Periodista, especialista en nuevas tecnologías de comunicación, publicista
político, empresario, militante del Frente Amplio, ex miembro del comité central del Partido
Comunista uruguayo, Esteban Valenti (1948) ahora también decidió ser escritor. Para completar el
complejo perfil del autor de Las viudas rojas (Sudamericana) hay que decir que es italiano, vivió
en Argentina hasta los 13 años y luego partió hacia Uruguay. Responsable de la imagen política de
Tabaré Vázquez, tras 40 años de periodismo decidió contar su propia ficción, o no tanto, donde
retoma la tradición de las novelas de espionaje.
Valenti dialogó con Señales sobre su libro pero también sobre el espionaje hoy,
el impacto de las nuevas tecnologías, sus años clandestinos en Argentina y también sobre la tensión
con los entrerrianos por la instalación de la pastera Botnia (ver aparte).
En Las viudas rojas el lector se encuentra con un relato real pero no con la
realidad, y eso es lo que atrae, ese delgado límite. Tras el fin de la Guerra Fría y la caída del
muro de Berlín, un grupo de ex militantes de izquierda vuelve a ponerse en marcha.
—Periodista, escritor, publicista, empresario, especialista en nuevas tecnologías,
italiano, argentino y uruguayo, asesor político en comunicación, ¿y ahora escritor?
—Yo tengo 40 años de periodismo, por lo tanto 40 años de tener que explicar,
justificar, citar fuentes, demostrar qué es verdadero, y ahora descubrí que uno escribiendo novelas
no tiene que justificar nada, es Dios. La única justificación es que se te ocurrió a vos, así que
me gusta eso de novelista.
—¿Entonces escribir una novela es su manera de escapar del periodismo?
—Si. Voy a parafrasear a Roberto Fontanarrosa. Él decía que "los médicos
entierran sus errores y los abogados los cuelgan". Yo te diría que los dibujantes y los escritores
los publicamos. Es decir, Las viudas rojas es una novela sobre errores, para escapar, nostálgica,
pero con una mirada final con mucha ironía. Es una novela de espionaje político, muy actual. Es que
en la lucha entre la inteligencia humana y las tecnologías siempre va a ganar la inteligencia
humana, porque no es binaria, tiene pasiones, matices, desorientaciones, errores,
imprevisiones.
—¿Quiénes son las viudas rojas?
—Son viudas y no náufragos. Porque los náufragos pueden llegar a algún
puerto, pero las viudas del primer amor, del amor total, nunca se reponen, siempre siguen siendo
viudas. Los personajes en su mayoría son viudas rojas, en el sentido histórico. Gente que viene del
comunismo o socialismo, un oficial de la KGB, una espía y periodista yugoslava, un jefe de
seguridad italiano de los partisanos, un checo que fue jefe de una agencia de noticias pero que
también hizo alguna de las suyas y un periodista uruguayo que al final de su vida se le ocurre una
aventura: reconstruir en un instante aquellas pasiones, tensiones, que ahora están debajo de los
escombros, de los cascotes. Después, hay dos escritores que son fácilmente reconocibles: uno es
rojo, que es Vázquez Montalbán, y el otro es una viuda de los rojos, John Le Carré. Las cosas más
locas que aparecen en la novela no son ficción. La novela es una ficción, el armado y el entramado
es ficción, pero la realidad es más loca que la ficción.
—
¿Usted se considera una viuda roja?
—Absolutamente, por eso lo pude escribir, creo que es difícil escribir un
libro sobre las viudas rojas sin serlo. Yo asumo toda la condición de viuda roja, condición que no
voy a perder jamás, hago política, tengo mucho que ver con la política en mi país, estoy de vuelta
del duelo político pero de lo que no estaré nunca de vuelta es del duelo espiritual. De esas
heridas que se llevan en el alma y que no tienen cura.
—¿Por qué ahora una novela de espionaje?
—Porque vivimos el mundo del espionaje, nunca en la historia de la
humanidad el espionaje jugó un papel tan importante en todo. Nunca el ojo avieso, acuoso, de la
inteligencia ocupó un espacio tan importante. Antes el espionaje estaba relegado al nivel de las
cuestiones militares, industriales, empresariales y científicas. Hoy hay espionaje religioso,
cultural. ¿Dónde termina la paranoia del terrorismo? Los aparatos de inteligencia hoy padecen de
hipertrofia. ¿Alguien puede creer que el bombardeo al campamento de las Farc en Ecuador no tuvo
esencialmente una componente de espionaje e investigación tecnológica? ¿Alguien puede creer que no
hubo una operación de inteligencia en Georgia, con el Ejército 58 de los rusos estacionado en la
frontera esperando que los georgianos invadieran para en 24 horas penetrar casi hasta la capital?
No hay actividad hoy que no tenga un alto componente de espionaje.
—Usted se interesa por las nuevas tecnologías que están muy relacionadas con la
inteligencia en esta época.
—Absolutamente. Algunos creen que el sustento de la inteligencia actual es
sólo la tecnología, pero hay una cultura que le da sustento. Uno de los sectores más impactado por
ellas es el espionaje. Echelon, la red mundial de escucha y control, desde que yo escribí el libro
hasta ahora debe haber multiplicado por tres su capacidad de utilizar las nuevas tecnologías. Pero
esas nuevas tecnologías tienen un gran defecto: se hacen omnipotentes. Se presentan como capaces de
sustituir a la inteligencia humana, y diez terroristas volaron las Torres Gemelas, burlándose de la
más densa red de inteligencia, porque lo que le faltó fue inteligencia cultural. El suicida, no el
japonés, el suicida de hoy ha revertido todo. Introdujo un elemento humano absolutamente terrible.
Entonces esa cultura de la omnipotencia tecnológica, tan peligrosa en todo sentido, no se ha
demostrado triunfante.
—¿Usted estaba clandestino cuando residió en Argentina entre 1974 y 1978, como
responsable del aparato logístico del PC uruguayo?
—El primer año, no. Después, sí. Era miembro del comité central del PC
uruguayo y responsable de toda la logística del transporte clandestino. Yo a Rosario la quiero
mucho porque acá íbamos a traer al general (Líber) Seregni en un vuelo clandestino. Después él no
quiso salir y fue preso, pero lo íbamos a traer a un campo a 20 kilómetros de la ciudad, entre 1974
y 1975. En Rosario había un grupo de uruguayos que nos iban a dar apoyo. Nosotros teníamos un barco
que los Montoneros quemaron sin saberlo, cuando hicieron un atentado en una guardería en el río
Reconquista y ahí estaba nuestro barco. Teníamos además un avión Cessna. Nuestro sistema de
transporte cruzó a más de 200 personas.
—¿Usted es un espía?
—(risas) El que escribe sobre espionaje ya no es espía.
Botnia Sí
Esteban Valenti ha defendido la instalación de Botnia sobre el río Uruguay. Como
periodista ha escrito su posición. Tiene a su cargo Bitácora, un suplemento semanal del diario La
República, también participa en programas de radio y televisión. Admitió tiempo atrás que él fue el
encargado de entorpecer una protesta de entrerrianos en Montevideo. "Y lo volvería a hacer", dijo
en diálogo con Señales. Es que según la información que manejaba el periodista existía una estrecha
vinculación entre los piqueteros de Gualeguaychú y barras bravas de fútbol. "Fue una manera de
evitar males mayores", explicó.
botnia Sí