El 10 de diciembre caerá el telón y Mauricio Macri no habrá conseguido ninguno de los objetivos centrales que había trazado para una presidencia concebida como el primer capítulo un nuevo ciclo político. Para el sociólogo Gabriel Vommaro la experiencia de Cambiemos termina con "dos grandes fracasos": no logró implementar su agenda de reformas promercado y subestimó la capacidad de supervivencia del kirchnerismo.
En esta entrevista con LaCapital, el autor de los libros "Mundo PRO" y "La larga marcha de Cambiemos" analiza los cuestionamientos al liderazgo de Macri —que provienen tanto de las entrañas del PRO como de sus aliados—, evalúa que a pesar de las tensiones entre sus socios la alianza seguirá en pie y considera que en su regreso a la oposición habrá en el oficialismo saliente una división del trabajo "entre halcones y palomas: dar gobernabilidad y a la vez mantener una base social reactiva, movilizada e intensa".
EM_DASH Macri termina su gobierno con indicadores económicos y sociales en rojo ¿Es un fracaso completo esta experiencia política o pueden encontrarse algunos éxitos?
—Desde el punto de vista de los objetivos trazados por la propia fuerza de gobierno hay dos grandes fracasos. El primero es no poder implementar la agenda reformista que tenía ese gran marco de referencia del cambio cultural, y que después fue explicitado en términos de una agenda de reformas más clásicas: previsional, impositiva y laboral. De todo eso se llevó a cabo a medias, y con muy bajo impacto final, una reforma previsional que encima generó costos políticos muy altos. El segundo fracaso es político: erró en su diagnóstico sobre la resiliencia del kirchnerismo y lo que significaba el peronismo. Cuatro años después es el kirchnerismo el que arma la fuerza de oposición más importante y la estrategia del Frente de Todos con lo que ya todos conocemos.
—¿Cuándo cree que se dio el quiebre entre el macrismo y la zona blanda de su electorado?
—En el el modo en que reacciona a la dificultad financiera autoinfligida que sobrevienen a mediados de 2018, que termina con el acuerdo con el Fondo. Empieza el giro en el discurso económico del gobierno: aparece la idea de que la disciplina fiscal es la única meta importante, y el discurso del sangre, sudor y lágrimas, una idea que el gobierno había evitado inteligentemente como recurso político. Aparece una idea de un gobierno insensible —que siempre era un riesgo por su origen de clase y por el tipo de personal político con el que contaba— y que no entiende la realidad, que termina de explotar con la reacción de Macri frente a las Paso.
EM_DASHHa planteado en algún momento
que el liderazgo de Macri se basaba en su competitividad electoral y, sobre todo, en su capacidad para ganar elecciones. Con la derrota a cuestas, ¿cómo imagina su liderazgo de acá en adelante?
—Es claro que Macri ya no es un líder indiscutido. Su liderazgo al interior del PRO y también en Cambiemos tenía que ver con su competitividad. Pero al mismo tiempo en un país presidencialista también estaba anclado en los atributos de la figura presidencial y la necesidad de sostener esa autoridad presidencial. Si Macri hubiera ganado de todos modos habría una disputa por la sucesión, que Macri hubiera podido controlar un poco más, pero ya aparecía esta idea del recambio. Ahora aparece dentro de PRO la idea de que Macri perdió competitividad porque perdió su capacidad de interpelar a sectores por fuera del electorado propio. Aparece la idea de los sectores más pragmáticos, los que pueden tener un discurso menos duro, menos económico, menos ideológico, de retomar la idea de ser esa fuerza de gestión sensible. Por otro lado el PRO es desafiado por el propio radicalismo, que ve la oportunidad de plantearse como un socio paritario de PRO en la coalición.
EM_DASH¿Puede haber una ruptura en Cambiemos o la UCR está buscando una redistribución del poder interno en la coalición?
—Creo que más lo segundo. Excepto los radicales más díscolos, que son los minoritarios y sin cargos electivos ni ejecutivos, para el resto del radicalismo la idea de abandonar la coalición no aparece en su horizonte, menos cuando esa coalición viene de obtener 40 puntos y se mostró competitiva. En esta Argentina ninguna de las coaliciones tiene la vaca atada, y los desafíos se ven en la performance del gobierno y en la capacidad de mantener la cohesión y la coordinación. Si los actores de la coalición Cambiemos lo entendieron y eso prima sobre incentivos más vinculados con apetencias de líderes o con cuestiones sectoriales la coalición permanecerá unida. No veo adónde podrían ir los que salgan de esa coalición. Uno puede decir lo mismo sobre el Frente de Todos. La performance económica y social en este país sigue siendo uno de los factores explicativos más claros de la suerte de las coaliciones políticas. Los integrantes de esa coalición entendieron que ganaban más juntos que separados y hay que ver por cuánto eso se mantiene.
—¿Cree que Juntos por el Cambio va a plantearle una oposición más cooperativa o más confrontativa?
—Tiendo a pensar en una combinación de ambas cosas. Si finalmente la presidenta de PRO es Patricia Bullrich habrá un guiño a la épica del final de la campaña y a un discurso agresivo, polarizante. A buena parte de la base electoral de Cambiemos ese tipo de interpelación la moviliza. Sin embargo, el PRO tiene el problema de que tiene un vínculo poco orgánico con sus bases: no son bases organizadas, que respondan de alguna manera mediada a la dirigencia política. En el peronismo los sindicatos y los movimientos sociales no responden ciegamente pero hay niveles de coordinación. Acá las bases están más dispersas, más descentralizadas, y con menos conexión con sus líderes. Hay bases que piden radicalidad, que piden una oposición dura. Por el otro lado, hay sectores del PRO y del radicalismo que probablemente tengan una posición razonable y dialoguista al principio del gobierno y que apoyen ciertas leyes que hagan falta. Puede haber una trabajo entre halcones y palomas: dar gobernabilidad y a la vez mantener una base social reactiva, movilizada e intensa.
EM_DASH¿Puede Alberto Fernández tender puentes hacia algunos segmentos del electorado macrista, como el mundo agrario y los sectores medios de las grandes ciudades?
—Desde el 2015 para acá en Argentina está habiendo un alineamiento programático de las grandes coaliciones de centroizquierda y centroderecha que en este momento coinciden con peronismo y no peronismo. En los 90 no coincidía de este modo. Ese perfil más programático de las coaliciones hace que no sea tan fácil desarmar sus bases. Hay un tercio del electorado que es el núcleo duro de Juntos por el Cambio que es antiperonista, de derecha, o ambas cosas. Ese núcleo duro encontró una fuerza que lo representa, que es competitiva, y no lo veo con posibilidades de ser perforado por estrategias de Alberto Fernández. En el mejor momento del kirchnerismo, el del 54 por ciento, había un 46 por ciento que estaba por fuera. El gran desafío de Alberto Fernández es consolidar su base a partir de buenas políticas y éxitos socioculturales y económicos -o por lo menos no fracasos- en el primer año de gobierno.
Por Claudio Berón
Por Alvaro Torriglia