Alfonso Severo, testigo en el juicio por el crimen de Mariano Ferreyra, aseguró hoy que “pase lo que pase” va a presentarse a declarar ante el tribunal, al recibir esta madrugada el alta médica del hospital Finochietto de Avellaneda.
Alfonso Severo, testigo en el juicio por el crimen de Mariano Ferreyra, aseguró hoy que “pase lo que pase” va a presentarse a declarar ante el tribunal, al recibir esta madrugada el alta médica del hospital Finochietto de Avellaneda.
El testigo, que fue hallado anoche en la localidad bonaerense de Gerli, partido de Avellaneda, y fue conducido al hospital Finochietto del mismo municipio, al mantener un breve contacto con la prensa antes de retirarse del hospital expresó: “pase lo que pase voy a ir a declarar al juicio”, por el crimen de Ferreyra.
Severo agradeció “el apoyo de la Policía” y aseguró: “Voy a hablar con quien tenga que hablar, que será con la Justicia”. Tras el arribo del testigo y sus familiares del hospital, dos móviles policiales quedaron estacionados en la entrada de la vivienda de Severo, a pocos metros del nosocomio donde fue atendido.
“Estaba esperando el colectivo en la esquina de mi casa en Mariano Acosta y Clemenceau, a una cuadra de la fábrica de Cristalux. Ahí apareció Severo, y al verme me pidió si lo podía ayudar, que estaba secuestrado”, sostuvo Fabián Abba, quien trabaja en la sección Circulación del Diario Popular y asistió al testigo en su vivienda de Gerli.
Agregó que “al principio no lo creí pero luego cuando vi que estaba con los precintos me di cuenta quien era. Lo llevé a la puerta de mi casa, le saqué los precintos y le serví un vaso de agua fría ya que estaba muerto de sed y muy nervioso”.
Abba señaló que llamó al 911 y que como no llegaba nadie, Severo pidió que llamara a la remisería que es de su propiedad y al poco tiempo se hicieron presentes varios amigos de Severo.
El hombre añadió que “lo había reconocido, pero que no quiso preguntarle nada por el estado en el que se encontraba Severo”, aunque éste pudo narrarle cómo lo habían secuestrado: le cruzaron una moto y con una pistola en la cabeza lo subieron a un auto; fue lo único que me contó ya que estaba muy aturdido y agitado.
“Estaba muy nervioso, lloraba y tenía sed. Sólo le di un vaso de agua porque no quiso entrar a mi casa: dijo que había estado secuestrado y que no quería estar encerrado”, relató. (Télam