Por Claudio González
Celina Mutti Lovera
Las imágenes y videos que se proyectaron ayer en el transcurso del juicio por el atroz crimen de Fabricio Zulatto pusieron en evidencia que antes de morir el joven fue blanco de tormentos y torturas, y fue ejecutado con disparos en el cráneo, con la cabeza tapada con una campera con los colores de Newell's. Peritos y un médico policiales dieron cuenta del relevamiento de la escena del crimen, cuando el cadáver fue hallado el 11 de agosto de 2016 enterrado en un pozo repleto de barro y material fecal en una tapera del Génova al 2100. Ante la crudeza de la prueba, la familia de Fabricio abandonó la sala, a pedido de la Fiscalía.
Por el crimen de Fabricio son juzgados en el Centro de Justicia Penal de Rosario (CJP) Andrés Soza Bernard y Omar Darío "Pilo" Motier. Según la fiscal de Homicidios Georgina Pairola, el primero le vendía drogas a la víctima, pero surgió un inconveniente entre ambos —que hasta el momento no se ventiló— que movió la ira del dealer.
Entonces, Soza Bernard pergeñó un plan siniestro para eliminar al joven. En esa instancia le ofreció 20 mil pesos a Motier para que lo ejecutara. Primero lo llevó engañado en su VW Gol negro a una casilla de chapa ubicada en Génova al 2100, pegado a las vías, y allí lo golpearon primero y luego lo remataron de tres disparos en la cabeza. La fiscal solicitó la pena de prisión perpetua para los acusados.
La prueba exhibida ayer tenía que ver con el momento del operativo policial desplegado en la escena del crimen el 11 de agosto a partir del dato aportado por un arrepentido, y los indicios encontrados en el lugar donde fue hallado el auto de Fabricio, que horas antes había sido abandonado en Suipacha al 700.
Cámaras reveladoras
El primero en declarar fue Germán Zoloaga, un perito de la sección planimetría que estuvo en calle Suipacha donde relevó dos cámaras de negocios ubicados a la altura del 756, y otras dos al 768. Con esos registros se logró identificar a Soza Bernard como el hombre que abandonó el auto en el lugar.
Luego se trasladó a la tapera de calle Génova. Allí, además de las mediciones de rigor describió como una vivienda "muy precaria", de chapa, tenía un espacio tipo "caballeriza" porque estaba repleto de bosta de caballo. También contó que había en una habitación una cama de dos plazas, y otra de una, sin colchones.
Y detectó posibles rastros de sangre en múltiples lugares: en paredes, lado interno de una puerta, tirantes, un puntal de madera que sostenía el techo, en chapas y en una silla que esta junto a una de las camas. También dio cuenta del hallazgo de un martillo tipo maza con cabo largo, un tramo de cable, varios encendedores vacíos esparcidos en el piso, y una pinza mecánica.
Un dato que vuelve aún más funestro el ámbito donde fue asesinado Fabricio fue el hallazgo de una Biblia partida al medio. El libro despedazado quedó sobre la cama de dos plazas, junto a preservativos sin uso, una sábana enrollada y un paquete abierto de velas
El trabajo de ese perito fue ilustrar al Tribunal de jueces, integrado por Ismael Manfrín, Juan Carlos Curto y Gastón Becerra, sobre las características del lugar. Con fotos y un plano exhibidos en las pantallas de los televisores de la sala, concluyó luego de estimar que el pozo donde estaba la víctima tenía un diámetro de 1 metro 20, y una profundidad de un metro 50 aproximadamente.
El diario del acusado
Mientras transcurre el debate, Soza Bernard escribe su propio diario del juicio en hojas apoyadas sobre el muslo derecho. El acusado, sentado casi escondido detrás de sus defensora Gabriela Valli, apenas levanta la cabeza para observar a los testigos. A pocos metros, Motier permanece inmutable.
Entre el público, sentados en primera fila, la familia de Zulatto, María Amelia y Jorge, los padres, María Sol su hermana melliza, y la ex novia, Victoria, siguen con la mirada aún estremecida los gestos de los acusados.
Luego declaró el policía de la sección rastros de PDI José Luis Godoy, quien confirmó que del levantamiento en el auto de Fabricio no se pudieron reconstruir huellas que condujeran a una identidad. Los muestras se levantaron de la apertura de las puertas delanteras. En la casa de Génova al 2100 tampoco se pudieron colectar huellas, por las condiciones climáticas y generales del lugar, según el funcionario.
El momento más duro
El momento más complicado, y por el que obligadamente se debe atravesar en un proceso judicial de estas características, se dio con la declaración del policía Sebastián Soloaga, coordinador del gabinete Criminalístico de la Policía de Investigaciones (PDI). Ante la elocuencia y crudeza de las fotografías que se iban a exhibir para respaldar su trabajo e incorporarlo como prueba de juicio, la fiscal advirtió y solicitó a la familia Zulatto que saliera de la sala. Todos se retiraron menos un joven que pidió quedarse.
Entonces se comenzaron a proyectar fotografías y filmaciones de la precaria tapera de la zona norte esa madrugada del 11 de agosto. En esos registros se pudo observar el trabajo de los bomberos y policías que cavaron con picos y palas hasta visualizar el cadáver, que extrajeron con cuerdas por la complejidad y dimensiones del pozo. En ese momento el amigo que pidió quedarse largó un quejido y salió de la sala.
En las fotos se observó que el cuerpo estaba a medio vestir, recubierto de barro y material fecal, con las manos entumecidas. Para observar mejor, el médico forense debió sacarle el pantalón y una campera de color rojo y negro que cubría la cabeza de la víctima. Luego corrió el cabello y dejó y señaló dos profundos cortes en el cráneo, uno en la zona de la mollera y otro arriba de la nunca. Y dos disparos: uno en la frente sobre la ceja derecha y otro en el parietal izquierdo.
Sobre las pies tenía medias que también quitó el forense, que además de una cuerda. A simple vista y por los hematomas, quedó en evidencia que Fabricio fue ferozmente golpeado en tórax y espalda antes de morir. La campera que le cubría el rostro quedó perforada por los proyectiles que le causaron la muerte. Le taparon la cabeza antes de gatillar.
Para el jueves está previsto que declare el médico que realizó la autopsia definitiva de Zulatto. Según se estableció, el joven también sufrió múltiples traumatismos en miembros inferiores. Ese, lo cual junto a los rastros de sangre que salpicaron distintas elementos de la vivienda
En el banquillo. Motier (de buzo) y Soza Bernard (tapado), en el juicio. Los acusan de ser autor material (el primero) e ideológico (el otro) del asesinato.