En medio de la ola política conservadora que se despliega en varios países de los llamados centrales (también en América latina) y a pocos días de la llegada del G-20 a la Argentina, un foro con voces antagónicas se hace escuchar en Buenos Aires. Se trata de el Primer Foro Mundial del Pensamiento Crítico, organizado por Clacso (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, un organismo no gubernamental vinculado a la Unesco) y con figuras como Dilma Rousseff, José Mujica y Cristina, entre otros líderes de la región.
En la apertura del foro (se extenderá por cuatro días), una multitud pujó por ingresar a los amplios y flamantes espacios cerrados que construyó Ferro, junto a su estadio de fútbol, desde bien temprano a la mañana. Y desvirtuó el carácter de debate académico que pretendió el encuentro. Al menos durante el segmento en el que participó la ex presidenta de Brasil (ver aparte) y, luego, Cristina. La pasión pudo más. Fueron trece meses de abstinencia para los simpatizantes kirchneristas que, frente al retroceso político del macrismo, vuelven a soñar con un regreso al poder en 2019.
Bajo el título "Capitalismo, neoliberalismo y crisis de la democracia", Cristina expuso durante una hora envuelta por el calor militante y también por los más de 30 grados que la obligaron a tomar agua luego de quejarse de la temperatura agobiante. Como dando una clase teórica universitaria para principiantes, ante un auditorio masivo, atento y gozoso, explicó el devenir del capitalismo desde el "estado de bienestar", en la posguerra, hasta la crueldad de la etapa neoliberal, inaugurada tras la caída del muro del Berlín.
"Con el consenso de Washington, la llegada de (Margaret) Thatcher y (Ronald) Reagan, se dieron cuenta de que el «estado de bienestar» les salía muy caro", explicó, para luego añadir: "Ya no tenían más la competencia del comunismo, entonces se dedicaron a exacerbar lo negativo de las subjetividades. La idea de igualdad no está en la naturaleza humana, hay que construirla. Es más, lo natural en el ser humano es la diferenciación".
También ensayó una interpretación política sobre los motivos por los cuales una parte de su propia base electoral se habría distanciado del kirchnerismo en las elecciones de 2013 y 2015, cuando Daniel Scioli pierde la segunda vuelta por 680 mil sufragios sobre cerca de 26 millones de votantes.
"Muchos que tenían un buen trabajo veían que la AUH (asignación universal por hijo) beneficiaba a los «vagos», sin advertir que ese dinero iba al mercadito del barrio y, de ahí, a la rueda de la economía que, a su vez, generaba trabajo formal y bien pago en otros rubros donde, paradójicamente, trabajaban aquellos que no querían que «la yegua» (se señaló a si misma) siga financiando a los «vagos». Bueno, ahora pagan más impuesto a las ganancias que antes, tarde piaste", disparó. Luego aceptó que durante su gobierno la prédica ideológica neoliberal consiguió "romper vínculos de solidaridad".
Con todo, Cristina dedicó un largo tramo de su discurso a caracterizar eso que el peronismo kirchnerista y sus aliados están tratando de diseñar, y que por ahora no terminan de parir: el frente político electoral para disputarle el poder al macrismo en 2019.
La ex mandataria fue audaz, incluso provocadora, cuando tiró una frase que sorprendió a muchas mujeres feministas que abundaban entre la militancia: "En nuestro espacio político hay muchos pañuelos verdes, pero también hay pañuelos celestes, tenemos que aprender a aceptar eso sin llevarlo a la división de nuestra fuerza (política)". También aclaró que el frente político que necesita la Argentina no se divide "entre los que rezan y los que no rezan".
La definición, incómoda para la aguerrida militancia de la ola verde, sin embargo no debería sorprender de la líder de origen peronista, que votó favorablemente por la despenalización del aborto en el Senado nacional pero no oculta su vínculo con sectores de la Iglesia Católica. Incluida su figura central, el Papa Francisco.