La excarcelación del ex presidente brasileño Lula Da Silva, que coincidió con la reunión del Grupo de Puebla, coronó las dos primeras semanas como presidente electo de Alberto Fernández, en las que se mostró particularmente activo en política exterior: recibió el apoyo de Donald Trump en cuanto a la deuda con el FMI, se reunió en México con el presidente Andrés Manuel López Obrador y un grupo de empresarios encabezado por Carlos Slim y se entrevistó con el ex presidente ecuatoriano Rafael Correa. En el medio, continuaron los chispazos con Jair Bolsonaro, el presidente del principal socio comercial argentino.
Esta cadena de gestos anticipa parte de lo que vendrá en los próximos cuatro años, en los que Fernández deberá entrenar sus habilidades como equilibrista, tanto en el frente interno como externo.
La Capital dialogó con tres analistas internacionales y el diagnóstico es compartido: Fernández lidiará con un mundo todavía más complicado que el que enfrentó Macri. El escenario global, resaltan, está dominado por la disputa geopolítica entre EEUU y China y el tránsito conflictivo hacia un nuevo esquema de poder global.
Los especialistas coinciden también en otro punto: el objetivo de reactivar la economía argentina dominará la agenda exterior de Fernández. Para eso, señalan, será necesario incrementar las exportaciones y, sobre todo, encontrar una salida al laberinto de la deuda.
El desafío es mayúsculo: el contexto económico presenta más amenazas que oportunidades para la Argentina y puede volverse todavía más hostil para el país si los presidentes Trump y Xi Jinping no llegan a un acuerdo duradero.
Precisamente, hace pocos días Trump llamó por teléfono a Fernández y le expresó su apoyo con respecto a la deuda que Argentina tiene con el FMI. Sin embargo, no es la bondad la que rige las relaciones internacionales, sino el interés: ¿Qué condiciones podría aceptar y cuáles no Alberto Fernández en una negociación con Estados Unidos?
Según el director de las carreras de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad de San Andrés, Federico Merke, Trump “prefiere una Argentina estable y que se vaya reordenando”, pero podría exigir al nuevo gobierno “una actitud más crítica hacia Venezuela”; algo que obligará “a Fernández a hacer un equilibrio muy delicado”, estima.
El doctor en relaciones internacionales por la UNR Esteban Actis agrega otros dos posibles condicionantes. Uno es el clásico paquete de “reformas estructurales” que solicita el Fondo. Para el investigador, los costos sociales y políticos de avanzar con el recetario del FMI serían elevados para Fernández, aunque el nuevo gobierno sí podría “matizar reformas pero con otro tinte, no el liberal u ortodoxo que plantea el Fondo”.
Además, la administración Trump podría jugar otra carta: que Argentina “tome distancia de unas iniciativas chinas que EEUU considera peligrosas para sus intereses”, como la tecnología 5G o el megaproyecto de infraestructura de la Ruta de la Seda, del que la Argentina todavía no forma parte.
Tensión con Brasil
Pero el futuro de la Argentina se juega también en otro frente: Brasilia. Julieta Zelicovich, doctora en relaciones internacionales por la UNR, recomienda al analizar la tensión entre Fernández y Bolsonaro “separar el discurso de los presidentes respecto del rol del otro Estado pero apuntando a los electorados nacionales y lo que son las acciones de fondo”.
En este último aspecto, explica, existen vínculos estructurales comerciales e institucionales que amortiguan los choques y marcan límites a los presidentes.
Actis, por su lado, reconoce que será difícil “tender puentes” entre ambos países porque “desde la redemocratización por primera vez en Brasilia y en Buenos Aires hay visiones antagónicas de cómo se ven la región y el mundo”.
Así, será clave para Fernández relacionarse en Brasil “con actores secundarios o poderes importantes que puedan mantener a flote una relación que va a ser complicada”.
En un conflicto abierto, advierte Actis, Argentina lleva las de perder. Brasil representa el 21 por ciento de su comercio exterior mientras sólo el 4 por ciento de las exportaciones brasileñas va hacia Argentina.
Merke observa en el caso de Bolsonaro “un juego de equilibrio entre ideología e intereses” y evalúa que “buena parte de la relación bilateral va a estar dada por cómo juegan China y EEUU”.
En el corto plazo aparecen dos paradas importantes para el bloque regional: la segunda vuelta en Uruguay, donde el Frente Amplio podría perder el gobierno, y sobre todo la Cumbre de Jefes de Estado que se realizará el 5 de diciembre en Brasil, sólo cinco días antes del traspaso de mando en Argentina.
La reunión se prevé tensa: Bolsonaro pretende la reducción del arancel externo común del Mercosur.
Una región en crisis
Pero más allá de Brasil y el Mercosur, el contexto regional tampoco ayuda a Fernández: América del Sur está cada vez más fragmentada en términos de integración y se multiplican las crisis políticas, que más allá de sus particularidades nacionales tienen un mismo disparador: la frustración económica y el resentimiento de la población hacia la dirigencia política.
“Los procesos de convulsión de cada uno de los Estados va a hacer que en su primer año de gobierno Fernández esté más bien solo en la gestión de estos problemas, en tanto que cada país deberá resolver solo sus conflictos —anticipa Zelicovich—. Un punto a destacar en esto es el rol de los actores externos: cómo juegan Estados Unidos, China y la Unión Europea en la región. Esto va a llevar tiempo en que cada uno de los procesos internos sedimenten; hoy es un momento de altísima incertidumbre y complejidad en la región”.
En ese marco, Zelicovich afirma que “Argentina sin dudas tiene que velar por la prevalencia de los órdenes democráticos” en Sudamérica, aunque también admite que “la capacidad para intervenir es nula”.
En la misma clave, Merke sostiene: “Alberto Fernández tiene que dialogar con todos los presidentes de la región. Ahora, la capacidad que tiene Argentina de elaborar una agenda regional que intente recrear Unasur o algún espacio de diálogo sudamericano lo veo mas dificil. La relación con México la interpreto como señales más que como un plan de acción concreto”.
Actis, en tanto, plantea que Alberto Fernández podría capitalizar la estabilidad democrática argentina: “Podría proyectar prestigio internacional a través de intentar mostrarse como un actor activo en volver a pensar espacios de concertación política que no van a resolver la crisis, porque son muy fuertes y domésticas, pero sí que puedan tener una voz y una ayuda diplomática para tratar de evitar una América latina dividida, con problemas de gobernabilidad. También puede ser un activo externo que sea traducido domésticamente como una capitalización política hacia el interior de la coalición de gobierno y también, tal vez, en un futuro en términos políticos”.