A las 14 del domingo Carlos Miguel Merlo terminó de almorzar junto a su mujer y sus hijos en su casa a medio construir en avenida Sabín al 1100 bis, a metros del cruce con Génova. Se iba a dormir una siesta cuando escuchó que alguien lo llamó desde el portón de acceso al pasillo ancho en el que viven unas cinco familias. Se asomó y vio que dos hombres le apuntaban con pistolas calibre 9 milímetros. No hubo más palabras, solo estruendos. El hombre, de 30 años, entró como un animal acorralado a su casa y los tiros lo siguieron. Los dos hombres se metieron en la vivienda y uno le disparó varias veces más. Merlo, quien según fuentes de la pesquisa contaba con antecedentes penales, quedó tirado boca abajo con dos tiros en la cara, uno en la pierna izquierda y otro en la nuca.
El pasillo donde vivía Merlo es muy particular. Se ingresa por un ancho paso y cada una de las cinco casas humildes que están a los costados tienen pequeños jardines por los que se accede a las puertas principales. A la vivienda de Merlo se accede por una puerta que da al jardín y una cochera descubierta donde la familia guardó los distintos autos que tuvo en estos dos años.
Cuando los efectivos del Comando Radioeléctrico llegaron al pasillo se encontraron con Damaris P., de 19 años, llorando desconsoladamente. Ella les dijo que adentro de la casa estaba su concubino sin vida. Los agentes vieron el cuerpo en el comedor y sobre un charco de sangre. Los médicos del Sies que arribaron al lugar constataron que Merlo estaba muerto.
Según contaron vecinos del muchacho, cerca de las 14 llegaron al menos cuatro hombres a bordo de un auto que sería un Peugeot 206 gris con vidrios polarizados. Dos se bajaron y llamaron por su apellido a Merlo. Apenas el hombre salió le dispararon. Ya malherido entró a su casa y uno de los tiradores lo siguió y disparó “tres o cuatro veces más. Estaban con gorritas y barbijos. Igual, cuando vimos como era el ataque, nos metimos adentro. Se escucharon muchos tiros y cuando se fueron quedaron Damaris y la abuela en crisis y los chicos que estaban en la casa llorando, fue terrible”, dijo un vecino del pasillo.
En la casa también estaba María del Carmen S., de 74 años, y abuela de Damaris. “A las mujeres medio que las sacaron a los gritos para no tener problemas y no lastimarlas. Lo buscaban a él”, contó el vecino. “Esto era un quilombo. Apenas lo mataron, los dos que bajaron y los que estaban de campana se subieron al Peugeot y se piraron. Sabían que ya estaba muerto. En la casa había agujeros en las paredes y una bala fue a parar a la casa del vecino de al lado”, comentó uno de los habitantes del pasillo.
Agentes del Gabinete Científico secuestraron nueve vainas servidas calibre 9 milímetros y tres plomos deformados. La fiscal de la Unidad de Homicidios Dolosos Georgina Pairola ordenó el secuestro de los teléfonos celulares de Damaris y del mismo Merlo y el relevamiento de las cámaras de vigilancia emplazadas sobre avenida de la Travesía.
En distintos archivos judiciales Merlo aparece con una causa en un juzgado federal por narcomenudeo y en tras causas más, una al menos por amenazas. Fuera de lo formal de los expedientes, en el pasillo donde vivía saben los pasos oscuros de Merlo.
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“Era de Empalme Graneros y acá vivía con la mujer, una piba con dos hijos y embarazada de él, a la que ya le mataron un novio por el mismo tema. Hace dos años que estaba acá y tuvo dos o tres autos. Se estaba haciendo una casa buena comparada con las otras del pasillo, pero andaba en la cosa. En un tiempo vendía falopa acá en el pasillo”, aseguró alguien que conoce de cerca a la familia.
“Parece que este muchacho se dedicaba a mejicanear. Robaba falopa y la vendía acá. Le dijeron un par de veces que la cortara, pero ésto no te lo perdonan. Ahora no estaba vendiendo, pero no es que tuviera un trabajo, seguía en el tema pero no sé de que manera”, aseguró el vecino. De esta manera vuelve Rosario a una estadística tenebrosa, dos homicidios el viernes, uno el sábado y otro el domingo, un total de cuatro homicidios violentos en un fin de semana y todos ligados al narcomenudeo.