Siete años después del crimen del adolescente Ezequiel Arce en el boliche Mogambo, un caso que motivó numerosas marchas frente al local ahora cerrado de Avellaneda y Gálvez, un ex patovica fue condenado a ocho años de prisión como autor de la paliza mortal. La víctima fue sacada del local a los golpes y finalmente se desplomó mientras era agredido por varios hombres de seguridad que lo mantenían esposado. En el mismo fallo, otro custodio recibió un año de condena condicional y un policía que cumplía adicionales fue sentenciado a 2 años por participar de la agresión y causarle lesiones al adolescente de 17 años.
Luego de un juicio escrito inusualmente extenso, el juez de Sentencia Julio Kesuani dictó el fallo contra tres de los cinco acusados: los custodios Fabián Cazenave y Osvaldo Solar y el policía Fernando Bustos. Los otros dos, los empleados de seguridad Fabián Mendoza y Esteban Suarez, ya habían resuelto su situación al someterse a una probation. El principal imputado, el ex patovica Cazenave, está en libertad tras haber permanecido los primeros 10 meses de la causa en prisión y seguirá así mientras dure el trámite de apelación ante la Cámara Penal.
A contratiempo. Más allá del debate sobre la responsabilidad de Cazenave en el hecho, el caso dejó en evidencia los problemas que acarrea la aplicación tardía de justicia. Es que, si el fallo queda firme, el ex custodio deberá empezar a cumplir una pena que ya estaría saldada si el proceso hubiera tenido plazos normales.
"En siete años Cazenave armó su vida, no se dedicó más a los boliches, formó su familia. Hoy está casado, trabaja en una empresa y tiene una beba, pero tiene que largar todo para ir preso", planteó su abogado, Maximiliano Nicosia, para quien la demorada respuesta judicial desnaturaliza el sentido de la pena. "Aplicar semejante condena después de tantos años no cumple con el fin resocializador. La justicia tardía no es justicia. Es la aplicación de un mero castigo para el acusado y tampoco cumple con la expectativa de las víctimas", dijo.
Aunque la investigación preliminar se ajustó a los plazos y los cinco acusados fueron procesados en tres meses, lo que siguió fue "un juicio larguísimo de cuatro años y medio. En octubre de 2012 fue la presentación de alegatos y la condena tardó un año y medio en llegar", apuntó Nicosia, quien también cuestionó valoraciones de fondo y cuestiones probatorias del fallo.
El caso. El crimen de Ezequiel Arce alcanzó notoriedad pública siete años atrás, cuando sus familiares realizaron numerosas marchas en contra de Mogambo y para reclamar el esclarecimiento del caso. Ocurrió la madrugada del 17 de marzo de 2007, cuando el adolescente de 17 años fue a bailar junto con su novia, otra chica y dos amigos. A las 3.30 discutió con su novia y un grupo de patovicas lo sacó a los golpes.
Según se probó entonces, en el camino le dieron uno o dos fuertes puñetazos en la cara que le hicieron perder un diente. Ya en la calle le colocaron esposas, lo trasladaron hasta la esquina de Avellaneda y Gálvez y allí volvieron a golpearlo estando indefenso. Sus amigos lo llevaron al Heca pero murió en el trayecto.
En aquel momento, la jueza de Instrucción Raquel Cosgaya definió en base a la autopsia que de los múltiples golpes que recibió Arce sólo fue mortal el que sufrió en la boca, cuando estaba dentro de la disco, el cual le produjo una descompensación cardiopulmonar aguda. Por eso la acusación por el homicidio recayó sólo sobre Cazenave, a quien los amigos de la víctima describieron como un patovica "tatuado y musculoso" al que sindicaron por ese primer golpe. El acusado, sin embargo, aseguró en una entrevista con este diario que era inocente y que lo culpaban porque alguien debía cargar con la muerte del chico.
"Entre uno que tenía tatuajes en los brazos y otro gordito le dieron una paliza, después de lo cual no se movió más y dejaron de pegarle", contó uno de los testigos de la segunda paliza en la vereda, citado ahora en el fallo de Kesuani. En base a ese y otros testimonios, el juez reconstruyó que a raíz del incidente entre Arce y su novia ambos fueron sacados a la calle. Una vez allí, dijo, Cazenave y el policía Bustos se acercaron al chico con las esposas. "Después de ser esposado y golpeado cayó al piso y siguió recibiendo golpes causantes de la muerte".
La autopsia detectó una "importante congestión vascular en la cavidad craneal" del joven y determinó que las principales lesiones estaban en el rostro. Ese estudio también aclaró que otros factores pudieron contribuir a que se desencadenara la muerte, como la concentración de alcohol en sangre y la "liberación de sustancias vasoactivas propias de los cuadros de estrés".
Respecto de Cazenave, el juez dijo que fue señalado por diversos testimonios y reconocido por dos testigos como quien golpeó a Arce en el suelo. Lo encontró autor de un homicidio con dolo eventual. Esto quiere decir que no tuvo voluntad de matar pero previó ese resultado y no le importó, teniendo en cuenta su contextura física, su función y "el estado de indefensión del fallecido". Le impuso la pena mínima prevista para ese delito: 8 años de prisión.
El policía Bustos fue condenado a 2 años de prisión condicional y a una inhabilitación especial por el doble de tiempo para integrar fuerzas de seguridad. Le reprochan los delitos de lesiones leves, agravadas por su condición de empleado policial, e incumplimiento de sus deberes. Por último el entonces custodio Osvaldo Manuel Solar fue sentenciado a un año de prisión condicional como autor de lesiones leves.