Víctor Hugo Páez es policía y cumple funciones en la subcomisaría 12ª del pueblo de Uranga, a unos 30 kilómetros al suroeste de Rosario. Tiene 43 años y dos hijos, de 14 y 20 años. Su vida estaba anoche atada a un respirador mecánico tras recibir un balazo en la cabeza en un oscuro episodio al que se enfrentó cuando, para ganar unos pesos más haciendo horas extras, conducía una patrulla del Comando Radioeléctrico la noche del martes en una de las zonas más ásperas del barrio Nuevo Alberdi Oeste.
Oficialmente se precisó que Páez y un compañero habían llegado al lugar en auxilio de otro policía que, vestido de civil y en un auto particular, estaba siendo asaltado. En esas circunstancias el patrullero se topó con un Chevrolet Aveo en el que iban cuatro ocupantes que les resultaron sospechosos y con los que se enfrentaron a balazos. Uno de esos proyectiles alcanzó a Páez en la cabeza.
Otra versión, más barrial, indicó que dos autos habían ido a tirotear el pasillo en el que se afinca la ya tradicional familia Romero, dedicada al narcomenudeo, y donde el 19 de mayo mataron a Joel Mansilla en un ataque en el que dispararon 52 balazos.
Cualquiera sea la versión, luego de que el policía fuera herido se produjo una infernal persecución que terminó cuando los delincuentes abandonaron el Chevrolet Aveo a unos 3 kilómetros del lugar del enfrentamiento. Allí no sólo dejaron el auto sino un Fusil Automático Ligero (FAL), una poderosa arma de combate.
Todo sigue igual
Nada parece haber cambiado en el barrio Municipal de Nuevo Alberdi, territorio ocupado hace una década por la banda de "Los Romero", desde el asesinato de Joel Mansilla. Una semana atrás los vecinos habían relatado a este diario que en un contexto de reformulación callejera del negocio del narcomenudeo, dos autos habían desafiado territorio ajeno y habían entrado "al pasillo donde vive «Lichy» Romero" disparando con armas calibres 9 milímetros, 40 y 11.25. Uno de esos disparos alcanzó al muchacho de 17 años que no era oriundo de la zona. Ante el trágico hecho consumado, todos los vecinos de la zona fueron contundentes al sentenciar: "Cuando los Romero estaban en la calle, nadie venía a tirar a mansalva".
Más de una hipótesis
Con ese telón de fondo el martes a la noche Víctor Hugo Páez decidió realizar algunas horas extras conduciendo un móvil del Comando Radioeléctrico cuyas cuadrículas estaban preestablecidas por la Jefatura de la Unidad Regional II. En ese sentido, el sector que le tocó fue Nuevo Alberdi. Sobre lo que ocurrió entre las 22.30 y las 23 horas en el espacio dlimitado por calles Joaquín Suárez, Servellera, Grandoli, Vieytes y Benito Alvarez tiene más de una explicación. Sin embargo todas confluyen en dos hipótesis principales: el móvil que conducía Páez llegó para asistir a otro policía de civil que los alertó con un llamado de celular porque estaba a punto de ser asaltado (versión oficial); o quedó en medio de otro ataque a balazos contra el pasillo de "Lichy" Romero en Luzuriaga y Vieytes, y se enfrentó a quienes lo cometían.
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Y podría existir una tercera hipótesis: a una semana del asesinato de Joel Mansilla, los secuases de la banda de "Los Romero" estaban agazapados esperando un ataque y al ver un auto idéntico al Ford Focus blanco desde el cual los atacaron una semana atrás trataron de frustrar un nuevo hecho. El final de la obra es el mismo: el policía Páez terminó con un disparo que le ingresó por el lado derecho de su cabeza, el lado donde iba sentado su acompañante.
Cruce de tiros
La historia depende de quién la cuente. "Fueron a tirotear otra vez el pasillo de «Lichy» y cuando los atacantes se iban se toparon con el patrullero y se empezaron a cagar a tiros hasta Vieytes y Suárez", relató un vecino. "El móvil ya había pasado para el fondo (hacia calle Servellera) y cuando volvió se topó con el Chevrolet Aveo y se repartieron tiros. Se vieron cuatro auots: la patrulla, el Aveo, un Ford Focus blanco y otro blanco que puede que estuviera con el Aveo", explicó una doña.
"El policía que iba en el Ford Focus blanco (y que habría llamado a sus compañeros porque lo estaban asaltando) dijo que no sabía que uno de los autos que habían atacado el pasillo de los Romero hace una semana era uno como el de él; dijo que se cruzó con la patrulla (de Páez) y que le dijeron que estaba peligroso; que dejó a un pibe en un templo (en Luzuriaga al 2500) y que al volver vio el Aveo. Pensó que lo iban a robar y llamó al compañero de Páez. Cuando el móvil llegó se topó con el Aveo de frente y se dio el enfrentamiento”, explicó un allegado al policía al que iban a asistir sus compañeros.
“El diario del lunes” dirá, tal cual el refrán, que los cuatro delincuentes que viajaban en el Aveo tenían un FAL (Fusil Automático Liviano), un arma nada habitual en las calles rosarinas y con siete proyectiles listos para disparar (ver recuadro). Un arma que los delincuentes que enfrentaron a Páez y su compañero no utilizaron en ningún momento. Es más: la dejaron abandonada junto al Chevrolet Aveo a 30 cuadras del lugar del ataque.
Persecución
Con Páez baleado se produjo una endemoniada persecución de la que participaron más de diez patrulleros. Los vecinos acreditan que en el cruce de Suárez y Vieytes, donde quedó el móvil con Páez malherido se llenó de autos de la fuerza. “Ardía de canas la zona”, rememoró un vecino. “Llamé a la ambulancia porque a pesar de ser un policía es un ser humano”, reflexionó el hombre.
A Páez lo trasladaron al Hospital Eva Perón de Granadero Baigorria en un móvil policial. Ingresó en grave estado con una herida en el parietal derecho, sin orificio de salida, que le provocó una hemorragia interna. Tras una tomografía lo operaron y quedó internado en estado de coma inducido y con respirador artificial.
Mientras la fortuna de Páez se jugaba en una mesa de operaciones un enjambre de patrulleros seguía al Chevrolet Aveo por distintos puntos de la ruta nacional 34 hacia Ybarlucea y por calles internas de los barrios Nuevo Alberdi, Fontanarrosa (ex Zona Cero) y Cristalería.
El auto finalmente fue abandonado en Tres Sargentos al 4300, a unos 200 metros de la subsede Cristalería de Rosario Central. Tenía cinco impactos de bala en la patente, el guardabarros trasero y la puerta derecha. Cuando se investigó a quién pertenecía se supo que tenía pedido de secuestro por ser robado en diciembre de una concesionaria de Oroño al 5300. A tres metros del auto quedó tirado el FAL de la banda.
El caso quedó en manos del fiscal Miguel Moreno, quien comisionó a efectivos de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para que trabajaran en el territorio. El funcionario del Ministerio Público de la Acusación ordenó además que el FAL fuera peritado para conocer si está apto para el disparo y si se puede reconstruir la ruta del arma hasta su destino final en Nuevo Alberdi.