Las calles de barrio Ludueña volvieron a ser escenario la tarde de ayer de un violento enfrentamiento entre maleantes que terminó cobrándose la vida de una persona inocente y ajena al hecho. Hace poco más de un año fue la militante social Mercedes Delgado la que cayó abatida por un tiro al quedar en medio de un tiroteo entre bandas antagónicas en la esquina de Garzón y Bielsa, en la zona norte del humilde barrio. Ayer, poco antes de las 14, Beatriz Heredia fue alcanzada por un mortal balazo en el cuello cuando estaba en la puerta de su casa de Tucumán al 5300, en la zona sur del mismo barrio, a unas 15 cuadras de aquel recordado crimen y "del lado de acá de las vías", como dijeron los consternados . Vinculado al episodio la policía detuvo a un joven de 23 años que tenía una herida de bala en la cabeza y que, según las fuentes, "estaría ligado a la barra brava de Rosario Central". Ese muchacho, al que apodan "Tacuara", podría ser llevado ante el juez hoy mismo para ser sometido a una audiencia imputativa en el marco del flamante sistema procesal penal de la provincia. Allí el fiscal del caso, Miguel Moreno, expondrá las pruebas que hasta ese momento haya recolectado y acusará al detenido como supuesto autor del crimen, mientras que un defensor (oficial o particular) asumirá la representación del imputado.
"Estamos cansados de que se apaguen vidas inocentes en estos tiroteos que son de todos los días", dijo entre sollozos Marta, una vecina que acompañó en la ambulancia a Beatriz Heredia hasta el Hospital de Emergencias y la vio morir en sus brazos. Alrededor de la mujer se fueron reuniendo poco a poco unos 50 vecinos y cada uno denunció un hecho de inseguridad, lamentó lo ocurrido y pidió "por favor leyes más severas para estos asesinos".
Desde la calle. Faltaban pocos minutos para las 14 cuando la lluvia arreciaba sobre el barrio Ludueña. Frente al autoservicio de capitales chinos "Esperanza", ubicado en la esquina de Camilo Aldao y Urquiza, se desató una fuerte discusión entre al menos tres muchachos "conocidos" de la zona. Uno de ellos estaba a bordo de un viejo Fiat Uno de color rojo con su techo negro y patente APV075. Otros dos, se dijo en un primer momento, iban en una moto. Pero luego esa hipótesis se descartó.
En esa esquina, dijeron los vecinos, se escucharon los primeros tiros que alteraron la tarde. "Yo estaba almorzando, me asusté mucho y ni siquiera me asomé a la calle", dijo un anciano que miraba desconcertado el trabajo de policías y fiscales. Tras esos primeros disparos hubo una persecución tan breve como fatal. El Fiat Uno marchó a toda velocidad por Camilo Aldao hacia el norte, dobló por Tucumán al oeste y volvió a girar por Larrea hacia el sur hasta que tras una mala maniobra chocó contra un Renault Duster, patente KYF217, estacionado sobre la vereda de la casa de su dueño y terminó clavado en la zanja a cielo abierto. El parabrisas había sido perforado por un balazo. Fueron unos 270 metros de alocada carrera en la que no dejaron de sonar los disparos. "Yo escuché como 15 tiros", dijo un vecino.
En la puerta. En ese marco fue que Beatriz Heredia, viuda, de 67 años y madre de dos hijas (Brenda y Flor), fue alcanzada por un disparo que le perforó el cuello y la tiró al piso malherida en la puerta de su humilde y sencilla casa de Tucumán 5368. Algunos allegados a la mujer dijeron que volvía de trabajar "cuidando ancianos", algo que hacía desde hace muchos años para mantener a su familia, y que fue sorprendida antes de entrar a la vivienda. Otros sostuvieron que se asomó para ver qué estaba pasando cuando el disparo dio en su cuerpo. Para el fiscal ese punto aún no estaba claro.
Lo cierto es que uno de los dos sobrinos nietos que vivían con Beatriz salió a la puerta alertado por la balacera y "lo primero que hizo fue patear al perro porque pensó que el animal había atacado y lastimado a su tía". Pero el muchacho, de 19 años, se había equivocado.
Enseguida los vecinos llamaron a la policía y junto a los patrulleros llegó una ambulancia del Sies que trasladó a la mujer al Hospital de Emergencias Clemente Alvarez donde arribó sin vida. Enseguida aparecieron en la escena el fiscal Miguel Moreno y los agentes de la Policía Científica que trabajaron bajo sus órdenes recolectando vainas servidas en la calle, midiendo distancias y recabando testimonios.
Por las suyas. Por entonces también había llegado al Heca un joven de 23 años con un disparo que le ingresó por la sien y le salió por la nuca provocándole solamente una herida subcutánea y estaba fuera de peligro. Fue identificado extraoficialmente como Damián "Tacuara" C., quien sería integrante de la barra brava de Rosario Central y cercano a Andrés "Pillín" Bracamonte. Ni los fiscales ni la policía quiseron corroborar esos datos acerca del muchacho que conducía el Fiat Uno que quedó clavado en la zanja.
"Hay vecinos que aseguran que en el Fiat iban dos tipos que bajaron y se escaparon corriendo por las vías", dijo un pesquisa en voz baja. Otros testigos contaban que el muchacho herido quiso pedir refugio en un taller mecánico ubicado sobre calle Camilo Aldao y que le cerraron la puerta y desapareció de la zona. Después fue al Heca y allí lo apresaron. Hoy deberá dar cuenta de su accionar ante la Justicia.
Algo común que mete miedo
“Estos tiroteos pasan a menudo en este barrio como en otras zonas de la ciudad. Podrían haber matado a un chico, a alguno de nosotros o a cualquiera. La gente no sale porque tiene miedo y yo, que me voy a trabajar todos los días a las 6 de la mañana, a veces ni saco el auto porque veo caras desconocidas y me asusto. Entonces llamo un taxi, pero muchas veces ni los taxis quieren entrar al barrio”, dijo Leonardo, un vecino de doña Beatriz Heredia.