Eso de la libertad, fraternidad y solidaridad parece que no era tan sencillo. Se sabe que costó vidas y duras disputas. Y las mujeres de entonces estuvieron a la altura de las circunstancias.
Eso de la libertad, fraternidad y solidaridad parece que no era tan sencillo. Se sabe que costó vidas y duras disputas. Y las mujeres de entonces estuvieron a la altura de las circunstancias.
Marcharon hacia Versalles para lograr que el rey y su familia salieran de su guarida real e incluso entregaron joyas para que triunfaran los ideales revolucionarios. Pero luego de la toma de la Bastilla, las francesas que participaron del movimiento volvieron a sus labores, como se suele decir.
Una de ellas, Olympe de Gouges, no se resignó. Rechazó el mandato de regresar a la vida privada para sostener el hogar y no admitió que la ciudadanía fuera considerada sólo para los hombres.
Entonces, y a pesar de ser una revolucionaria moderada, según dicen los historiadores, redactó la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadanía. Pensó demasiado para el modelo de mujer imperante y su cabeza rodó en la guillotina. Junto a ella, en los inicios del feminismo, también se ubica Mary Wollstonecraft, una escritora inglesa, madre de Mary Shelly, la autora de Frankenstein.
"Hombre, ¿eres capaz de ser justo? Una mujer te hace esta pregunta, por lo menos no le privarás ese derecho", disparaba Olympe en la introducción de su Declaración. Sin dudas, el estilo no era justamente la metáfora sino que más bien se acercaba a los manifiestos y panfletos que solía escribir cuando se gestaba el movimiento revolucionario.
Esta feminista de la primera hora nació en Montauban, Francia, el 7 de mayo de 1748, y Olympe de Gouges era su seudónimo. El verdadero nombre era Marie Gouze, y provenía de una familia humilde, su padre era carnicero y su madre, lavandera. Se casó muy joven con un hombre mayor, y quedó viuda al poco tiempo y con un hijo. En 1788 se trasladó a París, donde cambió de nombre, y encaró una carrera literaria, durante la cual escribió obras de teatro, entre otros textos. Sin embargo, crónicas de la época no la señalan como una escritora de prestigio.
Aunque defendía la posibilidad de una monarquía moderada, en 1789 se suma a la revolución. Fue entonces que se dedicó a escribir discursos, manifiestos y panfletos, e incluso participó de varias sociedades fraternas. Adhería a la ilustración, idea que se visualizó en La esclavitud de los negros, una obra de teatro en la que criticó con dureza la falta de libertad.
Su Declaración es considerada como un documento clave en los inicios del feminismo. Allí, De Gouges advertía en uno de los artículos que "nadie debe ser molestado por sus opiniones (...); si la mujer tiene el derecho de subir al cadalso, ella debe tener igualmente el derecho de subir a la tribuna, siempre que sus manifestaciones no perturben el orden público establecido por la ley".
Además, entre otros derechos, su propuesta de Declaración establecía que las propiedades pertenecían "a todos los sexos reunidos o separados; ellas son para cada uno un derecho inviolable y sagrado; nadie puede ser privado de ello como verdadero derecho de la naturaleza, sino cuando lo exige la necesidad pública, legalmente constatada, y bajo la condición de una justa y previa indemnización".
Definió el derecho igualitario en lo que a la ocupación de cargos se refería, también lo extendió a las obligaciones fiscales y avanzó en lo referente a derechos de familia. "La libre comunicación de los pensamientos y de las opiniones —proponía el artículo 11º— es uno de los derechos más fundamentales de la mujer, ya que esta libertad asegura la legitimidad de los padres hacia los hijos. Toda ciudadana puede, pues, decir libremente «soy madre de un hijo que os pertenece», sin que un perjuicio bárbaro la obligue a disimular la verdad".
Pero las ideas feministas de Olympe, que no hacían más que dar visibilidad a las mujeres en igual plano que los hombres, no fueron bien recibidas, y sumadas a su oposición a Robespierre, el 3 de noviembre de 1793 fue guillotinada.
La abuela de Frankenstein
Apenas un año antes de que De Gouges fuera decapitada, la filósofa inglesa Mary Wollstonecraft escribía Vindicación de los Derechos de la Mujer, obra valorada por los especialistas como una respuesta al pensamiento de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) sobre las mujeres.
El filósofo consideraba a las mujeres como un segundo sexo, y recomendaba que su educación fuera garantía para que cumplieran su cometido: agradar, ayudar y criar hijos.
Wollstonecraft nació en 1759, se casó con el filósofo William Godwin, uno de los precursores del anarquismo, y junto a él tuvo una niña: Mary Shelley, la autora de Frankenstein.
Durante los 9 años que duró su breve carrera, ya que falleció en 1797 a consecuencia de complicaciones de su parto, Wollstonecraft puso en evidencia contradicciones del pensamiento de la época sobre las mujeres.
Así, por ejemplo, señaló que aquellos que sostenían que el poder de un rey sobre sus súbditos era una cuestión detestable, por otro lado afirmaban que la mujer debía obedecer a los hombres. Y replicaba con dureza a los voceros de la Ilustración que defendían el ideal de razón como algo innato en todos los seres humanos, y a la vez concebían a la mujer como un corpus sensible, por ende sin capacidad para poseer determinados derechos.
La escritora inglesa en sus textos rechazó con vehemencia las ideas de Rousseau, según las cuales la mujer había sido creada para dar placer y someterse al hombre.
También refutó que la educación femenina debía estar orientada a hacer de las mujeres objetos de placer sexual, siendo éste su verdadera fuente de poder sobre el hombre.
Estudió, evidenció y criticó los prejuicios cuando comprobó que la igualdad y la libertad, de las que tanto se hablaba en la época de las luces, no fueron plasmadas en los cambios sociopolíticos, como por ejemplo en la revolución francesa.
"Los hombres en general, parecen emplear su razón para justificar los prejuicios que han asimilado de un modo que les resulta difícil de descubrir, en lugar de deshacerse de ellos", arremetía Wollstonecraft.
Para hacer "realmente justo el pacto social y para extender los principios ilustrados debe permitirse que las mujeres fundamenten su virtud en el conocimiento", algo que estaba vedado dentro de los esquemas educativos ingleses cuando empezaba a caer el siglo XVIII.
Por Javier Felcaro