La pata radical del reutemismo se hizo añicos y la ilusión de un grupo de dirigentes radicales
de Convergencia de recuperar protagonismo se quebró en el mismo momento en que terminó el partido
que depositó a Central en la B Nacional.
Los desaciertos y la soberbia de Horacio Usandizaga fueron una estafa a la confianza de los
hinchas canallas, pero también un mazazo, quizá irremontable, para las aspiraciones políticas de
sus viejos compañeros de ruta.
Aglutinados por la nostalgia de los buenos tiempos en los que Convergencia monopolizaba la
interna radical y, más aún, por la amistad y las largas cenas compartidas con Usandizaga, fueron
dando pasos para tratar de reinstalarse en el escenario político. Y vislumbraron un escenario
propicio para pelear su retorno a los cargos públicos.
Festejaron el triunfo de Reutemann sobre Giustiniani el año pasado tanto como el empate de
Burdisso sobre la hora en el primer partido de la promoción. Y gastaron a cuenta con los 31 puntos
que sacó el equipo de Cuffaro Russo en el Apertura. Algo siempre tuvieron en claro: ellos, por sí
solos, jamás tendrían los votos necesarios para volver. Necesitaban la consolidación del Lole como
candidato presidencial y de una gestión prolija de su líder en Central.
Incluso hicieron un almuerzo en Carcaraes con representantes del reutemismo para expresarles
sus coincidencias y apoyo al senador nacional.
Todo parecía marchar sobre ruedas. Por eso, el 21 de marzo pasado, en Rosario, se produjo la
“refundación” de Convergencia y se eligió una mesa provincial de conducción encabezada
por el ex legislador rosarino Miguel Basaldella. El ex defensor del Pueblo Ricardo Cicarelli
explicó los méritos para su designación: “Basaldella es el segundo apellido de
Usandizaga”. El objetivo final era que el Vasco se pusiera otra vez al frente de la corriente
interna.
Convergencia dominó la UCR santafesina durante los años 80. Allí, en su esplendor político,
Usandizaga dijo por primera vez que su sueño era ser presidente de Central. Fueron tiempos en los
que su estilo frontal, bravuconadas y desplantes rendían en las urnas. Fue reelecto con holgura
como intendente de Rosario y dos veces el hombre más votado de la provincia. No le alcanzó: nunca
fue gobernador.
Bastaron noventa minutos para hacer pedazos la estrategia para un nuevo retorno.
El descenso de Central cerró definitivamente la vida política de Usandizaga. Y Convergencia
sufrió una dura goleada. El único de esos dirigentes que alguna vez tuvo votos propios fue
Usandizaga. El resto disfrutó de sus buenos momentos y ahora también pagará por su desastroso
final.
Muchas cosas han cambiado desde aquella mesa larga y con expectativas de Carcaraes, en 2009.
Reutemann está cada vez más lejos de una eventual candidatura presidencial en 2011 y Roxana
Latorre, que ese día ocupó la cabecera, ahora almuerza con otra gente y nombrarla es pecado en las
filas del senador.
El final de Usandizaga, tal vez, no debería sorprender. Hizo en Central lo mismo que en
política. Renunció como intendente en 1989, a mitad de su mandato, después de que lo votara más del
50% de los rosarinos. Llegó a la presidencia canalla con el 65% de los votos, vociferó insultos y
prometió títulos, y el 23 de mayo dejó al club en la B Nacional. Esa noche renunció y se fue sin
dar explicaciones.
En el fútbol, como en política, Usandizaga terminó en el descenso. Sus amigos, los de
Convergencia, los que apostaron a él para volver, hace mucho que no juegan en primera.