Por Mauricio Maronna
En una entrevista a fondo con La Capital, Cabot explica con lujo de detalles aspectos de la investigación, apunta contra los "miserables" que no quieren que las causas avancen, no se preocupa por quienes lo acusan de estar en sintonía con el gobierno ("hay alguno que trabaja de periodista, pero no hace periodismo", dice) y admite que le llegaron propuestas para llevar su libro Los Cuadernos a formato de serie televisiva.
El periodista no duda: Cristina Kirchner está en la punta de la pirámide de la responsabilidad por los episodios de corrupción. "Durante ocho años tuvo la manija", grafica.
—¿Se produjo la repercusión que esperabas con la investigación?
—Como periodista, lo que añoraba era que los hechos se confirmaran. Esa es la función periodística suprema, que los hechos confirmen lo que se investigó. Y eso ocurrió. Ya hay una cantidad de testimonios, resoluciones judiciales y arrepentidos que no están cuestionando los hechos. Los hechos no están controvertidos. Respecto de los efectos, hay una cantidad de cosas que escapan al periodista. ¿Qué efectos jurídicos, regulatorios, políticos pueden tener? Eso escapa al periodista. Lo mío era contar una historia que se corrobore con los hechos.
—En materia de investigación contra la corrupción es, claramente, una bisagra. Hay peces muy gordos. Sin embargo, hay toda una corriente política y empresarial que sostiene que puede perjudicar la marcha de la economía. Suena casi insólita la interpretación.
—No escapa a esa mirada pequeña y miserable de muchos, que prefieren sus negocios al bienestar general. Hay muchos empresarios que piensan eso, me lo han hecho saber. Me endilgan que por culpa mía se frenó el PBI 1,5 por ciento. Yo transito por una ruta que, en 2004, tendría que haber sido autopista. Me voy a La Pampa, mi ciudad, por una ruta en la que todo el tiempo muere gente. Incluso yo tuve un accidente. Es una mirada miserable que pretende seguir igual, con estos anabólicos de la corrupción. Es la misma mirada miserable que tuvieron para hacer negocios ilegales, en vez de denunciarlo. Vos, como yo, hemos tenido presiones en estos años, pero no todos salimos a cometer delitos. Ellos sí.
—Hay algunos periodistas, caso Carlos Pagni, que dicen que Claudio Bonadío evita interrogar a algunos empresarios, por caso Eskenazi. ¿Te consta eso? ¿El juez está haciendo todo lo que tiene que hacer?
—No estoy en los interrogatorios, lamentablemente. Me encantaría estar. No sé cuál es la posición del juez y de los fiscales frente a un determinado tema. Lo que hizo la Justicia en la primera parte de la investigación es chequear lo que yo le di. Y no hubo miramientos con nadie. Se decía que Techint no estaba, y a la semana estaba. El problema es que estaba el CEO, pero no el nombre, entonces hubo que hacer diligencias para saber quién era el famoso "Héctor", el que, según la narración de Centeno había pagado la coima.
—¿El capítulo santafesino se cierra con Alberto Padoán, quien era, nada más y nada menos, que el presidente de la Bolsa de Comercio de Rosario?
—No, ni mucho menos. Seguramente va a seguir con otra constructora. No se cierra ahí. Lo que es interesante en el caso Padoán es la actitud de los empresarios. Padoán fue a la Bolsa y dijo que era todo mentira, ¿no? Luego pidió licencia y reconoció los delitos. Ahí se ve la visión pequeña de la gente que prefiere salvar sus fueros, matando al mensajero.
—¿Roberto Lavagna fue el primero que habló de la cartelización? Cuentan que eso le valió el despido del gabinete de Néstor Kirchner.
—Lavagna no dice ni "buenos días" sin calcular el "buenos" y el "días". Lavagna quería irse y se ganó con eso su ticket de salida. Muchos hicieron política haciéndose tiempistas del portazo: Sergio Massa, Alberto Fernández. Lavagna hizo eso, tuvo el coraje de denunciarlo ese día, pero nunca más abrió la boca. La Justicia le preguntó, pero nunca quiso abrir la boca. Esa denuncia le dio beneficios a él, pero fue una mirada pequeña. Si le interesaba depurar las malas formas hubiera avanzado, pero no lo hizo. Nunca más quiso hablar del tema, incluso ahora. Yo lo llamé para saber si quería hablar del tema y el prefirió no hacerlo.
—¿El cambio de signo político favoreció el proceso para que se investigue?
—Los contextos son trascendentes. Este contexto es distinto por varias razones. La primera está en lo legal, porque la ley del arrepentido no existía, se aprobó en 2016. La sensación es que no se hubiera tratado con otro gobierno. De hecho, los legisladores del Frente para la Victoria (FpV) no se sentaron ese día en sus bancas.
—¿El gobierno interfirió, le dio luz verde a la investigación o no hizo nada?
—Hay una prescindencia del gobierno respecto de la causa. Ojo que, a veces, la prescindencia es todo un símbolo. En este caso, el gobierno no estuvo sobre el juez y los fiscales. Tengo la información de que no estuvo encima. Tampoco es que tenés la colaboración total. Si pedís algo te lo contesta, pero no te manda antes el bibliorato.
—¿Y cómo están los Macri en la investigación?
—Lo más complicado es todo lo que tiene que ver con la constructora Iecsa. De hecho, el primo del presidente está procesado. Yo nunca en mi vida hablé con un Macri por algún tema de la Autopista del Sol, no estaban en 2003, 2004. Ellos venden en el 2001 una participación importante, pero los Macri no estaban en el día a día. Me consta como periodista, nunca hablé con ellos, no los conozco. Ahora, lo que tiene que ver con la constructora es otra cosa. Habrá que ver qué sucedió los años anteriores a la compra de Angelo Calcaterra. Sí sabemos que Calcaterra pagó coimas. Lo dijo él. "Cada vez que me daban una certificación de obra, yo devolvía una parte", dijo. Con la constructora, Franco Macri tenía que ver. Lo que sabemos es que el primo del presidente pagó coimas.
—¿La punta de la pirámide es Cristina?
—Sí. Una ex presidenta no podía desconocer todo lo que su entorno político, y del despacho, hacía. Está preso su colaborador más cercano (Isidro Bounine), que le atendía el teléfono, la acompañaba en los viajes. Ella tenía enormes responsabilidades funcionales. Tuvo la manija durante ocho años para cambiar a Julio De Vido, a Roberto Baratta. Y los dejó hasta el último día. Cristina no podía desconocer lo que pasaba. No podés desconocer que a tu casa llegan centenas de millones de dólares. Y no hacer nada. La responsabilidad está clara.
—¿Le llegaron propuestas para hacer una serie, alguna película? Es inevitable no pensar en la serie brasileña El Mecanismo, sobre el caso Odebrecht.
—Sí, pero son territorios donde los periodistas no estamos tan acostumbrados a transitar. Lo tengo que pensar. No es tan fácil verme retratado en una serie, cosa que pasaría si vendo los derechos del libro Los Cuadernos. Y si mi retratan a mí, la serie se cae al primer capítulo.
—¿Lo vio a Centeno?
—No tuve ningún contacto.
Por Leo Graciarena