
Viernes 24 de Septiembre de 2010
Tras la fachada de una casa humilde de barrio La Cerámica, deshabitada y desprovista de muebles,
funcionaba un puesto de venta de cocaína no sólo muy activo sino también muy bien organizado y
custodiado. Una edificación modesta, pero de material que contaba con un porche enrejado, una
puerta blindada y dos ventanas cubiertas al frente con una lámina de acero con una pequeña abertura
rectangular que hacía de “pasa manos” y por donde los clientes recibían la mercancía.
Empleados estructurados en turnos de 8 horas que recibían una
interesante remuneración diaria por atender a clientes que llegaban hasta el lugar en automóviles
de alta gama, pero también en bicicleta. Ante ese panorama se encontraron ayer agentes de la
Policía de Seguridad Aeroportuaria (PSA) durante un allanamiento en el que se secuestraron medio
kilo de cocaína, un kilo y medio de marihuana y tres armas de fuego. Además, un hombre de 36 años y
una mujer de 28 que estaban en la vivienda quedaron detenidos bajo la imputación preliminar de
tenencia de drogas con fines de comercialización.
La investigación que desembocó en el procedimiento realizado ayer poco
después del mediodía en Larrechea 1862, en la zona norte de la ciudad, se inició con una denuncia
que ingresó hace un mes a la PSA. Las actuaciones del caso estuvieron a cargo del juez Federal Nº
3, Carlos Vera Barros, y de la fiscal Liliana Bettiolo. En el operativo judicial participaron unos
50 hombres de esa fuerza nacional. Si bien la cantidad de droga, de acuerdo al pesaje preliminar
que se hizo durante el allanamiento, no representa en números una cantidad significativa, lo que
quedó al descubierto ayer fue la estructura organizativa del puesto de venta.
Movimientos. La información que había llegado a los Tribunales Federales indicaba
que en ese lugar se registraba un intenso movimiento de personas y vehículos que hacía sospechar
que allí se estuviera vendiendo estupefacientes. A partir de entonces se implementó una vigilancia
del sitio con el apoyo de grabaciones en video. Sobre la línea de edificación la propiedad cuenta
con un tapial de un metro de altura con una abertura sin puerta. Dos o tres metros más atrás se
levanta la casa que presenta una especie de porche enrejado frente a la puerta de acceso. Las
características de ese pórtico no se condecían con la vivienda en la que estaba colocada. Era una
abertura blindada, con un complejo sistema de cerraduras.
Además, las dos ventanas que daban al frente no tenían cristales, sino
láminas de acero con ranuras por donde desde el interior los narcos pasaban la droga a los
clientes. La casa tiene una cocina comedor de grandes dimensiones, un dormitorio y, al fondo, un
bañito. En ninguno de esos ambientes había muebles.
Lo único que daba cuenta de que circunstancialmente podía haber gente
allí adentro eran una silla, un tablón que hacía las veces de mostrador o escritorio y un
televisor. Cuando el grupo especial de la PSA ingresó al lugar se encontró con Roberto M., de 36
años, y Natalia Q., de 28.
Al público. La droga estaba dispuesta sobre la improvisada mesa en el espacio más
grande de la casa y estaba repartida en unas 500 bochas de cocaína listas para ser vendidas y en un
ladrillo de marihuana. Los investigadores sospechaban que el hombre sería la persona que estaba a
cargo en ese momento del quiosco, mientras que había dudas con la mujer. Ayer se sospechaba que
podría ser parte de la organización, aunque ella manifestó en el lugar que sólo fue a comprar.
Los efectivos de la PSA comprobaron que las armas secuestradas eran tres
pistolas calibre 9 milímetros, con cargador completo y bala en la recámara. Dos de esos artefactos
tenían los números limados.