No nombrar al dolor. Apresarlo en el lugar menor en el que estaba. Un viaje familiar que no se hizo, la muerte de una mascota, una pérdida anunciada. La familia de Norberto Paladini no pudo con eso, fue invadida por un sufrimiento inaudito. Al hombre, pilar del hogar, lo mataron de un tiro cuando entraba el auto al garaje de su casa. Fue el 8 de agosto y hasta hoy, su mujer y sus tres hijas no entienden qué pasó aquella noche oscura.
No era la primera vez que a Paladini intentaban robarle en su casa de Marcos Paz 4787, en barrio Azcuénaga. Una tarde del pasado enero, cuando llegaba del supermercado cerca de las cinco de la tarde, se le acercaron dos muchachos en moto y lo encañonaron. Le llevaron unos pesos y el hombre, de 61 años, quedó asustado. "Era monotemático con el tema de la seguridad y los robos", cuenta su hija Virginia, la menor de las tres y la única que habla —en presente— del desamparo y de su padre.
Hasta la noche fatal, la familia Paladini la conformaban el matrimonio de Norberto y Alicia; sus hijas María Laura, Mariela y Virgina; sus tres yernos y dos nietos. "Eramos una familia perfecta, los domingos eran hermosos, las vacaciones en Mar de Ajó o en la sierras son inolvidables", recuerda Virgina. "Mi padre siempre fue muy querido en el barrio por su predisposición a ayudar y por no meterse con nadie. El siempre nos lleva a todos lados desde que somos chicas, es nuestro remisero", dice la joven en tiempo presente.
Ese fue el tiempo verbal que tuvo su fin el 8 de agosto. "Me dijeron, «a tu padre lo quisieron robar y lo mataron», así fue", dijo Virgina al recordar el anuncio que le hicieron. Norberto trabajaba en la empresa Servicios Portuarios desde hacía 40 años y la casa de pasaje Marcos Paz fue su imperio invencible. Allí creció su familia y él fue feliz.
Hombre de barrio. "Era un fanático de Central y de las picadas antes del asado. Tuvo tres hijas, y cuando llegamos nosotros nos trató como a sus hijos. Un hombre de barrio, de la vieja guardia", contó Germán, uno de los yernos, en el diálogo familiar con La Capital.
"Mi papá había sufrido un robo en enero y se salvó de milagro. Otra vez, una mañana de marzo, él se levantó a las 5 y a las 6 mi mamá abrió el portón del garaje para que saliera. Pero no les gustaron unos ruidos que escucharon y papá no salió esperando que unos tipos que estaban en la puerta se fueran. Justo pasó un amigo de él y lo robaron. Eso también lo preocupó mucho", agregó Virginia.
La noche fatídica en que se cometió el crimen, la policía dijo que Norberto entraba su Ford Eco Sport al garaje de la casa cuando dos o tres hombres intentaron ingresar a la vivienda en el momento en que Alicia cerraba el portón. Ante la imposibilidad de entrar, uno de los maleantes desenfundó una pistola 9 milímetros e hizo un disparo que perforó el parabrisas del vehículo y se incrustó en el pecho de Paladini. El hombre alcanzó a bajar del auto y caminó hasta el comedor donde murió ante los ojos de su esposa.
"Muchos amigos y familiares se enteraron de la muerte de mi papá antes que yo. Una amiga entró en crisis de nervios. La televisión no respetó los tiempos, la intimidad y fue mucho morbo", dijo Virginia, junto a su esposo Gonzalo y su cuñado Germán, quienes pusieron en la picota la ley de la cámara en vivo.
Consejos para otros. "Papá siempre nos decía. Si los roban entreguen todo, no se resistan", contó Virginia. Y su cuñado acotó: "El nos dijo a los hombres de la casa que si veía a alguien en la puerta lo pasaba por encima, que no iban a entrar al hogar. Pero esa noche maldita mi suegra estaba en la puerta. Si él arremetía con el auto la llevaba por delante a ella", masculló.
La familia pasa por una total y culposa desolación. "Uno cree que el culpable de lo que pasó es uno porque si mi papá esa noche no me hubiera tenido que ir a buscar a tal lado, eso no pasaba. O que si justo otra de nosotras estaba en casa hubiese podido impedir que saliera o ayudarlo", reflexionó Virginia. Y se sumó al coro ciudadano: "Resulta que la inseguridad es total, nadie te ofrece ni siquiera contención (ver aparte) y uno se siente culpable la muerte de su familiar, es muy loco", murmuró.
Norberto tenía dos hermanos. "Iban a la cancha, a pescar, eran muy unidos. Para cada fiesta, aunque sea de cumpleaños, no faltaba el cotillón y el asado. Cuando pasó esto mis amigas lloraban más que nosotras, algunas me dijeron que lo querían como a un padre y otras que ya no tienen a los suyos lo lloraron más todavía. El velorio fue tremendo, cientos de amigos llorando", contó Virginia. Paladini era un hombre de escuchar y, si le preguntaban, de aconsejar. Pero sobre todo sabía querer a su familia y sus amigos.
"Siempre pensaba, cuando veía estos casos en la tele o en el diario, que a nosotros no nos iba a pasar. Pero te pasa y te querés morir, destruyeron una familia perfecta, un amor de verdad", dijo Virginia mientras la angustia la envolvía.
"Desde aquel día mi mamá se niega a volver a la casa. Yo todavía no fui pero una de mis hermanas entró y vio las cosas como quedaron esa noche. No sabemos como seguir", dice Virginia con una resignación insoportable para ella.
Hombre de familia. En el barrio Azcuénaga, Paladini era un hombre de ayudar, sencillo. "Acá no venía nunca, era una persona de trabajo, padre de familia" contó un parroquiano del club "El Uruguayo" que está frente a la casa donde mataron a Norberto. El club es una cancha de bochas, tres mesas y un mazo de cartas que reúne a algunos vecinos viejos del lugar .
"Por ahí a estos tipos les llamó la atención el auto. Pero el barrio está terrible, la semana en que lo mataron a Norberto hubo al menos tres robos" contó El gringo, un parroquiano del club y vecino de los Paladini.
En cuanto a la investigación del crimen, Virginia dijo que "la policía no tiene datos, nos dijeron que eran tipos con experiencia, pero lo importante es que ellos están libres y nosotros presos del miedo porque ese tipo puede volver a matar". Y agregó que "desde aquel día no hay respuestas por ningún lado, ni los políticos, ni la policía, nadie".
"Cuando estoy trabajando me olvido lo que pasó. Pero vuelvo a casa y lo extraño", confía Virginia. "Lo queremos mucho, lo lloramos", cuentan sus dos yernos. Algo es tal vez cierto, para esta familia unida pero desgarrada el olvido de aquella noche asesina sea tal vez un consuelo.