Una faceta de Rosario es la de una ciudad sin corazón. Maira Gabriela Bustos tenía 31 años y cuatro meses atrás se afincó junto a su hijo de 14 años y dos sobrinos, de 5 y 6 años, en una modesta finca ubicada sobre las vías del ferrocarril Belgrano a la altura de Necochea al 2600, en el barrio Tablada. Este jueves, una hora antes del mediodía, una moto de 110 centímetros cúbicos conducida por un hombre entró al pasaje sin salida que dejaron las vías. Al llegar ante el quiosco de Maira giró la moto en “U”, sin bajarse tocó a la puerta y cuando la mujer abrió recibió una descarga de tres disparos: dos en el abdomen y otro en el tórax, sobre el hombro izquierdo. Las detonaciones alertaron a los vecinos y también a los dos sobrinitos de la víctima que llegaron la vieron agonizante y llenaron la media mañana de gritos y llanto. No era la primera vez que los niños transitaban la avenida de la muerte. La noche del viernes 7 de octubre de 2016 Ayelén Tamara "Angie" Bustos, madre de los pequeños, fue ejecutada a balazos en un hecho con tinte narco frente a la tira "G" del Fonavi de Sánchez de Thompson 31 bis. Desde ese día los nenes habían quedado al resguardo de su tía Maira.
Necochea al 2600, donde las vías del ferrocarril Belgrano se hacen una cortada sin salida, un callejón sobre las vías que choca con un monte de yuyales e impide el libre tránsito por la traza del ferrocarril hasta el puerto de Rosario. En ese estrecho callejón sin ningún registro catastral vive una veintena de familias sobre terrenos fiscales ubicados al costado de una empresa de transportes y por detrás de una concesionaria de autos. Una cortada que lleva la ficticia dirección de “Necochea” en la cual los vecinos pelean para que el municipio los reconozca y así acceder a servicios tan básicos como agua, electricidad o gas. “Nosotros queremos que nos reconozcan para poder pagar impuestos”, explicó una vecina mientras otros residentes describieron a ese pasaje como un lugar donde “nunca pasa nada”. Un sitio por el que solo transitan los vecinos y en el que todos se conocen. A ese lugar llegó para afincarse, desde los monoblocks del Parque del Mercado, Maira con sus sobrinitos y su hijo de 14 años.
“Era una mujer cordial. Pasaba y saludaba. Los nenes estaban todo el tiempo jugando en el pasaje. Nunca vimos autos raros, caras extrañas o movimientos raros. ¿Cómo era una granjita?¿Qué vendía? No te lo puedo decir porque la mayoría de los que vivimos en el pasaje compramos por fuera de la cortada. Era muy raro que alguien por fuera de la cortada viniera a un negocio dentro del pasaje”, explicó una vecina.
Maira tenía al menos cinco perfiles en la red social Facebook. En uno de ellos mostró su devoción por San La Muerte. El pasado 11 de marzo posteó una especie de estampita que rezaba: “Santa Muerte negra, tu eres la protección a las males y a los daños. Aleja a mis enemigos y abreles el camino. Para que no tengan más ira en contra mía. Cierra sus ojos del odio y dales poder para que encuentren paz interior”.
Ni una menos
Jueves 3 de junio, seis años después de que organizaciones feministas comenzaran con el movimiento masivo de “ni una menos”, un nuevo nunca más que movilizó a miles de mujeres contra la violencia machista, Rosario se desayuno con otro asesinato de una mujer. Un homicidio que, con el correr de la pesquisa en manos de la fiscal Gisella Paolicelli, podría ser catalogado como femicidio. Según se pudo establecer a las 11 de la mañana de este jueves, Maira Bustos estaba sola en su casa y aún no había abierto el quiosco que tenía en su vivienda. Sus dos sobrinitos de 5 y 6 años, jugaban en la casa de vecinos. Y su hijo de 14 años se despertaba en la casa de otro familiar. Según explicó la fiscal en rueda de prensa, a esa hora una moto de 110 centímetros cúbicos ingresó al pasaje al mando de un hombre que cubría su cabeza con un casco, transitó unos 100 metros hasta la casa de Maira y al llegar a la altura de la vivienda giró en “U” y colocó la moto orientada hacia la salida del pasaje por calle Necochea. Nadie le prestó atención.
