Las balaceras se consolidan como método de intimidación pública y los niños siguen en la línea de fuego. Este viernes alrededor de las 21, dos tira tiros en moto se posicionaron frente a una casa de barrio San Francisquito y comenzaron a disparar con armas semiautomáticas. “La moto salió de la cortada (Copérnico) y se estacionó frente a la casa. Primero disparó el acompañante. Después no se si se le trabó el arma o qué y el que manejaba sacó un fierro y también empezó a disparar. A la nena la hirieron los rebotes de las bala que entraron por la ventana”, explicó un vecino de Lavalle al 2800, la escena del ataque a balazos contra la vivienda. Daiana, de 13 años, fue trasladada al Hospital de Niños Víctor J. Vilela donde fue asistida por heridas en el torso y la región abdominal. Frente a su casa quedaron marcadas una docena de círculos de tiza señalando material balístico tras el ataque. Fuentes consultadas indicaron que la vida de la niña no corre peligro.
En los últimos dos años se ha incrementado el número de menores de edad heridos en balaceras, superando la treintena. Y en los últimos ocho años el 10% de las víctimas de homicidios fueron menores de 18 años: 166 sobre 1.737 muertes dolosas (hasta el 9 de mayo pasado).
El ataque en el que terminó herida Daiana trajo del recuerdo los homicidios de Ticiana Espósito y el de Luisana Biagiola, de 14 y 13 años respectivamente. Ticiana Espósito lavaba los platos la noche del lunes 14 de septiembre del año pasado en la cocina de su casa en Magallanes al 2700 cuando un proyectil, de una ráfaga disparada contra al menos tres viviendas, la impactó en la cabeza y la mató. Luisana Biagiola estaba en la casa de una tía en 27 de Febrero al 7300 la noche del 11 de febrero pasado cuando un grupo de tira tiros arremetieron contra la vivienda y otras cuatro residencia de la cuadra. Solo la casa de la tía de Luisana recibió 35 impactos. Uno de los proyectiles perforó una ventana, ingresó por el cuello de Luisana y le salió por la espalda. La impactó cuando trataba de cubrir o contener a otro nene en el interior de la casa. Ambas asesinatos tuvieron, además, como lugar común que se registraron durante la pandemia y las distintas prohibiciones de circulación.
Los dos últimos homicidios de pibes menores de 18 años ocurrieron en el transcurso del mes que está finalizando. Uno fue el de Misael Godoy, un pibe de 17 años y residencia en el sector más humilde del barrio Las Flores que el domingo 2 de mayo fue baleado en Humberto Primo y Camilo Aldao, corazón de barrio Ludueña, cuando había ido a la casa de su novia. Su intención era vender choripanes para recaudar dinero para festejar los 15 años de su compañera. Lo balearon desde una moto en un ataque se investiga como “por error”. Recibió cinco balazos. El último homicidio con una víctima menor de edad fue Marcos Samuel Basabilbaso, un pibe de 16 años, acribillado la noche del domingo pasado en su casa de pasaje Lincoln al 2900 (entre Berutti y Convención a la misma altura), en barrio Tablada, en un episodio que se pesquisa como parte de una de las tantas disputas callejeras en el marco de la narcocriminalidad.
Ataques a balazos, balaceras, ajustes, disputas familiares o entre vecinos, disputas entre bandas de transeros, sea cual fuere el disparador los pibes de los barrios quedan expuestos al fuego cruzado o en menor medida, aunque en aumento, como el blanco de los ataques armados. Un botón de muestra de este último ítem ocurrió el jueves 15 de abril alrededor de las 19.30 en Arévalo al 6100, barrio Ludueña, cuando una mujer de 27 años, embarazada, y sus dos pequeños hijos de 1 y 8 años resultaron baleados. En principio el lugar común lleva a pensar en “niños bajo fuego”. Pero puede empeorar. La familia de los niños heridos están convencidos que, quienes los atacaron, fueron directamente sobre los niños. “Vinieron por los chicos. No tienen huevos estos hijos de puta. El blanco eran las criaturas”, rezongaron a coro dos tíos de los pequeños. El blanco del ataque eran los nenes.
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Foto: Celina Mutti Lovera.
De las balaceras ocurridas la noche del viernes en el horario de los noticieros, se conocieron tres. Dos tuvieron como blanco locales de venta de ropa. Uno en Ayala Gauna al 7800 (zona norte) y el otro en Provincias Unidas 2400 (oeste). A esos se sumó el ataque a la casa de Daiana en Lavalle al 2800, en el barrio San Francisquito. “Mirá, a mi me dejaron a cuidar la casa. Se que la nena no esta grave, pero no tengo más conocimiento que ese”, explicó una adulta mayor en la casa que la noche del viernes fue rociada con plomo calibre 9 milímetros.
“Acá los balazos y los choreos son moneda corriente. Uno lo vive de cerca porque este es nuestro barrio, pero es un poco lo que pasa en toda la ciudad. No hace mucho a una cuadra de acá mataron como a perros a dos cuñados que iban en moto”, explicó un vecino haciendo alusión al doble asesinato de Andrés Eduardo Pizarro, de 30 años, y su pariente Brian Angel Soto, de 20 años. Ambos fueron perseguidos y ejecutados desde un auto a mitad de cuadra de Lavalle al 3000 cuando iban a trabajar en la Honda 150 color plateada de Pizarro.
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La casa de Daiana está ubicada por Lavalle entre la cortada Copérnico y Rueda, un punto en el barrio donde la pobreza estructural parece comenzar a licuarse camino a 27 de Febrero. Los vecinos indicaron que escucharon una veintena de balazos de dos armas diferentes y que vieron la fachada de la vivienda baleada a lo largo y ancho de su frente. Pero a la hora de entrar en detalles sobre el contexto de la agresión prefirieron no responder o evadir la respuesta. “Es muy difícil decirte que el barrio está bien mientras estamos recordando balaceras. Los tiros son de todos los días a toda hora. Vos escuchas los tiros, al moto que pasa y si no escuchas la sirena de los patrulleros es porque no pasó nada grave. Del otro lado de Avellaneda, hacia el oeste, la cosa está igual o peor. Y a los vecinos que estamos en el medio lo único que nos conviene es callarnos la boca y orar para que no nos toque. Le están baleando casa a vecinos que no tienen nada que ver con nada. Por eso te digo, queda orar para que no te toque. Te pueden balear la casa por un montón de razones”, comentó un vecino de Lavalle al 2800.
El ataque quedó en manos del fiscal Iván Enriquez de la Unidad de Flagrancia quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en el territorio recabando testimonios y a la búsqueda de cámaras de videovigilancia privadas que hubiera en la zona.