial del peronismo.
En el kirchnerismo parece anidar la fantasía de preservarse del derrumbe, a pesar de que Cristina eligió a Fernández como candidato, La Cámpora controló los principales resortes del poder, el cristinismo vetó políticas como la eliminación de las tarifas, rompió de hecho el bloque en la votación del acuerdo con el FMI y amagó con vaciar el gobierno tras la derrota en las Paso de 2021. Hechos adheridos a la memoria social que tornan imposible despegarse.
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Sin soslayar todos los déficits de liderazgo que mostró en un cargo para el que no se preparó y para el que no tenía condiciones, convertir a Fernández en el chivo expiatorio del Frente de Todos puede funcionar sólo en el microclima militante, pero esteriliza un debate más profundo en un peronismo que se caracterizó por la vocación de poder y la conexión con los sectores populares. Hoy, ambos activos están en discusión.
“Tiene que correr sangre y producirse un reacomodamiento muy fuerte en el partido. La dirigencia que salga de acá tiene que condenar fuertemente el proceso del Frente de Todos. Sin eso vamos a un declive”, reconocen desde el peronismo santafesino.
Los aliados de Milei
Por lo pronto, Alberto es el mejor aliado de Milei. El escándalo le da aire al gobierno en un momento en que la visita de un contingente de diputados de La Libertad Avanza a condenados por delitos de lesa humanidad agitó la interna oficialista y los espacios políticos que hasta acá acompañaron al presidente se ponen más exigentes.
Ese es el caso del bloque que conduce Miguel Pichetto y el PRO de Mauricio Macri. Debajo del alto el fuego con Casa Rosada subyace una dura pelea por los fondos de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. La casa matriz amarilla es uno de los objetivos en el TEG de los libertarios.
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“O nos casamos o nos separamos, así esta convivencia no se sostiene mucho más”, dice un diputado nacional del PRO, disconforme con la estrategia política del gobierno y las dilaciones en sellar un acuerdo más integral, que incluya, entre uno de sus puntos, la presidencia de la Cámara para Cristian Ritondo. “Con ese movimiento todo se ordenaría y Martín Menem quedaría liberado para girar por las provincias. Es candidato puesto a ser gobernador de La Rioja”, plantea.
La agenda reformista de Pullaro
En sintonía con la provincialización de la política, Maximiliano Pullaro acelera su avanzada reformista. Esta semana empezó en la Legislatura el trámite para cubrir la estratégica Cámara de Ejecución Penal —parte de una remodelación integral de la Justicia—, el gobernador recibió el informe de la comisión de análisis del sistema previsional y se acerca la zona de definiciones sobre la reforma constitucional.
Como sucede desde que rechazaron en bloque la declaración de emergencia de Aguas Santafesinas, en la oposición señalan al oficialismo por retacear el diálogo.
“No manda la política, manda la matemática y los votos que tienen. Eso en algún momento se va a cortar”, dicen desde el peronismo, que intenta explotar, por ahora sin demasiado éxito, algunas pequeñas fisuras que aparecen entre el radicalismo y el socialismo.
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En el bloque de Amalia Granata también ventilan malestar por la aceleración del oficialismo y su impronta refundacional. “Quieren hacer todo lo que no hicieron en sesenta años que no gobernaron”, plantean.
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En la Casa Gris se sienten fuertes para redoblar la apuesta —por ejemplo, en la pulseada con los sindicatos docentes— y están convencidos de que están cumpliendo con el mandato social. La última encuesta de la consultora Innova, realizada en Rosario, muestra que entre mayo y julio Pullaro pasó de 63% a 66% de imagen positiva y acompaña en sus principales batallas. Por ejemplo, 79% acuerda con renovar la Corte Suprema, 13% no sabe y 8% está en desacuerdo.