Se termina el año. Se va 2019 y es el momento justo para hablar con Hugo Quiroga, uno de los más lúcidos analistas que tiene el país. Para el destacado politólogo rosarino, la sociedad no dio cheques en blanco a nadie. Y asegura que en Santa Fe han nacido nuevos liderazgos, como el de Pablo Javkin en Rosario. Expectante con el gobierno de Omar Perotti, Quiroga hizo una auténtica autopsia política de la realidad.
—¿Cómo evalúa la relación de la sociedad con el nuevo gobierno? ¿Cambió el clima de negatividad respecto de la gestión anterior?
—En principio, no hay un clima de euforia en la sociedad, se trata de un país que arrastra desánimo y malestar desde un tiempo ya largo. Una parte mayoritaria de la sociedad mantiene expectativas en el gobierno de Alberto Fernández; por eso su triunfo, y si se cree en las “desautorizadas” encuestas, su imagen positiva ha aumentado. En ese amplio sector de la población se ha modificado el clima de negatividad que existió sobre todo en los dos últimos años del gobierno de Macri. Pero también hay que remarcar que un sector significativo de la ciudadanía, el 40%, emitió un voto favorable al gobierno anterior, difícil de prever, en un momento de fracaso económico. El resultado es una polarización extrema de la sociedad, en la que es complicado por ahora vislumbrar su rumbo. Ese grado de polarización, que no es bueno en absoluto, digo esto sin negar el conflicto, plantea enormes desafíos al futuro y a la gobernabilidad. El riesgo es el cansancio de la sociedad de las élites, un ejemplo vecino es Chile.
—¿Cuál es su mirada sobre la megaley y que Fernández consiguió aprobar?
—Es una prueba más de que la Argentina vive en una situación de emergencia permanente, que reviste un carácter estructural, y que lamentablemente se ha estabilizado, afectando la división de poderes y los controles mutuos. Vivimos en la era del gobierno de los ejecutivos. Luego de la hiperinflación de 1989 los Ejecutivos han gobernado con poderes extraordinarios y en 2002 Duhalde sancionó la ley de emergencia pública que fue prorrogada, aún en épocas de normalidad, hasta diciembre de 2017. La emergencia ya no se circunscribe a los poderes excepcionales del presidente frente a la emergencia económica, sino que se extiende a la emergencia alimentaria, ocupacional, habitacional, seguridad etc. ¿Es posible gobernar sin la emergencia permanente luego de treinta seis años de democracia? Fernández requiere de estos extremos poderes excepcionales que le otorga el Congreso a través de una delegación legislativa para profundizar el ajuste, en un momento muy complicado, en la que bloquea la movilidad jubilatoria, y exime del ajuste tanto a las jubilaciones de privilegio como al costo de la política.
—¿De haber sido reelecto, Macri hubiese podido imponer este ajuste sin una gran rebelión social?
—Todo hace pensar que Macri no hubiera podido continuar con el ajuste, más allá del apoyo del FMI, sin controlar ninguna de las dos Cámaras, en un clima de protesta social, y sin la confianza necesaria que legitima tanto el orden político como el monetario. Sin embargo, lo paradójico es que obtiene el 40% de los votos en las elecciones.
—¿El peronismo logra en materia de ajuste lo que los gobiernos no peronistas intentan pero no pueden?
—En una respuesta rápida alguien podría decir que el peronismo es el “partido de los ajustes exitosos”, afirmación que el peronismo no aceptaría nunca. Las circunstancias históricas son muy espinosas, que requieren de un examen más profundo. Por lo pronto, un gobierno no peronista terminó por primera vez su mandato constitucional.
—¿Le sorprende el hecho de que haya tanta expectativa con Fernández? Dejó a Cristina en un segundo lugar mediático?
—No me sorprende, son dos estilos políticos diferentes, uno más confrontativo e intransigente y el otro más moderado y conciliador. Como decía, Fernández mejora su imagen positiva en la opinión pública. Está buscando su propia base de poder en la opinión pública, por fuera del apoyo de sectores del peronismo, y a la vez pretende extender esa base a sectores no peronistas.
—¿En Santa Fe hay nuevos liderazgos tras la derrota del socialismo?
—Sin duda, hay un proceso de renovación de liderazgos, y Pablo Javkin es el ejemplo más notorio en el interior del Frente Progresista. Quizá el problema pase por la fragmentación de las fuerzas políticas, por la magnitud de las internas, por la disolución de las identidades políticas masivas.
—¿Cómo observa los primeros movimientos de Perotti? ¿Cuál será el desafío del gobernador?
—Es complejo apreciar las actividades de un gobierno que recién comienza, y que todavía no es visible un plan o programa integral. Llama la atención que el gobernador haya decidido que todo el personal del Estado provincial tome vacaciones en el mes de enero. Uno de los mayores desafíos del gobernador es el tema de seguridad, pero ha designado un funcionario competente y reconocido por sus conocimientos como Marcelo Saín. Parece un retroceso que el área de ciencia y tecnología sea ahora una secretaría, cuando incluso a nivel nacional se reparó la decisión tomada por Macri.
—¿Cómo queda la oposición tras la derrota de Cambiemos a nivel nacional y del Frente Progresista en Santa Fe?
—En ambos casos, con sus diferentes particularidades, deberían reconstituir las coaliciones para poder continuar como fuerzas políticas competitivas. Las divisiones internas cancelan esas posibilidades, pero a la vez la escena política ha cambiado, la redistribución del poder es otro, y las nuevas generaciones deben buscar nuevos caminos de intermediación política con la sociedad.
—¿Se terminaron en el país los períodos de gracia habituales para los nuevos gobernantes?
—La gravedad de la crisis actual, la inflación persistente, los niveles de pobreza, el estancamiento económico, el problema del endeudamiento, acortan sin duda los periodos de gracia para todos gobernantes.