Alberto Fernández fue un hombre clave en el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y miembro de un círculo muy reducido en la toma de decisiones del kirchnerismo, incluso en los primeros meses del gobierno de Cristina Fernández, cuando decidió irse de ese lugar tras el conflicto con el campo, en julio de 2008, que resultó oneroso políticamente para el gobierno. Ahora, el ex jefe de Gabinete defiende con firmeza sus años en lo más alto del poder y se muestra muy crítico de la actual etapa, al punto de sostener que la presidenta está haciendo una mala interpretación de los primeros años del kirchnerismo.
Invitado por la Fundación Libertad para disertar en su foro, Fernández pasó por Rosario con una agenda cargada de reuniones con empresarios y dirigentes peronistas que, como él, no comulgan con el gobierno. En un break charló con LaCapital sobre temas de actualidad, aunque algunos de ellos, como el proyecto del voto joven o el debate por la re-reelección, le parecen una distracción para tapar el escándalo Ciccone, que involucra al vicepresidente Amado Boudou. "No puedo decir que la presidenta estuviera al tanto de lo que hacía Boudou, pero la voy a responsabilizar por la protección que le dio", advirtió el ex hombre fuerte de Néstor Kirchner.
—Usted suele repetir que llegaron al poder con Néstor en 2003 no para hacer lo que está haciendo Cristina...
—Nosotros nos metimos en el gobierno para oxigenar la política. Veníamos muy mal con el menemismo, con ese discurso único, con la idea de la re-reelección de Menem, que confrontamos desde el Grupo Calafate. Y uno ve que ahora se está haciendo todo lo contrario. No es posible pensar que es buena la re-reelección si es para Cristina y mala si era para Menem. Así uno puede seguir enumerando una serie de cosas. Cuando tuvimos en el gobierno con Kirchner, el Gafi (Grupo de Acción Financiera Internacional, sobre el blanqueo de capitales) vino exactamente con el mismo planteo de la ley antiterrorista, y le dijimos que no. Y Cristina la aprobó. Para Kirchner, Hugo Moyano fue un personaje central por todo lo que ayudó, y ahora se ha convertido en el enemigo del gobierno. Cristina afianza su apoyo político en el sector de los "gordos", que históricamente estuvo enfrentado con nosotros. Cristina, que tanto se jacta del pasado de la gente, sienta a su lado a un sindicalista (por Gerardo Martínez, de la Uocra) que su mismo gobierno lo acusa de haber sido un servicio de Inteligencia del Batallón 601. Todas estas cosas son enormes diferencias respecto de lo que habíamos venido a hacer con Kirchner.
—¿Cristina actúa de otro modo porque cambió el contexto o porque tiene ideas contrarias a las de Néstor?
—Ella lo reinterpreta a Néstor con el argumento de que el mundo es dinámico. Esto puede ser así, pero hay reglas que no se pueden alterar. Que un gobierno se llame progresista y le cobre impuesto a las ganancias a los trabajadores es un símbolo espantoso. O cuando uno ve que la inflación consume salarios y no hace nada. Cristina descansa mucho en el discurso y descuida los hechos, y los hechos muchas veces encuentran contradicciones con su discurso.
—¿En qué hechos puntualmente?
—Los resultados cantan la diferencia. Kirchner dejó un gobierno con tres puntos de superávit fiscal y Cristina tiene un gobierno con tres puntos de déficit. Kirchner dejó un gobierno con 46 mil millones de dólares de reserva y Cristina la ha bajado. Hay una mala gestión económica. Cristina ahora está ocupada por el dólar, pero durante cuatro años vio salir los dólares y no hizo absolutamente nada. En los primeros cuatro años de su gobierno hubo una salida de 80 mil millones de dólares.
—¿Cuánto de verdad o mito hay en la ascendencia que tiene Máximo Kirchner en la estructura de poder de Cristina?
—No cabe duda de que La Cámpora es un espacio político que ganó poder, pero uno no la puede descalificar porque incluye a un montón de jóvenes que creen que este proyecto es bueno. Y muchas veces los jóvenes valoran lo políticamente incorrecto de un gobierno, que es muy atractivo y hasta valioso. Máximo es un chico correcto, tengo el mejor de los recuerdos de él.
—¿Está de acuerdo con el voto de los jóvenes a los 16 años?
—No puedo estar en desacuerdo porque comencé a militar a los 14 años. Lo que más me preocupa es hacer coherente el sistema legal: no se puede ser mayor para votar y menor para el resto de las cosas. Lo que no se puede decir tampoco es que vamos a hacer votar a un chico de 16 años pero no lo vamos a hacer obligatorio porque la convención internacional de los derechos del niño no lo permite. ¿En qué quedamos?
—¿Cree que este proyecto está ligado con la posibilidad de sumar legisladores el año que viene para habilitar la reforma constitucional?
—No creo que el gobierno se vea particularmente beneficiado por esto. Esta medida es un canto de sirena para los jóvenes, o para algunos de ellos.
—¿Se imagina en el 2015 en un proyecto confrontando con Cristina?
—Cristina no puede ser candidata porque se lo prohíbe la ley. Y no creo que convoque a los argentinos a cambiar la ley, porque le van a decir que no, como se lo dijeron a Menem. Pero hay que dejar de hablar de eso, porque entre la ley del voto joven y la re-reelección hemos dejado de hablar de un hecho vergonzoso como Ciccone. Boudou volvió a tocar la guitarra con los granaderos y nosotros estamos discutiendo lo que la ley prohíbe.
—¿Cristina lo sostuvo a Boudou porque cree en su inocencia o por el karma que tiene el kirchnerismo con los vicepresidentes?
—No puedo decir que la presidenta estuviera al tanto de lo que hacía Boudou, pero la voy a responsabilizar por toda la protección que le dio después. Porque Boudou no está en condiciones de sacarlo a Righi, ni al juez ni al fiscal. Todo se hizo con la anuencia de la presidenta.
—¿Qué lectura hace de los recientes cacerolazos contra el gobierno?
—A los que sienten responsabilidad política y están en el gobierno no pueden pasarle desapercibido lo que pasó en esas marchas. Esa gente le pasó una agenda de errores al gobierno: inflación, corrupción, inseguridad y el escándalo Boudou-Ciccone. Y a la oposición no le puede pasar inadvertido que esas demandas deberían haberse canalizado a través de un partido político, que no encontró. Hay algo que está pasando que no lo resuelve ni el gobierno ni la oposición. Y a esa gente hay que hablarles y ofrecerles una salida.
—Funcionarios destacados del gobierno dicen que la gente salió porque no puede comprar dólares o irse a Miami, y que fue una marcha con mensajes violentos y ofensivos contra la presidenta.
—En esas manifestaciones suelen haber expresiones impropias, que nos las avalo, pero tampoco vale la generalización. Además, me parece que hay que ser un poco más genuino, porque parece ser que el que estaba más preocupado por Miami que por San Juan era el intendente de Florencio Varela.
—¿Cree que la próxima marcha puede ser más numerosa?
—Me parece que ya está. Fue una expresión de descontento. Fue muy valioso porque una entelequia como Facebook o Twitter terminó convocando a miles de argentinos a una queja, que ya fue expresada. No se puede vivir en estado de asamblea permanente.
—¿Cree que la presidenta sintió el impacto de esa marcha?
—Su actitud demuestra que escuchó. El hecho de haber tenido el cuidado de ignorarla significa que estuvo muy presente en ella. Lo que no tiene sentido es hacer marcha de ese tipo todos los días. Tenemos problemas, pero no vivimos en una dictadura, como por ahí se plantea.