Pablo Avelluto es el ministro de Cultura de la Nación, pero también es un intenso polemista. Se ríe cuando se le dice que lo único que funciona bien en el país es el cine argentino, pero toma esa situación como un contraste frente a quienes chicanean al gobierno por una supuesta fragancia extranjerizante.
En una entrevista con LaCapital, el funcionario asegura que las investigaciones en curso se pueden comparar con el Nunca Más de la corrupción. Avelluto se muestra partidario de cambiar el nombre Néstor Kirchner del Centro Cultural porteño. "Soy partidario de que ese nombre se cambie. Tiene que haber una nueva ley. Hay que acabar con el culto de la personalidad. Imagínese si en 1982 le hubieran puesto Leopoldo Fortunato Galtieri a una plaza o a un centro cultural. O si en 1975, le hubieran puesto José López Rega a una calle. Hay que dejar pasar diez años en cada caso, eso es muy sabio", declara.
—Hay dos realidades que ocupan toda la atención: el mal estado de la economía y la investigación de la corrupción. ¿Cómo observa esta situación?
—La aparición de los cuadernos es un punto de inflexión en nuestra historia. Hoy estamos viviendo una suerte de Nunca más de la corrupción. Si a la vuelta de la democracia aprendimos todos que los crímenes de Estado eran más graves que los de las organizaciones armadas, hoy la corrupción en manos del Estado nos debería llevar a un puerto parecido. Así como en aquel momento había periodistas valientes que se animaron a denunciar, ahora sucedió lo propio en torno a la obra pública, al manejo del dinero público. También hay un poco del show del horror. Soy optimista con respecto a lo que pasa.
—¿De dónde nace ese optimismo?
—La Justicia está funcionando, está la ley del arrepentido, el periodismo nos dio una lección a todos. Acá hay un cambio cultural. Esto ocurre en un contexto de dureza económica, donde vimos la vulnerabilidad de nuestra economía frente a determinados procesos internacionales. No puede dejar de pensar que los miles de millones de dólares que no tenemos y le pedimos al FMI tienen que ver con los miles de millones que se robaron. Ojalá aparezcan. Huno un manejo discrecional de noche y niebla, con bolsos, valijas llevados de un lado al otro. Si se lo tratás de contar a un extranjero puede resultar a sus oídos como inverosímil. Tenemos visiones morales diferentes con los líderes del kirchnerismo. Ellos creen que se puede robar de esa manera. Hoy los veo como a los viejos hombres del Partido Comunista, que presenciaron la caída de la Unión Soviética. Y veo a ciertos militantes que compartieron políticas y apoyaron ese proceso, y pienso lo difícil que debe ser para ellos poder explicarlo. Las evidencias son abrumadoras.
—Ahora bien, hay una franja importante que dice: "Acá no va a pasar nada".
—Necesitamos volver a creer en la Justicia. Como al aire que respiramos. No nos podemos permitir una decepción y un desengaño.
—Por eso le vinculaba la pregunta inicial con el estado de la economía. El riesgo es que, a falta de pan, al fin, sea todo circo.
—No, no. Creo que detrás de esas concepciones reside una subestimación de la capacidad de análisis de la gente. La situación económica es difícil y la corrupción existió. El riesgo es que aparezca un discurso nihilista del tipo: "Son todos iguales". Pero mucha gente está convencida de que no somos todos iguales, que mayoritariamente somos honestos y pagamos los impuestos. Esto no pasó en un día, y los gobiernos de Néstor y Cristina se formaron en este país. Hay que ver qué pedacito de culpa tenemos. Imagínese si seguían en el poder. Era un momento histórico que parecía moverse hacia una sucesión de Scioli's, Cristina's, Máximo's.
—¿Le sorprende tanta resistencia de los intelectuales al macrismo?
—Pensé mucho en ese tema. Hay una construcción basada en prejuicios. Y los prejuicios en política son muy peligrosos, porque generan incapacidad para el procesamiento racional de la información. A mí me criticaron muchos intelectuales identificados por el kirchnerismo, porque decían que íbamos a cerrar y vaciar e Instituto Nacional del Cine, pero resulta que este año tenemos récords de rodajes, con más de 80 películas rodas en el primer semestre.
—¿El cine argentino es lo que mejor anda, o lo único que anda?
—(Se ríe). Lo mejor que anda. Tenemos en este momento, en todas las provincias del país, la promoción de cine argentino, domingo a jueves, al 50 por ciento, durante cuatro semanas, y ya estamos arañando el medio millón de espectadores de películas nacionales. Ahora, el contraste de la realidad es lo peligroso. Es lo que quiso demostrar Casero con el ejemplo del flan.
—Pero a usted, que es un intelectual, ¿no le hace ruido lo de Casero?
—Me pareció una manera divertida e ingeniosa de retratar un momento de profunda incomprensión, de algunos sectores del proceso político y cultural.
—¿No es Casero el Barragán del PRO?
—No creo que sea el Barragán del PRO. Nadie ve los restos de la casa incendiada y todos pretenden lo que creen que les corresponde. Estamos atravesando un momento muy complejo, tuvimos una gran sequía. La aritmética no es de derecha ni de izquierda: dos más dos es cuatro, sea cual fuere tu ideología. Ahora, si tu ideología te lleva a pensar que dos más dos es tres, es muy difícil ponernos de acuerdo. El kirchnerismo fue una narración mítica muy emocional.
—¿En base a todo lo que usted dice, no es una contradicción que el centro cultural porteño se llame Néstor Kirchner?
—Soy partidario de que ese nombre se cambie. Tiene que haber una nueva ley. Hay que acabar con el culto de la personalidad. Imagínese si en 1982 le hubieran puesto Leopoldo Fortunato Galtieri a una plaza o a un centro cultural. O si en 1975, le hubieran puesto José López Rega a una calle. Hay que dejar pasar diez años en cada caso, eso es muy sabio. Hoy Raúl Alfonsín es reconocido como por todos, pero en 1989 tenía muchos detractores. Las pasiones de un momento requieren reflexión, la investigación de los periodistas. No se olvide que Cristina, en 2011, sacó el 54 por ciento de los votos. Hay un barrio en Castelli que se llama Julio De Vido. ¡Tenés que vivir en el barrio Julio de Vido!
—En Granadero Baigorria había una calle que se llamaba Julio De Vido.
—Es como le digo. Por algo no tenemos una calle que se llame María Estela Martínez de Perón, ¿no? O una calle Raúl Lastiri. La historia va a acomodando a sus protagonistas cuando las pasiones de la historia van quedando atrás. Detrás de las grietas hay un camino a reconquistar, que es el de la convivencia. Y eso requiere que compartamos ideas y nociones comunes. También es necesario el paso del tiempo para no cometer errores como los que mencioné antes.