Un informe señala que sólo el 8% de las empresas del país, cifra que se replica en Rosario, trata correctamente los residuos especiales que genera, entre los que se encuentran los residuos industriales, los peligrosos y los patogénicos. Los bajos niveles de adhesión a esta práctica alarman ya que siguen una tendencia al descenso desde hace más de un año, ya que a fin del 2020 el porcentaje era del 21%, mientras que en el primer semestre del 2021 fue del 10%. Alertan sobre los daños al medio ambiente y las consecuencias directas que esto trae sobre las personas, los animales y las plantas.
El estudio fue confeccionado por el Observatorio Ambiental de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) y la Dirección de Sustentabilidad de la Universidad de Buenos Aires (UBA), con el aporte de datos de la Cámara Argentina de Tratadores y Transportistas de Residuos Industriales y Especiales (Catries) y la Cámara Argentina de Industrias de Tratamiento para la Protección Ambiental (Caitpa). Para llevarlo a cabo, se tomaron las empresas que manejan residuos especiales que, según explicaron desde el observatorio, engloban a los industriales, peligrosos y patogénicos.
Si bien el informe es a nivel país, el coordinador del Observatorio Ambiental de la UNR, Matías De Bueno, indicó que el 8% resultante del estudio se traslada al plano local: “En Rosario y zona también es del 8%. En un primer informe, el año pasado, nos dio que, aproximadamente, el 10% de las empresas trataban sus residuos. Éste se hizo más amplio y nos dio que sólo el 8% lo hace”. Ese mismo valor era del 21% hacia el segundo semestre del 2020.
Según comentó el referente, las empresas que forman parte de Catries y Caitpa pasan la información de todos los residuos que tratan. Dentro del informe, se dividen según el tamaño de la empresa y los sectores existentes a nivel empresarial: construcción, agro, manufactureras, salud y petroleras, entre otras. Luego, todas esas empresas se dividen en grande, mediana y pequeña, para compararse la cantidad de residuos que generan en todo el país, según los informes existentes a nivel de registro público. Puntualmente, se trata de residuos que se generan contra residuos que se tratan.
Pasivo ambiental
Cada residuo tiene su tratamiento distinto, según explicó De Bueno, que para ejemplificar mencionó a los residuos electrónicos: “Muchos van al relleno sanitario común y eso genera una contaminación diferente a la basura normal. Lo que hay que hacer con eso es un tratamiento especial, un desguace para ver qué se puede reciclar porque hay distintos componentes que generan mayor y menor contaminación”.
“Estos residuos, mal tratados, generan enfermedades en la gente, en plantas y en animales. Y los residuos que no se tratan correctamente van al río, o a cavas clandestinas, o van a rellenos comunes y se mezclan con el resto de la basura. Esto genera pasivos ambientales”, agregó.
Consultado sobre este término, detalló que “un pasivo ambiental es un sector del ambiente que queda contaminado porque se introdujo un objeto extraño lo dañó, y deja a la tierra, el aire o el agua contaminados, generándole un daño relevante que necesita un tratamiento especial para ser descontaminado porque no se va a recomponer solo”.
Contaminación directa
De Bueno indicó que “el mejor ejemplo” que corresponde a un pasivo ambiental es la empresa Ar Zinc, que cerró en 2016 pero que acumuló denuncias desde antes de cerrar tanto por contaminación ambiental como por desmantelar la fábrica que funcionaba en Fray Luis Beltrán sin tratar los residuos como corresponde.
“Ar Zinc generó un depósito de gerosita al lado de la barranca del río, con miles de toneladas que generaron filtraciones y, encima, con la bajante del río hay riesgo de que eso se desbarranque”, contó, además de sumar otro ejemplo: “En Ceres, en una zona donde había una fábrica de baterías, hubo una filtración de los elementos con los que se trabajan para fabricarlas que contaminó las napas de agua y una nena falleció por tomar esa agua (el hecho ocurríó en enero del 2021)”.
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Los análisis que le realizaron a la menor en el hospital Orlando Alassia de la ciudad de Santa Fe indicaron que la nena consumió agua contaminada con metales tóxicos que se encontraban en las cañerías del lugar donde vivía con su familia, donde anteriormente había funcionado una fábrica de baterías.
Pocos controles
El objetivo del informe, indicó De Bueno, “es generar información para tomar políticas públicas ambientales. El problema es la falta de controles del Estado y la falta de compromiso de los generadores de residuos”.
“Es muy importante generar conciencia ambiental, tanto a nivel social como en los sectores privados que no trabajan con buenas prácticas. Se debe generar una mayor cantidad de programas por parte del Estado para que las empresas puedan generar procesos de reconversión industrial para manejar mejor los residuos y, sobre todo, debe haber mucho mayor control del Estado, que hoy es casi inexistente”, concluyó.