Hasta que el secretario del Tribunal Federal Oral Nº1 comenzó ayer a leer la
declaración indagatoria de Raúl Omar José, acusado de ser el coautor del crimen de un suboficial de
la Policía Federal hace dos años en Pérez, nada había llamado la atención en la audiencia. Pero en
ese testimonio, expresado el 19 de marzo de 2009 y leído ahora, Raulo colocaba en tela de juicio el
accionar de los agentes federales participantes del operativo que terminó en homicidio.
El sospechoso dijo que el asesinato se produjo mientras un vendedor de drogas
negociaba con los federales el pago de una coima para que éstos no le armaran una causa judicial.
El acuerdo se desmadró: la exigencia eran 20 mil pesos pero el narco sólo había juntado una tercera
parte. Según el acusado la discrepancia escaló en una discusión, un forcejeo y un disparo
accidental que mató al efectivo.
La noche fatal. Ayer arrancó el juicio oral a tres hombres por el asesinato del
suboficial de la Policía Federal Claudio David Alvarez, de 51 años, ocurrido el pasado viernes 4 de
abril de 2008 en Pérez. Alvarez trabajaba para la división Drogas Peligrosas en Rosario y esa noche
se convirtió en el primer efectivo muerto en servicio en los 15 años de esa división.
El Gallego, como lo conocían en la fuerza, era oriundo de provincia de Buenos
Aires. Había cumplido 30 años de servicio. Estaba casado y tenía dos hijos de 19 y 20 años. Según
la versión oficial, esa noche seis agentes de la Policía Federal, vestidos de civil y en dos autos
sin identificación, montaron un operativo de vigilancia rutinario sobre un búnker de venta de
cocaína ubicado en avenida Belgrano y Morelli, en el centro de Pérez.
El objetivo de la vigilancia era un hombre, con antecedentes por infracción a la
ley de drogas, apodado Raulo. El suboficial Alvarez estaba apostado, según la versión oficial, a
unos 70 metros de la casa del sospechoso, sobre Belgrano a metros de Alberdi, sentado sobre una
piedra.
Según lo confiado por fuentes de la investigación, esa noche confluyeron en la
casa de Raulo dos compradores. Advertidos de que los federales merodeaban por allí, los tres
sospechosos salieron por un portón lateral de la casa. El trío encaró hacia la posición de Alvarez,
con quien tuvieron un intercambio de palabras. Luego lo empujaron, y cuando el policía estaba en el
suelo le dispararon. Alvarez murió, desangrado, en el hospital Centenario.
Los tres sospechosos salieron espantados. Dos lograron esfumarse y el tercero
fue atrapado en un taller mecánico de Morelli al 800, cuando supuestamente retenía al dueño del
lugar. Oficialmente se reportó que a metros de donde fue detenido se secuestró un revólver calibre
38 largo. Tras la pericia, según la versión oficial, resultó ser el arma con el que mataron al
policía.
El hombre detenido fue Marco Antonio López, hoy de 34 años. Un mes más tarde se
entregó en los Tribunales provinciales José, que entonces tenía 25. Estos dos hombres son los que
ayer comenzaron a ser juzgados por el tribunal —integrado por Ricardo Vázquez, Otmar Paolucci
y Laura Inés Cosidoy— por el crimen del suboficial Alvarez. Están imputados de homicidio
agravado a raíz de que para la fiscal Mabel Colalongo los dos sabían que Alvarez era policía.
Además se juzga a José Darío Mónaco por encubrimiento agravado ya que la pesquisa entiende que
ayudó a huir a Raulo.
El inicio. Tras la lectura de la acusación, los imputados se defendieron.
Patrocinaban los defensores Eduardo Sosa, por López; Mariana Grasso, por Raulo y Nicolás Fopiani,
por Mónaco. El primero fue López —además del homicidio agravado está acusado por abuso de
armas, privación ilegítima de la libertad y resistencia calificada a la autoridad—, que hizo
gala de habilidad como declarante. Demostró conocer el expediente al dedillo y hasta en un croquis,
realizado en un pizarrón, ubicó a quienes concurrieron a la escena del crimen.
López se despegó del crimen de Alvarez. Dijo que junto con un amigo, apodado
Mono, había ido a comprar 50 pesos de cocaína a la casa de Raulo. Alegó que cuando éste lo atendió
le dijo que lo esperara porque tenía que arreglar un problema y salió caminando desde Belgrano y
Morelli. Y recorrió los 70 metros que lo separaban del lugar donde estaba apostado Alvarez.
Según dijo, el Mono lo siguió. Cuando escucharon que Raulo discutía con un
hombre sentado sobre una piedra quiso acercarse, entonces se paró en el cantero central de la
avenida, vio el fogonazo y cómo Alvarez caía boca arriba.
Relató que salió corriendo por miedo y volvió hacia la calle Morelli, pero por
la calle Alberdi (la paralela a la anterior) y por Medrano. Al llegar a la esquina de Medrano y
Morelli escuchó que una puerta de auto se cerraba y alguien montaba su pistola. Comenzó a correr y,
contó, le dispararon al menos dos veces.
Dijo que los policías no se identificaron y que él no llevaba armas. Y denunció
ante el tribunal que el revólver calibre 38 incorporado a la causa fue plantado por la policía. "Lo
pusieron los policías unos 15 minutos después de que me detuvieron", dijo. "Hay un testigo que se
negó a firmar el acta de levantamiento del arma. Es de la comisaría 22ª que no quiso firmar porque
no había arma", aseguró.
Una vez que terminó de explicar que no existió una privación ilegítima de la
libertad, ya que dijo que intentó entrar al taller y se llevó por delante al dueño, fue el turno de
Raulo . Dijo que no declararía.
Plata de menos. El presidente del tribunal pidió entonces que se leyeran las su
declaraciones ante el tribunal de primera instancia.
Esa vez Raulo, asistido por un defensor, dijo tener miedo de un federal al que
identificó por su apellido. Adujo que el uniformado había ido a su casa y le había pedido 20 mil
pesos para no armarle una causa judicial. Convinieron que el pago sería el viernes 4 de abril a la
noche. El contacto para entregar el dinero era Alvarez quien lo esperaría "sentado en una piedra en
la canchita".
Contó que sólo pudo sólo reunir 6.500 pesos "porque vendía droga para
sobrevivir". Según dijo Alvarez le recriminó que no estaba toda la plata y lo amenazó. Después hubo
un forcejeo arma en mano y Alvarez cayó herido de muerte. Raulo contó que el arma que se disparó
era suya: un revólver calibre 38 que quedó sobre el cuerpo de Alvarez.
El acusado huyó del lugar por temor y por eso, confesó, se mantuvo un mes
desaparecido. Cuando le exhibieron el arma que está incorporada en la causa, no la reconoció como
suya. Dijo temer que lo mataran y nombró al policía federal que lo contactó en primera instancia
por el apellido.