Después de mucho tiempo, el teatro rosarino vuelve a tener un lugar en las librerías, y la auspiciosa novedad se debe a las nuevas editoriales de la ciudad. Al reciente lanzamiento de una serie dedicada al género por parte de Baltasara Editora, se suma ahora la colección Tramoya, de El Ombú bonsai, que sale al ruedo con títulos de Rody Bertol, Daniel Feliu, Juan Pablo Giordano y Romina Tamburello y se propone conscientemente reparar un déficit de la cultura local: "Rosario tiene una producción dramática a la que la industria editorial no le ha hecho justicia hasta ahora. La colección Tramoya tiene como propósito publicar obras de teatro representadas en la ciudad, atendiendo a la pluralidad de generaciones y estéticas que se encuentran en los escenarios locales", dicen los editores.
Bajo la dirección de María Julia Rossi, la colección presentará así la semana próxima Mujeres de ojos negros, de Romina Tamburello; Servicio secreto. Mano de obra desocupada, de Juan Pablo Giordano, y Artificio casamiento, de Rody Bertol y Daniel Feliu. Los libros son de producción artesanal, "y se presentan con toda la impronta" de la editorial que conducen Nicolás Manzi, Rafael Carlucci y Rodrigo Castillo "en su búsqueda por el objeto bello y singular", con prólogos a cargo de distintos especialistas y fotografías de las obras en cuestión. La colección cuenta además con un consejo asesor integrado por Magdalena Aliau, Emilio Bellon, Rody Bertol, Liliana Gioia, Aldo Pricco, Patricia Rogieri y Clide Tello.
La directora, María Julia Rossi, nació en Rosario, estudió Letras en la UNR y teatro y actuación en la Escuela Nacional de Teatro y Títeres. Vivió cuatro años en Barcelona y actualmente reside en Pittsburgh, Estados Unidos, en cuya universidad se doctoró en literatura latinoamericana. En esta entrevista adelanta las perspectivas de la nueva serie de El Ombú bonsai.
—Las colecciones de textos teatrales son en general infrecuentes, y particularmente en Rosario. ¿Con qué expectativas se presenta Tramoya?
—En Rosario se escribe y se representa mucho teatro y también hay un público que asiste con constancia a las funciones en la ciudad. Sin embargo, esas obras de teatro sólo suelen quedar en la memoria de los espectadores de las puestas, intrínsecamente fugaces. Nuestra expectativa es ofrecer los textos teatrales en la experiencia duradera de un libro. Aspiramos también a configurar una cartografía de la dramaturgia local y, con los datos de las puestas que complementan cada edición y los prólogos, contribuir a la historia del teatro rosarino y a la reflexión crítica sobre el quehacer dramático contemporáneo y vernáculo. De algún modo, el principal anhelo es ocupar ese vacío que el circuito teatral deja en el sitio de la publicación.
—El teatro tiene espectadores antes que lectores. ¿Qué agrega la publicación de los textos?
—Muchos de esos espectadores son también lectores, pero no leen obras rosarinas simplemente porque no están disponibles . El espectador y el lector no son necesariamente personas distintas y muchos de estos libros están destinados a quienes estuvieron en las salas de teatro y quieran sumar una experiencia nueva, leyéndolas como obras literarias. Además, una obra no es una sola puesta sino muchas: estos libros son para nuevos actores y directores que se propongan hacer nuevas puestas con estas obras.
—¿Cómo eligieron las tres primeras obras de la colección y cómo funcionó el consejo asesor?
—Elegimos las primeras obras por lo que podríamos llamar afinidades electivas; Nicolás Manzi pensó en esta colección conversando con Romina Tamburello y Juan Pablo Giordano y los demás nos sumamos después. Incorporamos la obra de Rody Bertol y Daniel Feliu para recuperar una obra un poco anterior, una especie de clásico de la escena rosarina. El consejo asesor se formó simultáneamente durante el proceso de edición de las primeras tres obras. Este grupo de personas representa distintas esferas del ámbito teatral: la actuación, la producción, la formación, la crítica. Son personas que conocen en profundidad la vida teatral de la ciudad y cuya labor, en el futuro, será fundamental para la construcción del catálogo de la colección.
—Los autores de obras teatrales son rara vez percibidos como escritores. ¿Cómo se ubican los autores publicados en la colección dentro de la dramaturgia contemporánea? ¿Qué líneas o problemas atraviesan sus escrituras?
—Estas tres obras presentan estéticas muy distintas entre sí. Servicio secreto. Mano de obra desocupada tiene un contexto histórico y social muy marcado, que se nota en la procedencia de sus personajes y que, a su vez, se traduce en su forma de hablar y en las pesadillas que los atormentan. Mujeres de ojos negros es una obra que explora facetas de lo femenino en dos personajes tipo: la madre y la hija, multiplicadas y transmutadas. Artificio casamiento, en mi opinión, es heredera natural, en teatro, del Manuel Puig de Boquitas pintadas.
—¿Qué proyectos tiene la colección?
—Tramoya se propone sostener un ritmo de publicación constante de obras de teatro representadas en la ciudad, atendiendo a la pluralidad de generaciones y estéticas que se encuentran en los escenarios locales. No se trata sólo de publicar lo que puede verse en las salas ahora mismo —para eso puede y debe asistirse a las funciones—, sino obras que, a nuestro juicio, enriquecen la historia de la dramaturgia rosarina. Creemos también que el hecho de publicar estas obras es dar a los autores un lugar más visible en el paisaje literario, no sólo teatral. Es decir, invitarlos a dialogar con escritores que practican otros géneros.