El humo del gasoil quemado flota por encima de miles de cabezas. Las antorchas encendidas
iluminan a la masa de trabajadores que camina por la avenida Belgrano, rumbo al bajo, para rendir
homenaje a Eva Perón, máximo ícono popular de la Argentina. “No creo que nadie en el mundo
sea tan venerado como Evita, a 58 años de su muerte”, desafió Hugo Moyano, uno de los
oradores centrales del acto, y responsable principal de la masiva movilización.
Con los sindicatos grandes como columna vertebral —Camioneros,
Smata, Utedyc y La Fraternidad, entre otros—, los trabajadores peronistas enrolados en las
corrientes kirchneristas concretaron un impactante acto con unas 40 mil personas en la noche de
Buenos Aires. “Donde existe una necesidad, existe un derecho”, se la recuerda a Evita
desde decenas de carteles. Con Néstor Kirchner como orador final, la conducción de la CGT y varios
ministros del gabinete nacional colmaron un escenario robusto y amplio.
“Tenemos inflación cuando alguien se lleva más renta que la que le
corresponde”, desafío Kirchner en su discurso a la clásica teoría inversa, que culpa al
crecimiento salarial del aumento de la inflación.
La evocación a Evita en particular, y al primer peronismo en general,
toca fibras sentimentales de los trabajadores. Sin embargo, aquella etapa histórica dejó para los
trabajadores algo más que una experiencia emocional con sus líderes políticos. Transfirió al menos
un 25 % de la renta nacional —de manos del capital— a manos de los trabajadores, que
alcanzaron por un breve lapso el mítico 50 y 50% (compartido con empresarios). Al cabo, la
verdadera razón de “la felicidad del pueblo”. Esa disputa por la rentabilidad
revitalizó Kirchner, anoche, frente la multitud.
La evocación de Evita fue otra vez una excusa que encontró el peronismo
filokirchnerista para una demostrar fuerza y capacidad de movilización. Y también una puesta en
escena de un estado de ánimo. El kirchnerismo siente que está recuperando terreno en la
consideración pública, y ya lo celebra por anticipado.
Eva Perón, la Abanderada de los Humildes, falleció aquel 26 de julio del
52, a las 20.25, y hasta ese instante esperó toda la conducción cegetista y del PJ sobre el
escenario para dar inicio del acto. La liturgia de ayer, sobre la avenida Paseo Colón, en el barrio
de San Telmo, incluyó la puesta en el aire de la inolvidable voz del locutor radial que por días,
meses y años, repitió a posteriori del 26 de julio trágico: “Siendo las 20.25 tengo el
penosísimo deber de comunicar el fallecimiento de la jefa espiritual de la Nación”. Y a
posteriori, el minuto de silencio de la multitud de jóvenes trabajadores que casi en su absoluta
totalidad nacieron varias décadas después de la muerte de Eva.