“Fumo dos atados de puchos por día y los viernes mi familia viene a visitarme. Yo extraño mucho a mi nieta”, dice . Y revuelve papeles para buscar los dibujos que la pequeña Tatiana le ha escrito. Entonces se quiebra, los ojos se le enrojecen y cae alguna lágrima.
— ¿Usted dijo que tenía ganas de escribirle al Papa?
— Sí, quiero que alguien interceda y me explique por qué estoy preso. Ya lo voy a hacer.
— ¿Algún compañero de la policía sigue contactándolo?
— En las malas la mayoría se olvida de uno. Pero hay algunos incondicionales que me visitan, me hablan. Pero no quiero hacer nombres. Cada uno sabe quién es Hugo Tognoli.
— ¿Tiene rencores o pasará facturas el día que salga?
— No. Lo que sí estoy seguro es de que más que pasar facturas le tengo que pedir perdón a mi familia por haberle restado tiempo durante 30 años trabajando sin límites, por haberla descuidado a lo largo de mucho tiempo y hoy estar detenido por el solo hecho de trabajar.
— Un policía se pasa la vida deteniendo gente y ahora está preso. ¿Qué implica eso?
— Es algo horrible, impensable. Máxime a esta altura de mi vida. Tengo 51 años y nunca hice nada ni tuve una tacha en mi legajo. Sin embargo, estoy preso.