Ahora que descansan los flashes y la mira está en otra parte —Kosovo,
Pakistán o una multimillonaria estafa al fisco en Alemania—, y cuando la montaña de papeles y
los cuatro mil quinientos periodistas y fotógrafos que peinaron la ciudad de Berlín durante diez
días se esfumaron, vale la pena hacer balance. Para América Latina, en especial, y para México, en
particular, un año grandioso en el Festival Berlinale 2008.
En la competencia dos películas latinoamericanas se alzaron
con tres de los más preciados premios: Lake Tahoe, del mexicano Fernando Eimbcke, se llevó la
distinción de Fipresci, el prestigioso reconocimiento de la crítica cinematográfica internacional y
además el Alfred Bauer por su aporte a la innovación del género cinematográfico. Y Tropa de elite,
el polémico filme del brasileño José Padilha, coproducido por Argentina y Estados Unidos, se quedó
con el Oso de Oro, entregado en mano por el director del jurado, nada menos que Costa-Gavras. "Un
héroe para el cine latinoamericano", como lo definió el director carioca, que agradeció en
portugués, inglés y alemán. ¿Qué más se puede pedir?
Argentina, por su parte, estuvo representada en la sección
Panorama con La rabia, de Albertina Carri; el estreno mundial de Café de Maestros, un sentido
homenaje al canon tanguero de Miguel Kohan, con la participación de Gustavo Santaolalla, y Nadie,
el cortometraje de Belén Blanco.
Lake Tahoe es la historia de un adolescente que choca su
auto contra un poste del alumbrado público en la carretera camino a su pueblo y, en busca de la
pieza para volver a hacer andar el vehículo, va descubriendo personajes y sus vidas. Crece. La
estética del detalle mueve la imaginación del director Fernando Eimbcke en este segundo
largometraje (el primero fue Temporada de patos), el detalle y el gusto por lo minimalista como una
concepción de lo cinematográfico, que lo lleva a valorar incluso el negro como lenguaje.
Pero Eimbcke no impregna la imagen negra con un título en
blanco como hacía el cine mudo. Mientras la pantalla está en negro el sonido adelanta los hechos.
Casi un homenaje a la radio, y Fernando asiente: "Es que el oído tiene más imaginación que la vista
y si ambos sentidos trabajan juntos es un despertar completo". Y le gusta citar una frase de la
directora argentina Lucrecia Martel: "No hago cine para olvidar sino para pensar". Lake Tahoe es
además un elogio del tiempo recobrado como lenguaje. En medio de producciones torrentosas
condecoradas con nominaciones, oropeles y stars, el minimalismo de Eimbcke parece que se agranda
con un brillo travieso en la mirada.
Una tropa polémica
Tropa de elite recibió un Oso de Oro inesperado, sobre todo
para una película políticamente incorrecta: la historia de un policía de una brigada especial
—Bope— que lucha contra la corrupción de sus pares y contra los traficantes de droga en
las favelas de Río de Janeiro. La historia y el protagonismo corresponde al policía y no a los
criminales, en este caso jóvenes y niños implicados en escenas de torturas y amenazas de
violaciones, narrada por una cámara inquieta y un corte febril que captura al observador sin
respiro. "Un golpe al plexo solar", tituló la desilusionada comentarista de Taz, el diario
progresista de Berlín.
Más allá de la impecable factura de este filme, el primer
largometraje de ficción de José Padilha, la película fue vista por 11,5 millones de personas antes
de su estreno, gracias a una copia pirata, por lo que se ha convertido en la cinta más vista de
toda la historia de Brasil. Y ha despertado una discusión feroz. Por un lado, en torno a la
corrupción de la policía; y por el otro, entre partidarios y opositores a los métodos de
erradicación del delito del Bope, o tropa de elite.
Padilha se hizo conocido en 2002 con el documental Onibus
174, donde relata la violencia y corrupción policial desde la mirada de un niño de la calle.
Su idea original había sido realizar un documental sobre la
tropa de elite, pero, según dijo, fue imposible conseguir que un Bope se expusiera frente a la
cámara.
Entonces utilizó el testimonio de uno de ellos para
acompañar la película de ficción, y habló de la tragedia: "En Río mueren más personas por semana a
manos de la policía que en Palestina. Pero en Río no hay ninguna guerra como en Palestina. Mi
película no es fascista —se defendió de las acusaciones del periodismo— mi película
narra el drama de una ciudad en manos de corruptos y criminales".
Lo que viene
El director Alex Rivera (Nueva York, 1973), de padre
peruano y madre estadounidense, presentó su largo de ciencia ficción Sleep Dealer, en la sección
Panorama y con él se llevó el premio de Amnesty Internacional. ¿Por qué ciencia ficción? "Filmo no
para contar cómo estamos, sino para saber adónde vamos", advirtió.
El enchufe de los pobres a la maquinaria de los ricos en
Sleep Dealer no es metáfora sino realidad. Migrar se ha convertido en algo casi imposible, hasta
las poblaciones más pequeñas están militarizadas. Los protagonistas producen a la distancia por
salarios ínfimos conectados con chips a las computadoras del imperio. El lema de la película podría
decir algo así como "hombres y mujeres de la frontera, la nanotecnología los saluda".
La frontera también es el tema del mexicano Juan Manuel
Sepúlveda que mostró La frontera infinita, su primer largometraje documental, en el Forum del
Festival, sección donde prevalece el cine experimental, testimonial y de denuncia. También la
realizadora Ishtar Yasin Gutiérrez (Costa Rica) aborda el tema en El camino. En el filme una
adolescente de Nicaragua tras los pasos de su madre, que migró a San José y de quien no tiene
noticias desde hace ocho años. Y frontera es la que va a atravesar el personaje de Julia, de Erick
Zonka, que huye a Tijuana. Fronteras de todo orden, separando un mundo de otro y a la vez
disolviendo en uno los deseos del otro.
Y como no sólo de premios vive el cine, esta Berlinale
convocó también a la música. Abrió a todo rock con el documental Shine a Light, de Martin Scorsese,
dedicado a los Rolling Stones, de factura intachable como era de esperar; continuó con Patti Smith:
Dream of Life, de Steven Sebring, y Heavy Metal en Bagdad, de Eddy Moretti en la sección Panorama,
que cerró con Café de los Maestros, un homenaje a las glorias del tango recorrido por Gustavo
Santaolalla, dirigido por Miguel Kohan, director argentino radicado en Los Angeles, y producido por
Lita Stantic.
La desbordante energía del mítico Mike Jagger rockeando
sobre los escenarios no opacó sin embargo la melancolía de una Patty Smith estrella del punk,
poeta, madre y activista política recitando a los clásicos, desde Allen Ginsberg a Rimbaud, y
cantado a capella en la conferencia de prensa.
Como también cantó Juan Carlos Godoy, el tanguero argentino
de 85 años, uno de los protagonistas de Café de los Maestros, que llegó a Berlín junto con los
músicos y realizadores. Godoy entonó frente al público "Percal... te acuerdas del percal". El
cantante encantó a sus oyentes y se despidió: "Y seguiré cantando hasta que alguien me pida que me
calle, porque con 85 años capaz un día de éstos la voz comience a quebrarse y...". El aplauso
sonoro del público berlinés fue contundente. Lo demás se lo llevó el viento.