“Los disparos que hirieron a mi hermanito vinieron del lado de los milicos”, afirmó ayer a la mañana José Rubén Escalante, hermanastro de Ezequiel Pereyra, uno de los chicos que la tarde del martes quedó en medio del fuego cruzado entre un evadido de la comisaría 12ª y un policía de la comisaría 20ª, en una esquina de Empalme Graneros. El menor, que recibió un tiro en el tórax con orificio de salida en el hombro derecho, continuaba en tanto anoche en la sala de cuidados intensivos del Hospital de Niños Víctor Vilela y, según dijo un vocero del centro asistencial, su estado de salud es “delicado”.
José Escalante tiene 22 años y trabaja con su padre en una chatarrería. Es el mayor de seis hermanos y testigo del suceso en el que Ezequiel fue herido. “Estábamos con mi hermanito, mi otro hermano de 17 años y Cristian (Rodríguez, el otro pibe herido) tomando una gaseosa en la esquina de Campbell y La República cuando el patrullero se cruzó con el delincuente y le dieron la voz de alto. El delincuente se paró, sacó la pistola y la cargó. Después se dio vuelta y tiró. Entonces los milicos empezaron a tirar sin mirar si había alguien en la calle. Salimos todos corriendo del susto y cuando volvimos, mi hermanito estaba baleado y sentado en una silla de ruedas”, explicó el muchacho a La Capital.
A Ezequiel un patrullero lo trasladó al Hospital de Niños mientras que a Cristian, de 13 años y alcanzado por una bala en el abdomen y otra en la zona lumbar izquierda, un vecino lo llevó al Hospital Alberdi y desde allí lo derivaron al Hospital Centenario, donde sigue internado en “estado reservado”.
José señaló que fue una secuencia de “10 o 12 tiros” y se quejó por el accionar de los dos policías de la comisaría 20ª que perseguían al fugitivo. “No pueden tirar tantos balazos cuando la calle estaba llena de chicos y había dos nenas jugando en el patio de una casa”, recriminó.
Respecto de la reacción de los vecinos, que arrojaron piedras y prendieron fuego al patrullero en el cual se movilizaban los dos policías que participaron del hecho, José explicó: “La gente se enojó mucho porque hirieron a los dos chicos y empezaron a tirar piedras al patrullero y después le prendieron fuego. Los milicos reprimieron y tiraron balas de goma que alcanzaron a una chica y a un muchacho”.
El comienzo. Según la versión oficial, todo se inició a las 15.10 del martes cuando dos efectivos de la comisaría 20ª recorrían en un patrullero la zona de Cullen al 700 bis para entregar citaciones judiciales. Al legar a La República y Campbell divisaron a un muchacho que caminaba con un arma en la cintura. Entonces, uno de los efectivos bajó de la patrulla y le dio la voz de alto. Pero el sospechoso respondió con “cuatro disparos”.
Mientras el conductor del móvil seguía en el vehículo, su colega se enfrentó con el sospechoso y efectuó “varios disparos” con su arma reglamentaria. El fugitivo corrió entonces hacia el pasillo de la villa Bajo Campbell, pero el agente lo alcanzó y se trabaron en lucha. El efectivo lo reconoció como Gustavo G., uno de los 14 presos que el pasado 16 de enero protagonizaron una fuga de la seccional 12ª y alcanzó a sacarle el arma que portaba.
En esas circunstancias, varios vecinos de la zona reaccionaron con furia al advertir que en el tiroteo dos nenes habían sido baleados. Mientras Gustavo G. lograba perderse de vista en medio del tumulto, la gente indignada empezó a golpear al agente de la comisaría 20ª que había disparado su arma. Después arrojaron cascotes, piedras y ladrillos al patrullero dañando la luneta, el parabrisas y la baliza. Y le prendieron fuego causando grandes daños en el interior del vehículo. Al lugar acudieron poco más tarde refuerzos del Comando Radioeléctrico que, “ante la multitud que había que contener” dispararon con postas de goma que hirieron a varias personas.
Estado de salud. Ezequiel Pereyra cursa tercer grado en la Escuela Nº 1310, de Génova y Cullen. Vive con sus padres y sus hermanos en una casa de Campbell al 700, a una cuadra de donde fue baleado. El proyectil que recibió le perforó la arteria subclavia derecha, debajo de la clavícula, y le salió por el hombro. “Apenas ingresó (al hospital) se le hizo una tomografía computada y el estudio reveló que había un neumohemotórax y la ruptura del manguito del hueso esternón. Además, como se acumuló sangre en el pulmón derecho se le colocó un tubo de drenaje”, explicó Velia Peralta, subdirectora del Hospital de Niños Víctor J. Vilela.
A su vez, la médica explicó que el nene no fue operado a raíz de que la bala “no pudo ser observada” en el estudio realizado. “Suponemos que el proyectil salió por el orificio que tiene en el hombro. La bala interesó el corazón, los grandes bazos y los bronquios, pero no provocó lesiones importantes. Está hemodinámicamente compensado y lúcido”, comentó Peralta.
En tanto, Cristian Rodríguez está internado en el Hospital Centenario. Ayer a la mañana, Isabella Ceola, subdirectora del centro asistencial, explicó que el adolescente de 13 años “se encuentra estable y en una sala general” tras ser operado de una herida en el abdomen que le perforó el estómago y otra en la zona lumbar izquierda. Un cronista de este diario intentó tomar contacto con los padres de Cristian, pero éstos prefirieron no hacerlo a raíz de que estaban angustiados por lo que le había ocurrido al chico.