—Sí, especialmente en Rosario. La provincia arrancó después y cuesta mucho porque tiene una extensión territorial muy grande y distintas realidades. La integración del sistema estatal y el privado, que en realidad trabaja para la seguridad social, es muy compleja.
—¿Qué comprende la seguridad social?
—A las obras sociales, a las prepagas. Argentina tiene un fenómeno que no se dio en ninguna otra parte del mundo: la participación de los sindicatos. El sindicalismo aparece como comprador de servicios y empiezan a surgir distintos oferentes. Articular todo el sistema con tanta oferta no es fácil, y esa oferta dispersa hace que el sistema pierda eficiencia.
—¿Por qué?
—Porque a pesar de que ciencias médicas y las ingenierías fueron definidas como estratégicas para el desarrollo, no se logra encuadrar al sector con una política clara de desarrollo y sobre todo de previsibilidad de acá a 20, 30 años. Rosario además tiene la particularidad de que la Facultad de Medicina admite el libre ingreso; eso también repercute en el mercado laboral. El resto de las facultades de medicina del país son poco solidarias con la de Rosario.
—¿Está a favor del ingreso irrestricto en Medicina?
—Estoy de acuerdo con el ingreso libre a la educación superior. Hoy es correcto que funcione así porque nadie sabe decir cuántos médicos hacen falta, está librado al mercado. Si nosotros tuviésemos un sistema de salud integrado se podría orientar el ingreso. Por ejemplo, tenemos un déficit tremendo de enfermeras y sobran médicos; la carrera de enfermería en otros países está jerarquizada socialmente, bien remunerada, con muchas exigencias en el estudio, y acá no es así. Son las políticas de Estado las que deben decir cómo se estimulan estas cuestiones.
—Dijo que el médico se defiende como puede...
—No hay un manual para la inserción laboral. Los estudios que hacemos nosotros reflejan una constante: el multiempleo. Casi la totalidad de los médicos de Rosario tienen dos o más trabajos, muchos tienen tres. Esto demuestra que la inserción laboral es complicada.
—¿El multiempleo atenta contra la calidad de la atención?
—Sí. Lo mejor es tener un único trabajo y estar cómodo. El estímulo principal, como para cualquier persona, es el ingreso, pero existen otros estímulos que cuentan y mucho, como la calidad del ambiente laboral. Obviamente, el multiempleo dificulta encontrar esos estímulos.
—Está claro entonces que el multiempleo afecta al médico, ¿y al paciente?
—También, afecta a todos. La sociedad está organizada y vive de esa manera. El médico no es la excepción. Siempre decimos que es imposible una profesión médica floreciente en una sociedad pauperizada. La obligación de instituciones como la nuestra es acompañar los procesos que contribuyan a mejorar la calidad de vida de la gente; tenemos que velar no sólo por los intereses particulares de los médicos sino del medio social que los rodea.
—¿Los médicos están mal pagos?
—Hay de todo; algunos están ganando bien y otros muy mal. Depende de la inserción laboral, que no siempre tiene que ver con sus conocimientos.
—¿Pueden vivir con un solo trabajo?
—En Rosario no. Las que se están registrando con dedicación exclusiva son las mujeres.
—Años atrás ser médico era sinónimo de prestigio social. Ya no parece ser tan así, ¿que pasó?
—Es una pregunta compleja. Es cierto que hay una pérdida de valores en la sociedad y en eso también tienen que ver los propios profesionales. Ser médico implica tener calle, leer el diario, estudiar otras cosas, ponerse en el lugar del otro, entender al otro. No sé si la principal tarea del médico es curar; en todo caso es aliviar el dolor, ayudar a bien morir y si se puede curar, mejor. Implica una contención humana hacia el paciente. De todas maneras creo que hay profesiones que siguen teniendo predicamento social: abogados y médicos. Quizás no como en otras épocas, pero siguen teniendo un peso social que no es menor. Y esto conlleva una gran responsabilidad. Por eso nuestras opiniones como entidad deben ser responsables, creíbles.
—Sin embargo, y pese a lo que usted sostiene, algunos de sus colegas dan la impresión de ser poco serios...
—Sí, porque hay buenos y malos como en todas las profesiones.
—Parece que están pendientes del paciente sólo hasta que le entregan la orden de pago de la obra social...
—En realidad hay cuestiones que desde el punto de vista técnico son muy fáciles de resolver. La angustia que carga el paciente que llega al consultorio es otra cosa diferente. Hay un viejo dicho que dice: "La angustia del paciente es la enfermedad, la angustia del médico es el diagnóstico”. Cuando sé qué tiene, sé que hacer; allí hay que empezar a contener al paciente. El apuro siempre es un mal consejero, hace que el médico cometa errores y trabaje mal. Porque muchas veces se cura con la palabra. El que no es humilde no aprende, y esa es una condición que uno trae desde antes de ser estudiante. También debo decir que el sistema no permite que el médico atienda relajado.
—¿Por qué siempre llegan tarde a las consultas?
