La palabra "populismo", como concepto analizable de la teoría política, abarca en la Argentina un extenso campo de abordaje con sus vindicaciones y anatemas. Para los refutadores, remite, ante todo, a una forma de construcción política cuyo vértice es ocupado por una líder fuerte, afectivo y demagógico, y que sus medidas se suelen caracterizar por el cortoplazo. En los últimos años, desde el centro del poder y su "intellegentsia", el término "populista" es usado para culpar de todos los problemas estructurales que afectan al país. Ese atajo intelectual es el que se propone desmontar el libro "Populismo, razones y pasiones", una compilación de textos realizado por Silvina Carozzi, Beatriz Davilo y Juan José Giani.
El libro se presentará el próximo jueves 4 de abril, a las 19, en la Facultad Libre (9 de Julio 1122). Además de sus autores, disertarán Horacio González, Eduardo Jozami y Oscar Madoeri.
"La intención del trabajo es cuestionar la visión unidireccional, reduccionista y argumentalmente pobre del populismo como una forma anómala de la política. Queremos mostrar su complejidad", afirmó Giani a La Capital, a modo de síntesis sobre los motivos que llevaron a la elaboración del libro.
—¿Cuál fue la idea básica que los llevó a hacer este libro?
—Si bien es un tema de larga data, hay una reactivación en un sentido peyorativo del calificativo populismo. Por diferentes razones, locales e internacionales. Las locales, porque desde que triunfó Cambiemos, la palabra populismo es permanentemente utilizada como denostación del gobierno anterior. Y un contexto internacional que coadyuva a eso, porque hay distintas expresiones de fenómenos antisistémicos (Trump en EEUU, Bolsonaro en Brasil, y fenómenos ligados a la xenofobia en Europa). La intención del trabajo es cuestionar esa visión unidireccional, reduccionista y argumentalmente muy pobre del populismo como una forma anómalo de la política. Queremos mostrar su complejidad.
—El gobierno no solo habla de un pasado inmediato, sino que va más atrás. Habla de 70 años de fiesta populista...
—Si bien en esto hay mucho del combate del presente, Cambiemos versus kirchnerismo, evidentemente en una mirada de largo plazo hay una asociación, correcta a mi juicio, entre peronismo y populismo. Si uno tiene que simplificar muchísimo, hay dos miradas del populismo. Una mirada es la que asocia al populismo con determinados fenómenos históricos, ubicados en América latina en la década del 40: el peronismo, el varguismo en Brasil, el cardenismo en México, el ibarrismo en Ecuador, el aprismo en Perú.
—Le llama la atención que esa palabra no solo es usada por intelectuales o ideólogos de este gobierno, sino que forma parte del discurso cotidiano de la calle.
—La derecha, con cierta precariedad analítica, asocia populismo con irresponsabilidad, demagogia. Eso tiene dos vertientes. Una es política y que da origen a este libro, que esa misma derecha utiliza esa forma de descalificación como una manera de impugnar procesos de inclusión social. Y segundo mostrar que esa asociación es arbitraria. Hay una utilización artera del populismo como descalificación.
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Foto: Angel Amaya / La Capital
—En el último tiempo, ¿el que le da cierta densidad a la palabra populista es Ernesto Laclau?
—Cuando aparece las primeras forma de populismo, en el siglo XIX, son movimientos que utilizan ese termino orgullosamente. Después, con el paso del tiempo, hay una visión denigratoria, como el autoritarismo, la demagogia. ¿Por qué produjo tanto estrépito Laclau? Primero por una cuestión política: un intelectual muy ligado al kirchnerismo, pero además hace todo lo contrario: dice que el populismo no solo no es una forma degradada de la política, sino que es la forma más sublime de la política. El escribió un libro "La razón populista". Laclau ahí está diciendo que el populismo es una forma interesante de la racionalidad política, y no peligrosa e irracional. Y esto no lo dice un sindicalista subido a una tarima, sino un intelectual con mucho prestigio en la academia europea. Eso además en sintonía con un momento de la historia Latinoamericana donde surgen un conjunto de fenómenos muy críticos del neoliberalismo y con fuertes liderazgos: Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Kirchner en Argentina, Correa en Ecuador. Y esos "populismo" surgen como una forma de crítica socialmente inclusiva al neoliberalismo de los 90.
—No debería sorprender que denosten la palabra populismo Marcos Peña, por ejemplo. Pero también la impugnan Pichetto o Urtubey, que son peronistas...
—Por empezar no va ser la primera vez que el peronismo encuentre en sus filas voceros de pensamientos de la derecha. No debería sorprendernos. Los nombres que refería en la pregunta, utilizan el mismo dispositivo conceptual que usa Cambiemos para hacer una diferenciación con el kirchnerismo.
—Antes hablaba de un clima político en América latina. ¿Por qué esos movimientos en la región no tuvieron continuidad?
—Esta pregunta se analiza en el libro. Si uno escapa de esa visión tan pobre del populismo, hay dos características de una construcción populista. Primero, lo que se llama la frontera antagónica, donde hay dos voluntades políticas ardientemente contrapuestas, donde incluso la afectividad cumple un rol muy importante. El rol del afecto en la política cumple un rol importante. En general, la tradición liberal ve el afecto en la política como un rasgo peligroso, porque lleva al fanatismo. En el populismo hay fuertes afectividades y como dos campos enfrentados, y esos campos, que son diversos, los aglutina un líder. Eso funcionando así tiene dos problemas. Muchas veces la construcción de esa frontera antagónica lleva al sectarismo, a ciertas formas de autoritarismo, lleva a que el actor populista vaya perdiendo progresivamente adhesiones. Y segundo, genera una excesiva dependencia de ese líder. Cuando ese líder desaparece o no puede transmitir su liderazgo de una manera eficiente, esa identidad populista se debilita. No son las únicas, pero son dos de las razones que explican la derrota electoral del populismo reciente en América latina.