Otra vez el estampido de los disparos sobresaltó al vecindario del club La
Carpita, de Junín e Iguazú, en barrio Ludueña. El jueves por la noche, dos sujetos se acercaron al
portón enrejado sobre calle Iguazú y uno de ellos abrió fuego contra un grupo de cinco personas que
terminaban de jugar al fútbol y se preparaban para comer un asado. Fueron al menos cinco disparos.
Los heridos son dos hombres de 40 y 42 años, quienes recibieron impactos de bala por debajo de la
rodilla.
Los agresores no pudieron ser identificados ya que llevaban puestos cascos, como
lo exigen las leyes de tránsito, y tan pronto dejaron de disparar desaparecieron. Las víctimas
fueron trasladadas al hospital Centenario y están fuera de peligro.
Desde una década atrás, cuando la base de un sector de la barra brava de Rosario
Central se instaló en La Carpita, cada vez que hay una balacera en inmediaciones de la esquina de
Junín e Iguazú automáticamente se piensa en la interna de la hinchada auriazul.
Si bien hubo de todo en la cronología de grescas por el control de la hinchada,
esto que se presenta como un ajuste de cuentas estaría por fuera de las disputas entre canallas,
según la mirada de los pesquisas. La mecánica de lo sucedido, narrada por los que estuvieron en el
lugar y no resultaron heridos, parece extraída de la película colombiana "La Virgen de Los
Sicarios".
El escenario.
El jueves por la noche las luces de la canchita están encendidas. Señal
inequívoca de que había un partidito. Según los vecinos, que hablaron bajo expreso pedido de
reserva de identidad, en el club había unas 30 personas. En el salón de juegos de club, donde está
la barra del bufé, los más viejos del barrio estaban jugando a las cartas, más específicamente al
mus.
En la cancha de fútbol a cielo abierto el partido estaba a punto de terminar.
"El gol gana", se escuchó, mientras alrededor del rectángulo de juego varios pibitos correteaban y
los asadores le daban el último toque a la carne. Y fue justo en ese momento cuando la calma se
alteró.
La Carpita es el nombre popular por el que se reconoce al club Deportiva Unión
Central y a la biblioteca Popular Amor a la Verdad. Hasta no hace muchos años era un lugar
reconocido por sus bailes populares, sus veladas boxísticas y por la habilidad de los que ahí
jugaban fútbol de salón. Tiene un amplio salón para fiestas y una cancha de fútbol cinco al aire
libre, con parrilleros en una de sus cabeceras. Además en ese lugar funciona un jardín de infantes.
Pero el presente del club es otro y cuentan que pocos son los quedan de los 300 socios que supo
tener.
El ritual de los tiros.
Dos de los balazos tuvieron como destinatarios a Antonio Miguel S., de 42 años,
y Julio César N., de 40. Fueron heridos a la altura de la pantorrilla de la pierna izquierda.
"Pense que eran cuetes, de esos que explotan en ráfaga, pero enseguida nos dimos cuenta de que eran
tiros", comentó un hombre mayor que fue testigo del momento en el que a los heridos los cargaron en
un auto particular para llevarlos hasta el Centenario.
Para cuando un grupo de los muchachos que estaban en el club, entre los que
había algunos integrantes de la barra según los vecinos, de los de la moto no queda ni rastros.
"Esto en un club de barrio como La Carpita no puede seguir pasando. Imaginate si
un balazo le pegaba a uno de los pibitos. ¿Y si era un día de semana al mediodía? Acá funciona un
jardín de infantes donde vienen nuestros hijos. ¿Si se agarran a tiros a la salida de los pibes?
Esto ya no da para más", dijo embroncado uno de los muchachos de tercera generación de los que
viven en el barrio.
Los investigadores tratan de establecer si los dos heridos eran los objetivos
seleccionados para los disparos. Los pesquisas se inclinaban ayer por la hipótesis de un ajuste de
cuentas por drogas más que por una cuestión entre barrabravas.
A los heridos les tomaron declaración por la tarde en el hospital. Ambos dijeron no haber visto
a los agresores. Admitieron tener relación con gente de la barra brava de Central pero dijeron
descreer de que el ataque tuviera que ver con disputas de la hinchada.
Desde el portón enrejado
color azul, que da a calle Iguazú, un hombre que bajó de una moto sin sacarse el casco se parapetó
y comenzó a disparar hacia un grupo de cinco de los muchachos que habían terminado de jugar el
picadito. Pum, pum, pum, hasta llegar a cinco detonaciones.