Tomar, guardar y, después, mirar fotos; escribir esquelas, libros, cartas;
filmar películas; grabar sonidos o dibujar son algunas formas, entre tantas, de registrar lo que
ocurre. Trabajar sobre esas formas es desplazarse sobre la memoria. Pero recrearla desde las
patios, sus plantas y ornamentos más o menos caseros es todo un desafío creativo. Y mucho de eso es
lo que se concretó en el Museo del Puerto de Ingeniero White. Recorrer el Paseo de los Bidones, así
se lo llamó, es conocer la historia de sus inmigrantes, del ferrocarril, del estibaje de entonces
pero también es acercarse al ingenio popular para adornar esos maravillosos relatos que encierran
los patios de cualquier casa.
Un profundo trabajo de campo devino en el Paseo de los
Bidones, que no sólo muestra parte de la historia de la zona sino que también fija posición. Este
museo, surgido desde los habitantes de Ingeniero White en una antigua construcción ferroportuaria,
no tiene jardín: tiene patio.
Y como tal alberga plantas absolutamente reconocibles en la
memoria. Malvones, moneditas o dólar, helechos serruchos, lazos de amor, hortensias o conejitos.
Esas son las obras que expone este museo a través de su patio, lejanas a los nombres científicos y
cercanas a historias que crecieron como gajos en cualquier casa de esta localidad ubicada a 10
kilómetros de Bahía Blanca.
Es que la nomeclatura doméstica dice más, y hasta se enreda
para conformar un relato, donde objetos en desuso albergan plantines.
Así, todo exhibe su valor agregado, ese plusvalor que
brinda el detalle que deja de ser adjetivo para presentarse como sustantivo.
Desde las típicas latas transformadas en macetas hasta
cubiertas de vehículos cuidadosamente recicladas, cada objeto cuenta aquí una historia.
Los vecinos de Ingeniero White abrieron sus patios al museo
y algo de esos espacios compone hoy el Paseo de los Bidones.
La experiencia, además, se difunde a través de un catálogo,
cuidadosamente editado. Presentado como un bloc de notas, explica con breves pero encantadores
textos las razones y sinrazones de este patio tan particular. También ofrece fotos y pequeñas
ilustraciones que permiten recrear el ambiente.
"¿No es hora de concebir a las plantas como un objeto
histórico más?", se pregunta Sergio Raimondi, autor de los textos del catálogo, inquietud que
extiende un poco más: "¿Interrogar las plantas no es interrogar las relaciones sociales, formas de
producción y de la propiedad, maneras legítimas del saber, prácticas de trabajo?".
"Los jardines pueden admitir la belleza, los patios no —afirma
Raimondi—. Los patios son lindos. Un lazo de amor en un sifón cortado y dado vuelta es
lindo... Ver florecido el malvón sirve para estar más contento cuando se toma mate por la tarde".
Simple memoria.