Como esos equipos que vienen en una racha adversa y en las tribunas empezaba a aparecer el murmullo, con el acuerdo con los bonistas privados Alberto Fernández encontró el triunfo que estaba necesitando. Sin embargo, el fixture del campeonato económico está lejos de resultar sencillo. Se vienen la negociación con el Fondo Monetario Internacional y el Club de París, la sanción del presupuesto 2021 y la implementación de una serie de políticas que levanten la curva del PBI. Eso, sin contar al frente sanitario, donde el combate al Covid-19 está en su peor momento.
Lo cierto es que además del alivio financiero que implica el entendimiento con fondos de inversión que tienen carteras gigantescas —BlackRock, por caso, maneja activos por 6 billones de dólares—, la llegada a buen puerto de las negociaciones implica también un alza de las acciones de Fernández, en dos niveles: como presidente y como líder de su coalición.
En este marco, la socióloga y docente universitaria Sol Montero plantea que el acuerdo con los acreedores externos representa para Fernández el haber encontrado un horizonte. "En el marco de una situación que es puro presente e incertidumbre absoluto una noticia como esta viene a traer la idea de un largo plazo", afirma.
Esta previsibilidad no es sólo para la población, remarca, sino también para los actores económicos y políticos. "Ya se empezó a ver, empresas petroleras están empezando a considerar de otra forma invertir en Vaca Muerta", argumenta.
Para el politólogo Gustavo Córdoba, director de la consultora Zuban Córdoba, el fin de la pulseada con los acreedores externos representa al menos tres cosas al mismo tiempo: es un punto de partida para administrar variables económicas, marca "una victoria simbólica ante quienes habían cuestionado la inexperiencia y el perfil de Martín Guzmán" y muestra "la prudencia de evitar un tono triunfalista frente al acuerdo".
Por su lado, según el politólogo Gustavo Marangoni, director de M&R Asociados, el arreglo con los bonistas es "un envión político y anímico importante" para el presidente, ya que uno de sus objetivos para el primer tramo de su gobierno era evitar un default que lleve a la Argentina a litigar de vuelta en Nueva York.
"Esto le sirve a la figura de Alberto Fernández para reafirmar que, si bien es un negociador duro, siempre se mueve dentro de los marcos amigables con el mercado, tanto en su presentación local como internacional", analiza.
En tanto, de acuerdo al también politólogo y docente Julio Burdman este es el punto inicial de la política económica de Fernández y, probablemente, de todo su gobierno. "A partir de ahora puede planificar y proyectar", subraya.
Y agrega: "También, hay una definición geopolítica subyacente, ya que este acuerdo —aún con el período de gracia y con condiciones que no parecen leoninas— compromete a la Argentina con una macroeconomía sustentable y una buena relación con Estados Unidos y Europa. Ahora podemos decir con más seguridad que estamos ante un gobierno de centro, facilitado por un kirchnerismo que ha girado al centro".
Este punto es clave: si en otros temas de agenda —como el futuro de Vicentin, la relación con el gran empresariado o la reforma judicial— la coalición de gobierno expresa diferencias a cielo abierto, en la cuestión de la deuda los principales actores del Frente de Todos se mostraron alineados.
Incluso más que eso: Cristina respaldó en público y en privado a Guzmán y, según reconoció Fernández, le pidió que no sea tan duro en la negociación; Sergio Massa usó sus vínculos con el establishment neoyorquino para acercar posiciones.
Montero observa que la negociación expresó un mayor peso de los sectores vinculados a Alberto Fernández y menor protagonismo del kirchnerismo. "La estrategia tuvo que ver con mostrar cierta autonomía y la capacidad del gobierno de negociar, que se relaciona con mostrar cierta previsibilidad", evalúa la también investigadora del Conicet.
Burdman alerta que a partir de ahora, que se estableció un rumbo, pueden asomar diferencias de intereses de intereses y puntos de vista que hasta ahora no aparecieron. En su opinión, más que divergencias entre albertistas y kirchneristas, que aparecen como parte de un mismo barco, "pueden surgir diferencias de criterio entre la gestión nacional y los ?peronismos provinciales? y los ?peronismos sociales?". Sin embargo, a su entender esos conflictos no asoman en el horizonte, pero habrá que ver qué sucede en 2021.
Otro interrogante que se plantea es si aclarado el horizonte financiero el gobierno ingresa en una fase 2 de su gestión.
Montero considera que a partir de ahora "hay un buen punto de inicio de una gestión diferente, aunque todavía enmarcada en el contexto de la cuarentena y la incertidumbre". Sin embargo, resalta la especialista, el gobierno ahora tiene la posibilidad de encarar el futuro "con una cierta tranquilidad de empezar a planificar políticas públicas en profundidad". Además, agrega otro elemento: cree que a partir del episodio de los bonistas el peso de Alberto Fernández dentro su coalición sea más alto.
En la misma línea, Córdoba destaca que la negociación reforzó el perfil conciliador de Alberto Fernández, uno de los motivos por los cuales Cristina lo nombró candidato y que volvió más atractiva la oferta electoral del Frente de Todos. "La coalición de gobierno va a lograr mayor consistencia y el liderazgo de Alberto Fernández se va a seguir consolidando —sostiene el consultor—. Ahora las dificultades pasan planificar cómo se sale de la cuarentena, pero el acuerdo con los bonistas representa una enorme oportunidad para hacer un relanzamiento de la gestión presidencial".
Para Marangoni la pregunta es si el gobierno "puede aprovechar este suerte de refortalecimiento para empezar a darle un marco de coordinación a toda su propuesta en el ámbito económico". Por ejemplo, indica Marangoni, para resolver los otros frentes de la deuda, aprobar el presupuesto, definir la nueva fórmula de actualización de jubilaciones y pensiones, encarar una reforma fiscal y administrar la gigantesca cantidad de pesos emitidos debido a la pandemia.
"Hay que ver si a partir de ahora el gobierno, aún concentrándose en temas agudos que tiene que resolver, puede ir encarando la economía real para llegar al marco del 2021 y las elecciones de medio término no encendiendo la economía por completo pero al menos dando la perspectiva de que está camino hacia eso", indica.
Burdman plantea que debe decirse que el gobierno recién entra en la fase 1. "Entre los primeros meses de un raro acomodamiento en un contexto de ajuste (debe ser el gobierno que menos gente sumo a la planta del estado desde 1983), la negociación en marcha y la pandemia, el gobierno nacional nunca llegó a apoyar los pies en el piso. Ahora parece arrancar", argumenta.
Pero alerta: "Ojo que las cosas no están para triunfalismos. Aunque el acuerdo sea un logro, los desequilibrios internos de nuestra economía real son enormes, los indicadores sociales sufrieron un deterioro pavoroso y el contexto económico global es depresivo. Ahora comienza el gobierno, y le espera un baile importante".