—No todos. Yo muchas veces llego tarde, pero tengo una especialidad que no tiene horarios. También puede ser que haya una cuestión cultural en la demora; otros son muy neuróticos y llegan antes que sus pacientes.
—Le acepto que no son todos, pero el 90% llega tarde
−Capaz que sí, hay de todo.
—Rosario tiene médicos en exceso y en otras localidades no hay, ¿por qué?
—Hace falta un sistema que estimule a salir de Rosario. Desde hace algunos años se está pensando en eso. La provincia implementó en su residencia un sistema de rotación para que los médicos salgan del lugar donde se reciben con un año de salario. Pero es un problema real y no es sencillo de solucionar. Si tuviéramos un sistema integrado de salud, como el de los ingleses que es totalmente estatal, se podría hacer. Canadá, España, Alemania, tienen sistemas similares y funcionan muy bien.
—Es grave que los habitantes de pequeños pueblos, de cuatro o cinco mil habitantes, tengan que viajar para hacerse atender.
—Es una población que, en teoría al menos, debería dar para dos médicos generalistas. Pero ciudades como la nuestra atraen mucho a la gente, incluso vienen pacientes de otras provincias.
—Y los rosarinos van a Buenos Aires.
—Habría que ver cuántos son. Con el paso de los años hemos visto que hay menos necesidad de derivar pacientes. En muchas patologías no hay diferencias. Si es cierto que allá hay más complejidad, pero las demandas de salud de la región se pueden resolver acá sin ninguna duda.
—¿Cómo definiría la formación de un profesional recién recibido?
—El recién egresado tiene una buena base para aprender, en el mundo funciona así. Una de las cosas más caras es formar un médico. Difícilmente tenga solidez para ejercer si no hace una formación de posgrado. Y esto implica tres, cuatro años más de estudio. Yo soy jefe de residentes y les tengo plena confianza, aunque están supervisados.
—Se dice que los médicos estudian toda la vida.
—No hay otra posibilidad, de lo contrario es imposible ser un buen médico; claro que son distintas maneras de estudiar. El multiempleo conspira contra eso.
—¿Hay muchos juicios por mala praxis?
—En los últimos dos o tres años se dio un amesetamiento alto. Cuando cayeron los juicios laborales aumentaron los de praxis. Pero muy pocos llegan a sentencia.
—¿Dónde se aprende más?
—Depende de la formación que se esté buscando, en la salud pública se aprende mucho.
—¿Qué posición tiene la Asociación Médica respecto del cobro del plus?
—Bregamos para que no se cobren adicionales. Por eso es nuestra responsabilidad conseguir buenos aranceles.
—Hay médicos con pocos años de profesión y muy ricos, ¿cómo hicieron?
—No lo sé, no conozco la receta. Habría que ver qué nicho del mercado encontraron. Igual no es el caso de la inmensa mayoría de los médicos.
—El libro “Guardapolvos” cuenta que en las guardias hay mucho sexo entre colegas...
—Es un mito. Creo que es como en cualquier trabajo donde hay una convivencia muy larga y permanente. Yo he dormido tan cansado, tan muerto en la guardia, que jamás se me ocurrió pensar en otra cosa. Dormí en la misma cama con compañeras de residencia y lo único que queríamos era descansar.
—¿Quién es su referente en medicina?
—Muchos dirían Favaloro, yo me inclino por Esteban Maradona. Por su compromiso social.
—¿Cómo sobrellevan trabajar en los lugares más conflictivos?
—La violencia en los servicios de salud es un tema que nos preocupa desde hace varios años. Los medios por lo general destacan los casos de robos y las agresiones a los médicos, pero tiene muchas otras formas: violencia psicológica, violencia cotidiana entre pares; mientras más hostil es el lugar mayor es la tensión que se vive en los equipos de trabajo.
—¿Está de acuerdo con la custodia policial?
—En algunos lugares es necesaria. De todas maneras no alcanza con la policía; hay que abrir calles, sanear el ambiente, dar oportunidades laborales, fomentar los clubes de barrio. Lamentablemente, a veces el centro de salud es la única presencia de Estado.
—¿Cómo hacen para ejercer en ese contexto?
—Es cada vez más difícil. Los médicos no van más en auto, no llevan celular, ni reloj, ni plata. En algún momento llegar con el portafolio de médico era estar blindado, un pasaporte, ahora ya no lo es. La degradación social y la guerra ente bandas han vuelto ingobernables a algunas zonas. También es muy compleja la situación para las ambulancias.
—Seguramente cada día debe ser más complicado que los profesionales vayan a los lugares más calientes de la ciudad...
—Hay profesionales que no quieren ir más y otros a los que hubo que sacarlos para protegerlos. Hay cada vez más miedo. Igual hay que decir que la mayoría toma todos los recaudos posibles y sigue adelante. Los riesgos son tantos que nosotros hasta tenemos hecha una guía de procedimientos posataque. Por eso el Estado tiene que ser cada día más inclusivo. La única forma de salir de esta situación es con una decisión estatal que lidere el proceso y que tenga el apoyo del resto de las instituciones.