Juan Carlos Mestre recrea todos los días en su mente el momento en que mataron a su hijo Sebastián, de 35 años, durante un robo fallido a una distribuidora de golosinas de la familia. "Sigo trabajando en el negocio, estoy en el lugar donde pasó todo", explica. Se refiere a lo que pasó un sábado de mayo de 2016 cuando un ladrón, en un forcejeo, mató a su hijo con un tiro en la cabeza. Con un gesto contenedor hacia sus familiares, el hombre participó ayer de una audiencia en la que el único acusado, Diego Lucas Cicconi, fue condenado a 16 años de prisión como el autor del homicidio y ejecutor de un balazo que casi le cuesta la vida a Mestre padre.
La condena se dictó en el marco de un acuerdo abreviado en una sala del Centro de Justicia Penal desbordada de allegados a la víctima. Entre ellos estaban su madre, su esposa y su hermana, vistiendo remeras con su foto y el mensaje "Sebastián presente". En un silencio entrecortado por el llanto de los familiares, el fiscal Florentino Malaponte solicitó la condena de 16 años de prisión para Cicconi, quien aceptó la pena.
Sebastián Mestre fue baleado el 21 de mayo de 2016 en el asalto a su distribuidora de golosinas "Elpop", del barrio Bella Vista. El local está en el pasaje Miranda 3361, a metros de Crespo y La Paz, y abastece de golosinas a quioscos y minimercados de zona oeste. La secuencia del hecho, confusa al principio, pudo aclararse con el testimonio de Mestre padre. El hombre contó que alrededor de las 12.30 de ese sábado un ladrón entró, lo redujo junto a su hijo y les ordenó a ambos que se ataran con precintos plásticos en las muñecas.
Con los precintos colocados, Sebastián forcejeó con el ladrón y éste le disparó a la cabeza con una pistola calibre 9 milímetros. Después le tiró al abdomen al padre. "Fueron como cinco tiros. En un momento se le trabó el arma y uno o dos no salieron", contó el comerciante. En el forcejeo, un proyectil hirió en una pierna al asaltante, quien caminó herido hasta un auto azul en el que escapó. Se fue sin llevarse lo que había ido a buscar: 50 mil pesos destinados al pago de salarios que quedaron guardados en un cajón.
Falsa coartada
Ese día el fiscal rastreó el ingreso de heridos de bala en hospitales y detectó la entrada al Roque Sáenz Peña de un hombre con una herida de bala en la pierna izquierda que le causó fractura de tibia y peroné. El herido tenía una coartada: dijo que lo habían baleado en el intento de robo de una moto. Pero el horario de los llamados al 911 para denunciar ese supuesto robo no se condecía con la hora de su ingreso al hospital.
Tampoco la herida: según los peritos, la lesión en su pierna se correspondía con la dinámica de un forcejeo y no con la de una persona que estaba sentada en una moto. En este sentido, el fiscal solicitó ayer que se envíe copia del legajo a la Unidad de Violencia Institucional para que se investigue la actuación de una policía de la comisaría 13ª: Norma Beatriz J., amiga de la novia del acusado, quien estaría "involucrada en la coartada" y llamado al 911.
Lo que terminó de incriminar a Cicconi fue el reconocimiento que hizo de él, con un 70 por ciento de certeza, el padre de la víctima. Cuando apuntó a Cicconi en un álbum Mestre estaba internado con un disparo en el abdomen que lo mantuvo en grave estado (aún tiene la bala en el cuerpo) .
Más de dos años después, el mismo día en que cumplió 35 años, el acusado admitió su culpa. La defensora Susana Zulkarneinuff dijo que su cliente aceptó el abreviado teniendo en cuenta que un juicio oral sería una opción más costosa, "siendo que se trata de una persona joven, que lleva una conducta ejemplar en la cárcel de Coronda y que pudo terminar la escuela".
Los jueces Hernán Postma, Juan Andrés Donnola y Pablo Pinto admitieron el acuerdo y condenaron a Cicconi como autor de un homicidio en ocasión de robo agravado por el uso de arma de fuego, el mismo delito en grado de tentativa y la portación ilegal de un arma de guerra.
"Si supiera que con más años de condena tendría a mi hijo... pero no", dijo resignado al salir de la sala Mestre padre, un comerciante de 65 años que también prestó su conformidad al acuerdo. Hoy se consuela en el cuidado de sus nietos, una nena de 7 años y un nene de 9, y en el apoyo de su hija Florencia, estudiante de Derecho.
"Fue muy fácil para él actuar con esa impunidad de matar. Pero sabemos que Sebastián no va a regresar. Somos muy creyentes y lo dejamos en manos de Dios —dijo el hombre—. Nos ha quedado un vacío enorme. Sebastián era mi mano derecha. Él hacía todo".