Pese a su acumulada experiencia como auditor desde 2007 hasta 2015, el galvense y conocido dirigente peronista Oscar Lamberto aclara que ello "difiere sustancialmente" de la condición de titular de la Auditoría General de la Nación (AGN), en la que fue ungido por acuerdo parlamentario cuatro meses atrás. Es, en rigor, el máximo controlador del gobierno central.
El propio Lamberto explica a La Capital que "la AGN es el máximo órgano de control externo de la Nación que depende del Congreso y tiene a su cargo el contralor de la gestión, ya sea administrativa, financiera y de resultados de todo el sector público". Y agrega: "Lo hace a través de informes técnicos producidos por equipos de trabajo que visitan organismos y estudian expedientes, contratos y toda clase de documentación. Es decir, evidencia, porque los informes se basan en evidencias. Eso pasa por todo un proceso, va por departamentos y gerencias y termina en un colegio de auditores formado por siete miembros que debe aprobar el informe".
—¿La AGN define si un acto de gobierno es correcto y está o no bien realizado conforme las normas?
—Tal cual. Los informes, una vez aprobados por el comité de auditores, son enviados al Congreso para su tratamiento y se publican en la página web del organismo.
—¿A qué áreas gubernamentales auditan?
—Salvo unas pocas excepciones en las que la propia ley impide que actuemos, a todas. En general, en todo lugar en el que hay aportes presupuestarios del tesoro puede actuar la Auditoría. En muchos casos, también actuamos por convenios cuando algún sector público quiere que lo auditemos para un trabajo específico. Además, recientemente se han agregado auditorías ambientales e informáticas, que es un poco lo que se viene.
—¿Es el único organismo al que se le exige una conducción diferente en lo que hace a la identidad partidaria en relación a la del gobierno que debe auditar?
—La enmienda de 1994 le dio rango constitucional a la AGN y en su artículo Nº 85 establece que a su titular lo debe nombrar el principal partido de la oposición que cuente con mayor cantidad de bancas en el Congreso (sumadas las de Diputados y el Senado) y, de esa parcialidad, se propondrá su nombre. Los otros miembros de la Auditoría (tres por Diputados y tres por el Senado) surgen por consenso mayoritario de todas las fuerzas que integran cada cuerpo. Cuando había bipartidismo era, generalmente, dos y uno. Pero ahora que las Cámaras están más repartidas ingresó de Diputados un auditor por la UCR, otro por el Frente Renovador (FR) y un tercero por el justicialismo.
—¿Esperaba ser nombrado al frente de la máxima instancia de contralor del gobierno?
— La verdad es que no. Estaba totalmente alejado y aprovechando para hacer cosas que, con tantos años de actividad política, no había podido encarar, como escribir o leer. Estaba convencido de que un ciclo se había cerrado. De modo tal que esto es un desafío, casi un volver a empezar.
—¿Por qué cree que lo llamaron, en un momento en que ponerse de acuerdo con el PJ no es una empresa fácil?
—Supongo que es la confianza de mucha gente. Quiero creer que tienen la seguridad de la honestidad de uno a lo largo de una carrera política de toda una vida y eso decantó el nombre. Si no se tiene la certeza de que el controla es confiable, poco eficaz puede ser el control. Y es así, como usted dice: el PJ venía en un momento delicado con toda la discusión por Ricardo Etchegaray (quien renunció a ese cargo por cuestionamientos judiciales) y empiezan a preguntarme. El primero que llama me dice que me están proponiendo para la AGN y lo tomé medio en broma. Después me llaman y reafirman que están todos de acuerdo, y eso en el PJ? Así que fui a hablar con (José Luis) Gioja, el presidente del partido, y luego con el senador (nacional Miguel Angel) Pichetto, figura relevante en la bancada partidaria de esa Cámara. Y bueno, sí, el consenso era total. Si había alguien que se oponía, no hizo manifestaciones públicas al respecto. Y acepté.
—¿Y ahora?
—En 2017 la AGN cumplirá 25 años y nos estamos preparando para el futuro. Son tantos los cambios que experimentó el mundo, sobre todo tecnológicos, que también eso llega a los organismos de control. El gobierno está preparando un proyecto para despapelizar el Estado en poco tiempo, hay que cambiar la forma de controlar. En lugar de comprobantes, dentro de poco vamos a revisar sistemas o a captar la información a través de las redes. Eso será un cambio cualitativo en la organización, para el cual nos estamos preparando. El año próximo incorporaremos un sistema que se llama Sica y que consiste en poner a todas las auditorías en red y captar la información, su procesamiento, con lo que saldrá el informe desde el sistema. Pero eso requiere de capacitación apropiada.
—¿Y se están preparando?
—Hemos realizado algunos avances importantes, como que la AGN esté en el teléfono. Hay una aplicación a la que todo el mundo puede acceder a lo que hacemos, a lo que informamos y a los informes que se publican. Este año incorporamos la novedad de presentar auditorías en video, porque a veces la lectura de los informes, que son largos, se vuelve tediosa. Y, si hay quienes deseen leer más, tiene información extra en la página web de la AGN, en fichas, el Ejecutivo y el completo. Toda la información está al alcance de la gente. Otra novedad es que hemos comprado un drone para controlar rutas, construcciones de viviendas, bosques, ríos y minería. Hoy la tecnología nos está dando la posibilidad certera de cotejar lo que dicen los papeles.
—Despapelización de la administración, control aéreo con drones, ¿qué más?
—Hay un acuerdo de la ONU con el organismo máximo internacional que reúne a todas las auditorías para que éstas, en cada país, controlen el cumplimiento de los objetivos de la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible. También en eso tenemos que entrenar a nuestro personal. Hoy se comprende que, si se abusa más allá de lo necesario para satisfacer las necesidades del hombre, estamos poniendo en riesgo la vida del planeta. Estamos controlando eso y tenemos más de cien auditorías ambientales. Hicimos auditorías en la Antártida, minería y sobre pasivos hidrocarburíferos, entre otras.
—¿Cómo inciden sus informes en los cambios actitudinales de los funcionarios que ejecutan las políticas?
—Con reacciones variadas. Hay quienes los toman muy en cuenta e interactúan rápidamente con nosotros para corregir. Entienden que la AGN no es una enemiga sino que es un organismo para un mejor Estado. Y hay quienes no les gusta mucho que los controlen. En estos temas juega la opinión pública: cuando más involucramiento de la ciudadanía hay en los informes, es cuando más fortaleza éstos adquieren y menores las chances de los funcionarios de ignorarlos.
—¿Cuál es su balance en estos cuatro meses?
—Es una cosa rara porque yo era auditor, que es muy distinto a ser el presidente de la AGN. El auditor se enfoca en un trabajo específico. El presidente debe conducir una casa con una organización que tiene 1400 trabajadores distribuidos por cada rincón del Estado y la responsabilidad que significa representar a la AGN ante el Congreso. No soy de los que creen que la historia comienza cuando uno llega, hay 25 años atrás. Respetando toda esa historia, estamos poniendo énfasis en el avance a ese futuro tan vertiginosamente cambiante. Si el Estado no va a tener papel y la AGN seguirá pidiendo comprobantes, perderá su razón de ser en ese desfasaje, por ejemplo. Estos son los esfuerzos que estamos haciendo. A mis 72 años, estos cambios son, incluso, un desafío hasta personal. El mejor control es el que hace el ciudadano cuando tiene la información en sus manos. Y nuestra tarea es darle la mejor y más completa información.
Oscar Lamberto lleva cuatro meses al frente de la Auditoría General de la Nación (AGN).