Una mujer inventó con matices burdos la historia de un inverosímil ataque sexual. Dijo que dos
hombres la secuestraron y la violaron reiteradamente durante siete horas en la casa de ellos. Los
supuestos violadores no quedaron detenidos por la inconsistencia de la denuncia. Y entonces entró
en acción una turba de manifestantes indignados que, en un acto de "justicia por mano propia",
incendiaron, saquearon, insultaron y despojaron de todo a dos inocentes acusados sin pruebas.
Ese dispositivo de acusaciones y despojos que ocurrió en la zona oeste
de Rosario hace un mes se activó ante un hecho falso: el abuso sexual nunca existió. Los violadores
no eran tales. Y la supuesta víctima ahora será investigada por inventar una denuncia contra esos
hombres, con quienes compartió una noche de sexo consentido.
La señora G. A esa conclusión llegó el juez de Instrucción Alfredo Ivaldi Artacho tras
estudiar en detalle la extravagante historia que contó en su juzgado una mujer de 55 años. Quien,
para reservar su identidad, fue identificada en la resolución judicial como la "señora G.". El juez
evaluó que los dos acusados no pudieron tener responsabilidad en un hecho que jamás existió y les
dictó el sobreseimiento. Quedaron libres de culpa y cargo.
Así, con la misma celeridad que la ira de los justicieros consumió sus
bienes, un fletero de 50 años y su sobrino de 25 pasaron de acusados a víctimas de esta historia.
Como las llamas destruyeron la casa del mayor de ellos, el juez le pidió a la Defensoría del Pueblo
que gestione un resarcimiento económico en la Municipalidad o en el gobierno de la provincia.
De la denuncia a la fábula. En su primera denuncia policial, la señora G. contó que había
sufrido golpes y vejámenes varios por parte de dos desconocidos que la interceptaron en Pellegrini
y Felipe Moré la noche del 5 de noviembre. Dijo que caminaba a su casa cuando el más joven de los
dos la tomó del brazo y a los empujones la hizo subir a la camioneta que conducía el otro sujeto.
"Yo grité pero nadie me escuchó", dijo.
La mujer añadió que la llevaron a una casa de pasillo a unas seis
cuadras de allí, en Pellegrini al 5700, donde fue objeto de toda clase de abusos sexuales a lo
largo de siete horas. "No me dejaron de molestar en ningún momento", dijo. Finalmente fue liberada,
ya de mañana, cuando el más joven de los dos le abrió la puerta de calle y la dejó salir.
El mismo día el fletero H.M.O. y su sobrino C.A.O. fueron demorados en
la comisaría 14ª. Brindaron una versión creíble. Dijeron que habían ido a comprar una cerveza pero
el quiosco estaba cerrado. Y que allí se acercó una señora, les preguntó que hacían y se ofreció a
compartir los tragos. Fueron a otro quiosco, compraron vino y cerveza y, luego de la charla en la
casa de barrio Belgrano, mantuvieron relaciones sexuales "acordadas" con la mujer.
Les tomaron una declaración informativa, que implica una sospecha
mínima. Pero ante el inverosímil relato de la denunciante y la inexistencia en su cuerpo de las
marcas típicas de un abuso, el juez decidió dejarlos en libertad: no había pruebas en su contra.
La venganza. La liberación de tío y sobrino provocó la reacción enardecida de familiares de
la mujer y conocidos de la agrupación Cuba—MTR que realizaron una encendida protesta frente a
la casa de H.M.O. Rociaron la casa con combustible, le prendieron fuego y dejaron elocuentes
pintadas a modo de escrache: "Violador, puto, muerto", escribieron con aerosol en una pared. En la
casa no quedó nada en pie. Se abrió una causa penal por los destrozos. Y unos días después hicieron
una marcha en reclamo de Justicia en Tribunales.
Inconsistencias. La detención que reclamaban nunca llegó. El juez no encontró evidencias de
violación sino más bien lo contrario. Halló "múltiples mendacidades" en la denuncia y "conductas
incompatibles para un caso atroz de secuestro seguido de violación reiterada". El cuadro de
situación reveló la inexistencia del delito:
u Los acusados son trabajadores sin antecedentes apreciados por sus
vecinos. No tenían lesiones propias de maniobras defensivas.
u No es usual que una pareja criminal aprese a una mujer en la calle, la
lleve a su propio domicilio y luego de someterla a una "verdadera constelación de flagelos
sexuales" le abra la puerta para que se vaya.
u Fue llamativo para los investigadores la serenidad e "indolencia" de
la mujer en su relato sin conmoción ni lágrimas.
u Dos móviles policiales estaban apostados en puntos del recorrido que
hizo esa noche la camioneta del fletero y no advirtieron nada extraño.
u Los vecinos no escucharon los gritos que la mujer dijo haber proferido
en la vivienda.
También resultaron sospechosas las maniobras sexuales acrobáticas que,
según la mujer, desplegaron sus atacantes. Contó, entre otras cosas, que la colgaron con sogas de
los pies. Pero no tenía en los tobillos marcas de ataduras. También dijo que a lo largo de siete
horas, cada uno de los agresores consumó de seis a siete coitos. Sorprendidos, los forenses
evaluaron que "las múltiples cópulas completas que refiere suponen en sus abusadores capacidades
orgánicas verdaderamente infrecuentes".
Todas esas incongruencias llevaron al juez a concluir que no hubo
violación sino sexo consentido. Lo que aún se desconoce son los motivos que llevaron a la mujer a
formular "cargos criminales tan brutales contra dos personas inocentes".
"Las únicas víctimas en este caso han sido los denunciados. Toda la
«justicia» popular que se plasmó sobre los supuestos violadores es de la más nítida ilegalidad",
reprobó el juez la movilización colectiva que, en nombre de la ley, prendió fuego por hechos
ficticios. l