«Probablemente, a la mayoría de estadounidenses les llevó un tiempo aceptar el mensaje», dijo a Efe Glenn T. Eskew, sociólogo de la Universidad de Georgia.
«Una solidificación del apoyo a la reforma de los derechos civiles en todo el país por parte de los liberales que querían ver esos cambios», indicó como principal impacto el experto sociólogo.
La «Marcha en Washington» fue el broche a un verano lleno de descontento y manifestaciones por todo el país y que había comenzado «con la violenta represión de manifestantes pacíficos en Birmingham (Alabama) tres meses antes», recordó Eskew.
Las manifestaciones fueron vistas, en un principio y por el 60% de los estadounidenses, como una celebración ilícita; posteriormente el 50% opinaría que se estaba desenvolviendo con demasiada rapidez.
«En ese momento, la mayoría de los estadounidenses blancos vieron la 'Marcha en Washington' como un acontecimiento perturbador, incluso peligroso, que llegaba en medio de un nivel sin precedentes de conflicto racial», escribió Philip Klinkner, profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Hamilton (Nueva York).
El propio gobierno de Kennedy intentó que no se convocara la marcha, temeroso de que se convirtiera en un inconveniente para la Ley de los Derechos Civiles que el presidente había presentado previamente ante el Congreso.
Con todo, la poderosa imagen de King hablando de su sueño frente al monumento a Lincoln caló en los progresistas de todo el país y provocó que la mayoría blanca «comenzara a darse cuenta de que los negros ya no tolerarían el estatus quo», apunta Klinkner.