Hasta el paro que viene. Esa es la lógica que, lamentablemente, les espera a los gobiernos no peronistas. Mucho más si se trata de una mala política económica como la que viene llevando adelante Cambiemos. La de ayer fue la huelga número 40 desde la rentrée democrática. En 1983 había 500 mil planes sociales, hoy hay casi 20 millones. "Esto fue para atrás", podría cantar Moris.
El acatamiento al paro fue muy alto, pero algunas cosas han cambiado y lo notará quien tenga las capacidades perceptivas sensibles a la hora de escuchar al otro, algo que muy pocos hacen. Y si no se escucha al otro, no está de más escuchar al secretario general de la UTA Rosario, Manuel Cornejo: "Al no haber colectivos ni taxis la gente no va a trabajar. Pero la gente está cansada de estos paros sin sentido. Acá no se persiguen los objetivos. Este paro es con fines políticos. Ni los trabajadores del transporte están convencidos. Estos paros son estúpidos".
Esos dichos de Cornejo fueron lo único que salió de la linealidad casi monótona que sucede siempre después de un paro. El gobierno dice que otra hubiera sido la historia si se le permitía al trabajador ir a trabajar y la CGT considera que fue un parazo. Nadie ni nada va a sacar de sus casillas ni a la CGT ni al Ejecutivo nacional.
Lo que sí ha cambiado respecto de otros tiempos es que hoy la central sindical muestra una orfandad casi absoluta a la hora de canalizar políticamente estas medidas de fuerza hacia algún candidato o referente peronista. Es más, muchos creen que los triunviros de la CGT terminan siendo funcionales al único liderazgo peronista que, aunque raleado, hoy talla a la vista de todos: el de Cristina Kirchner.
Así como al peronismo le cuesta encontrar su hábitat cuando está fuera del poder, al sindicalismo que hoy conduce la CGT no le resulta tan fácil acelerar la disputa contra el presidente Mauricio Macri. Y eso no es por una cuestión cercana "al modelo económico", sino porque el presidente le cumplió y le pagó deudas pendientes a la central sindical como nunca antes nadie lo había hecho. Ni los cumpas Néstor y Cristina. Cambiamos.
Ayer, como nunca antes, se extendieron en los comercios abiertos y en las redes sociales muchas críticas a los organizadores del paro y de los piquetes. La historia no se hace ni escribe con potenciales, pero queda flotando la sensación de que, con los medios de transporte circulando, la adhesión al paro hubiese sido muchísimo menor.
La eterna recurrencia argentina a utilizar siempre los mismos atajos, aunque se logren siempre los mismos efectos, va generando algunas modificaciones en ciertas capas de la sociedad pero, en lo que refiere a las cúpulas hay que volver al inicio: luego de 40 paros, nada cambió.
Y el que crea que es sólo una opinión subjetiva de alguien que no entiende a los movimientos, dirigentes y/o aparatos sindicales, que lea las declaraciones de Cornejo. No hay astilla peor que la del mismo palo.
Sin embargo, lo que viene no es promisorio: Macri dijo que no hay plan B a su mala política económica. Hasta el paro que viene, entonces.