Los tres ladrones que el martes al mediodía ingresaron a robar a una vivienda de dos plantas ubicada en el barrio Cinco Esquinas se toparon, sin querer, con un botín inesperado. “No me peguen más, llevense las armas”, les gritó la dueña de casa, Ema, de 57 años, agobiada por los golpes que le propinaron los maleantes durante 25 minutos para que les entregara dinero y joyas. Ante semejante tortura, la víctima decidió “confesar” el lugar en el cual su marido guardaba siete armas de puño que pasaron a engrosar un botín conformado por 10 mil pesos, alhajas y joyas.
Los tres ladrones lograron ingresar a la vivienda tras atravesar una puerta de rejas y otra de madera sin forzar las cerraduras. “Hubo un llavero que desapareció de la casa asaltada un par de días y que mágicamente apareció horas después del robo. Si bien faltan realizarse pericias, los delincuentes no forzaron las cerraduras del portón enrejado ni de la puerta de madera que da ingreso a la vivienda”, explicó un vocero de la pesquisa en manos de la fiscal de Investigación y Juicio Viviana O’Connell, mostrando cierto asombro por la situación.
Al huir de la vivienda los ladrones no sólo se llevaron el botín descripto sino que sumaron el disco rígido de la computadora que contenía las grabaciones de las cámaras de videovigilancia que monitorean la casa.
A plena luz. Todo ocurrió en Cerrito al 3200, entre Crespo y Vera Mujica, en el barrio Cinco Esquinas. A pocos metros de la plaza “Nuestra Señora de Luján”, en una una vivienda de dos plantas con portero eléctrico, alarma y cámaras de videovigilancia, vive Ema junto a su familia. Para llegar a la vivienda hay que sortear un portón de rejas con picaporte fijo que se abre con llave y subir media docena de escalones hasta la puerta de madera que da acceso a la vivienda.
El martes al mediodía, en la casa estaban Ema y su hijo, de 26 años. A las 12.44 dos hombres jóvenes, uno de ellos con una mochila, se paseaban por la vereda de Cerrito al 3200. Pasaron un par de veces por delante del ingreso a la vivienda hasta que ingresaron. Un tercer maleante bajó de un auto y también subió. Eran hombres jóvenes, de entre 20 y 30 años, que se comunicaban con un handy con el exterior. Lo que presumen los investigadores es que los maleantes contaban con llaves o, en su defecto, con una copia.
A partir de ese momento para la mujer de 57 años y su hijo transcurrieron los 25 minutos más largos de sus vidas. En ese lapso los delincuentes ejecutaron un golpe de manual. Redujeron a madre e hijo y los ataron con los cordones de las zapatillas. Luego los separaron y comenzaron a preguntarles por el dinero que había en la casa. A cada respuesta la repregunta era “¿dónde tenés más?”. Y a cada evasiva les aplicaban un golpe con la mano o la culata de las armas que portaban.
Basta ya. Los delincuentes no querían electrodomésticos. Se concentraron en el dinero en efectivo, en alhajas familiares y elementos de informática. Según confiaron fuentes consultadas, los ladrones llegaron a reunir alrededor de 10 mil pesos, dólares, algunas alhajas.
Pero hubo un momento donde Ema no soportó más entre los golpes y la angustia de no saber qué sucedía con su hijo, encerrado en otra habitación de la casa, y eso la llevó a decirle al ladrón que la hostigaba: “No me peguen más, llevense las armas”. Y entonces señaló dónde estaban guardadas las armas de su marido, un cazador y coleccionista miembro del Tiro Federal de Rosario. Así los ladrones accedieron a un mueble en el que había dos revólveres Magnum calibres 44 y 3.57; una pistola calibre 9 milímetros; una pistola Taurus 6.35 (de uso civil); una pistola Smith & Wesson calibre 40; otra Bersa calibre 40 y una pistola calibre 45. Todas en perfecto estado de mantenimiento y con la documentación correspondiente del Registro Nacional de Armas. Ese hallazgo definió los tiempos del golpe, que se agilizaron velozmente.
Pero antes de fugarse, los delincuentes dieron cuenta varias veces de que estaban limitados de tiempo y cortaron los cables del disco rígido de la computadora en el que se registraban las grabaciones de las cámaras de videovigilancia de la casa y se lo llevaron. “Las víctimas notaron que en los últimos días el servicio de internet no funcionaba correctamente o directamente estaba cortado. Algo que impedía que el servicio de alarma pudiera monitorear la vivienda. No obstante, los ladrones tenían datos gruesos de la casa pero desconocían que había armas”, explicó una fuente.
Finalmente, los asaltantes salieron como llegaron. Cerraron las puertas con llaves y se marcharon hacia calle Crespo. Poco más tarde las víctimas lograron cortar sus ataduras y, en estado de shock, pidieron ayuda a familiares que residen en vivienda contiguas. La denuncia quedó radicada en la seccional 13ª pero hasta anoche no había noticias de los delincuentes y su botín.