Barajar y dar de nuevo. Después de la noche del domingo pasado todo ha cambiado en la Argentina. Nunca ganó una elección presidencial (Paso, en este caso) un ultra liberal, desacoplado del sistema de partidos políticos como Javier Milei. Tampoco nunca el peronismo -con un formato de unidad casi total- salió tercero, ni por debajo de los 30 puntos. El impacto de los resultados aturdió a todo el sistema, analistas, y a la sociedad en su conjunto. Nadie lo vio venir.
Juntos por el Cambio (JxC) que se preparaba para un triunfo casi seguro, posicionó dos alternativas (Patricia Bullrich y Horacio Rodríguez Larreta) pero terminó enredado en su propio laberinto y con 13 puntos menos que en la elección Paso de 2019 y otro tanto de las legislativas de 2021. Todo el sistema discursivo contra el peronismo kirchnerista con que el frente amarillo escaló con bastante éxito desde el mismo momento en que asumió el actual presidente Alberto Fernández, quedó bajo un interrogante de muy compleja solución. Ahora el adversario, tal vez principal, para JxC es Milei.
Ahora Bullrich, la candidata elegida en JxC, necesitará disputarle discursivamente a quién promovió en su ascenso, pero que terminó por comerle gran parte de su electorado, y la superó por unos 300 mil votos (1,6 por ciento). La porteña del barrio de Palermo que pasó por casi todo el espectro ideológico en su larga militancia política, que se inició en la izquierda peronista en los años 70, en estas horas repiensa una estrategia discursiva que la deje competitiva.
Al cabo, quien era la candidata con más chances de llegar a la Casa Rosada, hasta el domingo pasado, obtuvo un modesto 17 por ciento de los votos (apenas por encima de los cuatro millones) entre los 22,5 millones de votos afirmativos sobre un padrón de 34,5 millones de argentinos habilitados para votar.
Milei ganó y sorprendió, pero a la vez inicia el tramo más complejo de su asombroso recorrido político, lo esperan dos meses frenéticos hasta el 22 de octubre próximo. Donde tendrá que hacer visible, y mantener y aumentar sus adhesiones, ofreciendo los detalles sobre como llevar adelante la demoledora revolución liberal tal cual continúa la promete abiertamente.
El fin de la escuela pública gratuita, ahora financiada por un “baucher” para el alumno y no ya a las instituciones educativas. El fin de la salud pública gratuita, y la desaparición de institutos históricos como el Ministerio de Trabajo, el Salario mínimo, entre muchos otros. “Terminar con la aberración de ‘donde hay una necesidad nace un derecho’”, expresó como definición principal en el escenario ganador de la medianoche del domingo.
Y este martes, confirmó que lo contactaron del FMI, el nudo gordiano de la macroeconomía argentina, y Milei expresó: “estamos viendo de coordinar la reunión, pero a mi no me preocupa el FMI porque el programa económico que nosotros promovemos es mucho más duro que el planteo del Fondo”
Entre tanto, UxP con Sergio Massa a la cabeza, empezó la semana con una mala noticia, aunque inevitable; una abrupta devaluación con correlato en los precios y la caída del poder adquisitivo, en especial la base de la pirámide social. El desafío de Massa es gigante y sólo una carambola a dos bandas podría colocarlo en el balotaje y en posición competitiva.
Con el paso de las horas, y el análisis más tranquilo de la distribución del voto, UxP advierte en estas horas que fue Javier Milei el responsable de una nueva pérdida de votos que lo llevó a la raquítica suma de unos 6,5 millones de votos en todo el país. Milei le comió votos al peronismo en todo el país, en todas las provincias, y en los barrios populares donde el partido de Perón y Evita mantuvo una férrea hegemonía electoral durante décadas.
Con la excepción de la gran mayoría de los distritos del Gran Buenos Aires, donde el peronismo siguió vivo y ganador, aunque con sus fuerzas menguadas, Milei penetró de lleno entre el votante peronista, y ya no sólo abrevó en el voto ideológico de derecha que era contenido hasta el domingo por el partido amarillo y sus aliados.
Cada una de las tres fuerzas políticas que dividieron electorado en tercios (como predijo Cristina Kirchner hace dos meses) afronta un dilema. El oficialismo, acosado por el deterioro constante de la moneda, buscará desnudar a Milei, mostrarlo como la llegada del apocalipsis, a la vez que fortalecerse con los fondos que lleguen del FMI.
Bullrich profundizará su discurso de cambio radical, aunque mostrando cierta viabilidad institucional sobre sus espaldas para diferenciarse del libertario. Milei, por su parte, batallará contra él mismo ante la mirada con lupa que ahora sí todo el sistema de comunicación posa sobre él.