El motociclista golpeó la puerta de la casa de Maira, en cuya ventana cuelga un cartel que anuncia que había un almacén. Cuando la mujer abrió recibió cuatro disparos a quemarropa con una pistola calibre 9 milímetros. Tres de esos impactos hirieron a la mujer en el abdomen y otra en el tórax. En la escena quedaron cuatro casquillos. Los vecinos y sus pequeños sobrinos corrieron hacia el lugar mientras el motociclista huía y hallaron a la mujer agonizante. Un asesinato que dejó un mensaje.
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Ninguno de los vecinos de la cuadra olvidarán el 3 de junio, el día en que en la cuadra que nunca pasaba nada asesinaron a una mujer. La cortada se llenó de patrulleros y policías. A medida que los familiares de la muchacha se iban enterando se acercaban al lugar. “Yo soy la madrina del nene más grande. Me enteré y no lo puedo creer. El nene cumplió los años anteayer (1º de junio) y yo hablé ayer con Maira para decirle que si le iba a festejar el cumple yo le acercaba algunas cositas. Yo con ella tenía contacto solo por el nene”, explicó una mujer visiblemente afectada.
Drama de niños
Los dos sobrinos de Maira, a pesar de su corta edad, ya habían transitado la dolorosa avenida de la muerte. El viernes 7 de octubre de 2016, Ayelén Tamara "Angie" Bustos, su mamá, fue sorprendida por un hombre que circulaba en bicicleta en Sánchez de Thompson 31 bis. El tiratiros le disparó dos veces. Uno de los proyectiles la alcanzó en el cuello y la mató.
Eran los tiempos en que los monoblocks eran geografía de la guerra entre las huestes de René “El brujo” Ungaro y los hermanos Funes contra Alexis Caminos y su socio, el asesinado Ariel “Tuby” Segovia. Una guerra que en poco más de dos años se cobró una treintena de homicidios. Solo en 2016, hasta el crimen de Angie, se produjeron 11 asesinatos en la que fuera la jurisdicción de la hoy cerrada comisaría 11ª. En el barrio algunos vecinos dijeron entonces que la joven vendía droga para el “Gordo Chancho” y apuntaron al Brujo como el instigador del crimen. Sin embargo la causa por ahora está impune. Desde ese día los dos hijos de Angie quedaron a cargo de su tía Maira.
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El hijo de la mujer es contenido por un familiar.
Foto: Francisco Guillén.
El asesinato de Maira rompió la fragilidad de la vida familiar, que estalló en orfandad frente a un puñado de periodistas que trataban de decodificar lo sucedido. El hijo de 14 años de la víctima lloraba, golpeaba las paredes a trompadas y le susurraba a amigos de la familia que se quería morir. En un breve contacto con periodistas aseguró que sospechaba por qué habían matado a su madre. "Yo sé de donde viene, pero no puedo decir nada", aseguró con bronca.
En tanto, los sobrinitos de Maira pasaban de brazo en brazo mientras policías de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) buscaban que desde la Secretaría de los Derechos de la Niñez, Adolescencia y Familia adoptaran una posición sobre su destino. Mientras eso pasaba al lugar llegó el padre biológico de los niños, un hombre que no tenía autorización para acercarse a ellos. Ante la negativa de la policía el hombre pidió una birome a una periodista, anotó un número de un celular y se lo dejó a allegados de los niños. Luego se fue en bicicleta. El mayor de los nenes, de 6 años, no podía parar de llorar. Cuatro horas después del crimen desde el organismo provincial dieron en forma extraordinaria el resguardo de los dos nenes a la ex pareja de la mujer asesinada.
La fiscal Paolicelli dio una rueda de prensa en la boca del pasillo y fue clara sobre la mecánica del hecho: “Llegó una persona en moto a la puerta, disparó y se fue. Aparentemente no le robaron. La casa tiene desorden, pero fue rápido. De la mecánica se desprende que el objetivo era matarla”. La fiscal también explicó que el asesinato fue captado por cámaras de videovigilancia ubicadas en las inmediaciones. También pudo conocerse que desde la Central del 911, a partir de una lluvia de llamados, se realizó un monitoreo de lo ocurrido cuyo resultado la fiscal analizará en las próximas horas.