La más reciente novedad sobre Nora Nélida Leuci es que fue la encargada de
preparar la torta y los souvenirs para la fiesta que organizó en un boliche de Elortondo la cúpula
de la Unidad Regional VIII de policía, en el departamento General López, para conmemorar el día de
la fuerza. El hecho de que la mujer haya estado en ese agasajo, cuando debía estar en la celda
donde cumple prisión perpetua por tramar un asesinato y cobrar por ello, provocó hace una semana la
purga automática de la plana mayor de esa regional policial. Y al mismo tiempo, devolvió al
presente una historia increíble ocurrida hace 13 años en el centro de Venado Tuerto.
La vida en la cárcel le agrega peso al tiempo cronológico. Por eso Nora Leuci,
que tiene 48 años, luce algunos más. Cuando tenía 35 fue el engranaje central del aparato que
durante un mes arregló la eliminación física de un comerciante histórico del centro venadense, plan
del que participó la propia familia de la víctima y que enmudeció a esa ciudad del sur
provincial.
El 16 de enero de 1997, a las 16.30, tres hombres se acercaron caminando hasta
el local de la firma Mitre Motos, en Belgrano 633, pleno centro de Venado. Tras husmear el ambiente
durante unos minutos, dos entraron y uno se quedó en la puerta. Angel Isidoro Tomada, el dueño del
comercio, estaba solo adentro. Uno de los que ingresaron zamarreó al comerciante, lo metió a
empujones en una oficina y lo ejecutó de un balazo al corazón. Después, los tres sujetos salieron
disparados del negocio: dos escaparon en un remís y el tercero cruzó como un ánima la plaza y se
perdió de vista.
Inicialmente se habló de un robo porque del negocio faltó plata. Pero no tardó
en saberse que esa muerte había sido el resultado de un diseño concebido con detalle y por el que
fueron condenadas siete personas.
Pedido de ayuda.A la casa de Nora Leuci, a quien conocían como La colorada, iba
mucha gente. Nora se ofrecía como parapsicóloga y atendía consultas de personas afligidas por su
presente o inquietas por el futuro. Así había conocido a una mujer con dos hijas veinteañeras que
la visitaban con frecuencia y le referían el agobio que les significaba la vida doméstica. El
problema era el dueño de casa y jefe de familia. Ellas eran Virginia Kahl, Marita Tomada y Virginia
Tomada: la esposa y las hijas del propietario de Mitre Motos.
En una de esas visitas, Virginia Kahl le dijo a Nora que precisaba cualquier
cosa para deshacerse de su marido. Quien escuchó esa súplica y otros diálogos que servirían para
probar el plan criminal, fue la empleada doméstica de La Colorada, Susana Elena Sarzano.
La parapsicóloga vislumbró entonces la forma por la cual sus clientas
alcanzarían el alivio pedido. Se contactó con su prima, Marta Díaz, y le confió la posibilidad de
un trabajo por el que habría muy buena plata. Se trataba de matar a un comerciante de la calle
Belgrano. En ese diálogo alborotado brotó el nombre de Ariel Burrito Mansilla, yerno de Marta Díaz
y pareja de la hija de ésta, Valeria.
Leuci no les expuso enseguida a sus clientas la idea que había pergeñado para
que se deshicieran, como ellas mismas querían, de su problema. Cuando lo hizo, las mujeres
parecieron asustarse. Por eso el proyecto de matar a Tomada quedó en suspenso. Hasta que un sábado
a la tarde Marita Tomada llegó jadeante a lo de la pitonisa y pidió que hiciera "cualquier cosa"
porque no daban más.
Cinco días después, el jueves 16 de enero de 1997, Ariel Burrito Mansilla llegó
hasta el negocio de calle Belgrano. Lo acompañaba Carlos Bustamante, con quien se había reunido un
par de horas antes. Los dos tenían 23 años. El tercero era Javier Karateca Genez, de 27 años. Todos
iban armados.
Al final del día siguiente, tanto los instigadores como los ejecutores del plan
criminal estaban detenidos. Susana Sarzano, la empleada doméstica de La Colorada Leuci, dijo haber
oído que las familiares de Tomada pagarían 3.500 dólares al ejecutor de la muerte del empresario y
otros mil serían para la parapsicóloga. Y declaró que estaba en casa de su patrona cuando Marita
Tomada bajó de una Suzuki Vitara 4x4 el mismo día del asesinato de su padre y le dejó una suma de
dinero. Aseguró que eran 4.500 dólares.
Leuci, después, terminó declarando que le llevaron la plata poco después del
sepelio. Y que ella debía darle ese dinero a Marta Díaz para pagarle a Mansilla.
Detalles escabrosos.En el copioso expediente del caso proliferan detalles
asombrosos. Leonardo Tomada, hijo del comerciante asesinado, vivió en estado de sobresalto la
acusación de que en la entretela del crimen estaban sus hermanas y su madre. Y recordó que la
parapsicóloga Nora Leuci pasó por el velatorio y le dio el pésame entre las 18 y 19 del día del
hecho.
El Burrito Mansilla, que terminó condenado como coautor de homicidio calificado,
contó que Leuci hacía de puente entre las Tomada y su suegra, Marta Díaz. Siempre sostuvo que fue
Bustamante quien ejecutó al comerciante. Aseguró que vaciló hasta último momento en cumplir con el
encargo. Y el remordimiento por el homicidio lo llevó a anunciar, a minutos de ocurrido, que se
presentaría a confesar a la policía.
Cuando Bustamante se enteró de eso, le pegó un tiro en el dedo medio de la mano
derecha como advertencia de que lo mataría si contaba algo. En algunos tramos, incluso, el
testimonio de Mansilla es estrafalario: dijo por ejemplo que aceptó participar del proyecto
homicida porque le temía a Leuci "por sus poderes sobrenaturales".
Uno y otro purgan hoy cadena perpetua como coautores del crimen. A Javier Genez,
en tanto, le dieron 11 años de prisión como partícipe secundario y ya cumplió su pena.
Por su parte, Virginia Kahl y sus hijas fueron sentenciadas a prisión perpetua
como instigadoras del homicidio de su esposo y padre. Sin embargo, en 2002 la Cámara Penal revocó
la pena para Virginia Tomada, la hermana menor, a la que absolvió de culpa y cargo. Marta Díaz, que
en primera instancia había sido condenada como encubridora, recibió todo el rigor de los
camaristas, que cambiaron esa acusación a instigadora de homicidio y ahora también cumple
perpetua.
Nora Leuci, finalmente, fue considerada ideóloga del plan de inicio a fin. Según
la sentencia fue ella quien sugirió la solución a la familia del comerciante, quien reclutó a los
ejecutores y quien cobró por ello. La condenaron a prisión perpetua como instigadora de homicidio
calificado por promesa remuneratoria. Un delito gravísimo para una mujer sin antecedentes penales.
Lleva 13 años presa con comportamiento ejemplar y sin demostrar hostilidad alguna. Pero su
participación en una fiesta a todo trapo y repleta de uniformados alteró varios destinos. El jefe
máximo de la policía del departamento General López, Marcelo Gorosito, y otros cinco altos
oficiales de la UR VIII fueron pasados a disponibilidad. Ella, desde la semana pasada, pasó a vivir
en la cárcel de mujeres de Rosario.